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Más de 40 de las 50 ciudades más violentas del mundo se hallan en América Latina. Los países más afectados son Venezuela, México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Brasil. Cada año, unas 100.000 personas son asesinadas en la región. Entre 2000 y 2011, la tasa de homicidios creció un 11% en Latinoamérica, mientras que en la mayoría de las regiones del mundo descendió. Además, el número de robos se ha triplicado en los últimos 25 años. DW habló con la Dra. Sabine Kurtenbach, investigadora del German Institut for Global and Area Studies, sobre la violencia en la región.
¿Cómo puede explicarse la extrema violencia hoy en países como México y Colombia?
Sabine Kurtenbach: En México, la violencia disminuyó en el siglo XX después de la revolución. A fines del siglo XX, comienzos del XXI se registran en el país procesos de transformación que desafían el poder estatal. Se genera entonces un vacío, que es ocupado por *elites regionales, delincuentes internacionales y otros diversos actores. El caso de Colombia es diferente. Allí, el Estado históricamente nunca pudo imponer el monopolio de la violencia en todo el territorio nacional.
*¿Por qué esos países están azotados por la violencia y en otros, por ejemplo Chile, Costa Rica y Uruguay, los niveles de violencia son menores?
Sabine Kurtenbach: América Latina en su totalidad no es, en realidad, tan violenta como a menudo se dice. Si bien en la región hubo una y otra vez fases de violencia masiva. Por otra parte, hubo países y regiones con mucha violencia y otros con menos violencia. Entre los últimos se cuentan Chile, Costa Rica y Uruguay. Chile es un caso interesante, porque no siempre fue así. En la transición del siglo XIX al XX, en Chile hubo tantos conflictos internacionales e internos como también en otros países latinoamericanos.
¿Cómo puede ser reducida la violencia en América Latina?
Sabine Kurtenbach: Un elemento central para la reducción de la violencia, tanto intraestatal como social, es que las elites observen ellas mismas el derecho y el orden, que acaten el imperio de la ley. Solo si las elites respetan la ley y el orden puede desarrollarse un proceso en el que la violencia en general pierda legitimidad en la sociedad y se creen mecanismos para prevenirla.
¿Hasta qué punto la falta de monopolio estatal sobre la violencia ha contribuido a la multiplicación de hechos violentos en la sociedad?
Sabine Kurtenbach: El proceso de imposición del monopolio estatal de la violencia siempre está asociado a mucha violencia. Luego viene una segunda fase, de legitimización y anclaje democrático de ese monopolio. Ese segundo proceso es aún hoy muy precario en toda América Latina, porque las elites recurrieron a menudo a la violencia y los militares como última razón a la hora de defender sus propios intereses.
¿Existen interrelaciones entre la violencia política, la violencia criminal y la violencia doméstica?
Sabine Kurtenbach: Existen, a diversos niveles. Por un lado tienen causas estructurales comunes: marginalización social y exclusión. Ese es un factor de riesgo muy importante en diversas formas de violencia, que puede articularse en forma política, criminal o de violencia doméstica y contra las mujeres. Pero también es probable que hoy miremos de otra forma la violencia contra las mujeres, que sea más un problema de percepción.
¿Existen puntos de contacto entre la violencia en América Latina y la violencia histórica en Europa?
Sabine Kurtenbach: También la historia europea es muy violenta, no solo entre Estados, sino también dentro de los Estados. La violencia no es nueva, sino que hoy miramos de otra forma sobre el fenómeno de la violencia. Bajo la lupa de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, hoy decimos que la violencia no puede ser un medio para solucionar conflictos interestatales, ni intraestatales ni tampoco a nivel individual. Lo nuevo hoy es que se rechaza la violencia.
Fuente: Deutsche Welle