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A la economía francesa no le va muy bien. “Todos hablan de una economía enferma, pero Francia aún tiene una excelente infraestructura y ofrece una buena calidad de vida. Durante la crisis mundial, por ejemplo, a la economía francesa le fue mejor que a la británica”, dice Diego Iscaro, economista de la organización IHS Global Insight, en entrevista con DW.

Además, la productividad está por encima del promedio europeo, tiene un bajo endeudamiento y el déficit del Estado no es mayor que el de Gran Bretaña o Estados Unidos y mucho menor que el de Japón.

Sin embargo, los pronósticos de crecimiento son menos alentadores: tanto el Fondo Monetario Internacional como el gobierno francés esperan un crecimiento de un 0,4 por ciento para 2014. En los últimos dos trimestres, el crecimiento fue nulo y la tasa de desempleo se mantiene en un diez por ciento.

En su reciente proyecto de presupuesto, el ministro de Finanzas, Michael Sapin, propone reducir el déficit del Estado hasta el año 2016, algo que la Comisión Europea probablemente no permitirá. Esta institución puede rechazar el proyecto de presupuesto de un Estado miembro si contraviene demasiado las disposiciones de la UE.

Reformas sí, ¿pero cuáles?

La semana pasada, el primer ministro francés, Manuel Valls, dijo que su gobierno era “pro economía”. Además, Francia anunció el ahorro en los próximos tres años de 50 mil millones de euros. “Esto no es casi nada, comparado a los recortes que implementaron España, Portugal y Grecia”, señala Iscaro. Sin embargo, si se toma en cuenta la tensa situación en el Partido Socialista, cuyo ala izquierda rechaza en gran medida reformas fundamentales, la economía probablemente no se recuperará de la noche a la mañana.

Según el economista francés Gregory Claeys, desde 2012 Francia ha reducido las contribuciones del seguro social para los empresarios. Está convencido de que el gobierno va por buen camino y que debe haber reformas, sin embargo, también cree que la competencia con Alemania, la mayor economía de la UE, en el ámbito de los salarios y los costos de mano de obra, es el mayor obstáculo.

“Desde la introducción del euro, los costos de mano de obra en Alemania han subido mucho más lento que la productividad”, explica. En Francia, en cambio, subieron de forma paralela a la productividad, lo que se traduce en una desventaja competitiva. Claeys llega a la conclusión de que los salarios en Alemania deben subir y acoplarse a los de los países vecinos de la UE para fortalecer la demanda interior.

Política de los pequeños pasos

Por su parte, el economista Aengus Collins cree que Fracia necesita sobre todo reformas significativas del sistema tributario y del mercado de trabajo. Asimismo, las empresas francesas necesitan más flexibilidad, asegura. La semana laboral de 35 horas, por ejemplo, hace casi imposible implementar de forma rápida horas extras y emplear más personal a fin de reaccionar ante fluctuaciones del encargo. Según Collins, el mayor reto de Francia será desacostumbrarse de su histórica inclinación hacia un sistema de fuertes prestaciones sociales.

Actualmente, la política francesa de los pequeños pasos parece ser la mejor solución para avanzar. No se trata de aferrarse al statu quo ni de aventarse a una aventura neoliberal, dice Collins.

(Fuente: Nicole Goebel/Deutsche Welle )

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