Un tercio de los humanos no puede ver la Vía Láctea | FOTOS

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Un tercio de la población mundial – incluidos el 80 por ciento de los norteamericanos y el 60 por ciento de los europeos – no pueden ver la Vía Láctea debido a la contaminación lumínica producida en los países más desarrollados por las luces artificiales.

Esa es una de las principales conclusiones de un nuevo atlas de contaminación lumínica elaborado por científicos de Italia, Alemania, Estados Unidos e Israel y que publica hoy la revista Science Advances.

La contaminación lumínica es una de las formas más generalizadas de alteración ambiental y crea una niebla luminosa que oculta las estrellas y constelaciones del cielo nocturno.

Según muestra el atlas, el 83 por ciento de la población mundial vive bajo cielos con una alta contaminación lumínica, un porcentaje que en el caso de los estadounidenses y los europeos alcanza el 99 por ciento.

Este problema es mayor en países como Singapur, Italia y Corea del Sur mientras que Canadá y Australia es donde tienen el cielo más oscuro.

En Europa occidental, solamente pequeñas áreas del cielo nocturno presentan una visión sin problemas, principalmente en Escocia, Suecia y Noruega, y también se registran niveles bajos de contaminación lumínica en partes de Austria, en Córcega y en la provincia española de Cuenca.

Y en el caso de Estados Unidos (EEUU-USA), algunos de sus parques nacionales son casi el último refugio de la oscuridad – lugares como Yellowstone y el desierto del suroeste -, según el coautor del atlas, Dan Duriscoe, del Servicio Nacional de Parques.

Por territorios o países, los que disfrutan de cielos más limpios son Groenlandia, República Centroafricana, la isla pacífica de Niue, Somalia y Mauritania, y los que están en peor situación – con al menos la mitad de su población que tiene cielos extremadamente brillantes – son Singapur, Kuwait, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Corea del Sur, Israel, Argentina, Libia y Trinidad y Tobago.

En Argentina un 57,7 por ciento de la población vive bajo cielos extremadamente brillantes, un porcentaje que es del 39,7 por ciento en el caso de Chile; un 34,8 en Uruguay; 34,7 en Paraguay; 33,7 en Venezuela; 32,3 en Brasil; 25,5 en Puerto Rico; 22,8 en México y 22,8 en República Dominicana.

Por debajo del 20 por ciento de la población afectada están Colombia (18,7 por ciento), Ecuador (17,7), Panamá (17,2), Perú (16,4) y Bolivia (12).

Y los países latinoamericanos que disfrutan del cielo más limpio desde el punto de vista lumínico son Costa Rica, Honduras, Cuba, Guatemala, El Salvador y Nicaragua.

“Hay generaciones enteras de personas en los Estados Unidos que nunca han visto la Vía Láctea“, señaló Chris Elvidge, del Centro Nacional para la Información Ambiental de Boulder (Colorado), uno de los científicos que trabajó en la elaboración del atlas.

Las regiones en las que es más difícil ver la Vía Láctea son la del Delta del Nilo (Egipto), la llanura padana (norte de Italia), la zona de Bélgica-Holanda-Alemania, Boston y Washington en Estados Unidos, Londres, Liverpool y Leeds en Reino Unido o las áreas alrededor de París, Pekín y Hong Kong.

Elvidge lamentó que de esta forma se ha perdido una de las principales conexiones de la humanidad con el cosmos.

La Vía Láctea es “un brillante río de estrellas que ha dominado el cielo nocturno y la imaginación humana desde tiempos inmemoriales” y los científicos esperan que el atlas “logré abrir los ojos de la gente” al problema de la contaminación lumínica.

Para elaborar el atlas, el equipo liderado por Fabio Falchi, del Instituto de Tecnología y de Ciencias de la Contaminación Lumínica de Italia, utilizó datos de satélite de alta resolución y mediciones muy precisas del brillo del cielo.

El atlas aprovechó las imágenes tomadas con poca luz por el satélite meteorológico de órbita polar Suomi de la NASA y la NOAA (Administración Nacional Atmosférica y Oceánica).

Pero además de impedir la visión clara del cielo nocturno, las luces artificiales pueden confundir a insectos, pájaros o tortugas marinas, a veces con consecuencias fatales.

Por ello, hay que aplicar las medidas existentes para controlar esa contaminación lumínica, es decir, el blindaje de luces para limitar su brillo, la reducción de la potencia a la cantidad mínima necesaria o, simplemente, apagar las luces.

“El nuevo atlas proporciona una documentación esencial sobre el estado medioambiental de la noche cuando estamos en el punto álgido de la transición hacia la tecnología LED”, resaltó Falchi.

Por ello, agregó, “a menos que se tome interés en los niveles de color e iluminación de los LED, esta transición podría llevarnos a un aumento por dos o por tres del brillo de los cielos en las noches claras”.

Para concienciar del problema, los autores del estudio han habilitado una versión interactiva de los mapas – https://cires.colorado.edu/artificial-sky – en la que se puede consultar la situación al detalle de cualquier lugar.

EFE

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