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La economía brasileña tiene problemas, justo poco antes de las elecciones. Pero a pesar del estancamiento y la creciente inflación, los candidatos hablan de programas sociales y no de la política económica.
En Brasil, nadie cuestiona el sistema. A diferencia de Venezuela y Argentina, una economía planificada no es tema en Brasil. A pesar de que las dos candidatas con más posibilidades pertenecen al Partido de los Trabajadores (Dilma Rousseff, PT) y el Partido Socialista Brasileño (Marina Silva, PSB), el capitalismo no está a disposición en Brasil.
No obstante, las cuestiones económicas son discutidas en la campaña electoral brasileña como si lo central fuera una victoria de la clase obrera. Muy claro quedó cuando Marina Silva abogó a comienzos de septiembre por un Banco Central independiente. “Los bancos no pueden ser el cuarto poder en el Estado”, le contestó Rousseff, cuya campaña apunta a presentar a su principal adversaria como representante de una política neoliberal.
Socialista y conservadora
Llama la atención que justamente la “socialista” Marina Silva esté considerada la más conservadora de las dos cabezas de lista, no solo en cuanto a valores morales (Silva, evangélica pentecostal, pertenece a una Iglesia de las Asambleas de Dios), sino también en relación con su programa político.
Silva quiere reducir el aparato estatal, que creció considerablemente durante los doce años de gobierno del PT. Además aspira a llevar a cabo una reforma fiscal que quite peso a las empresas y desburocratice las declaraciones de impuestos.
“Marina Silva tiene buenas ideas, acepta críticas y está dispuesta a aprender”, la alaba Ingo Plöger, presidente del Consejo Empresarial de América Latina (CEAL), sección Brasil. Otros empresarios desconfían de ella, ya que la exministra de Medio Ambiente anunció que exigirá del sector privado más sostenibilidad.
En círculos económicos se teme que Marina Silva quiera interpretar más estrechamente una ley que prevé la expropiación de tierra improductivas. Esas tierras irían entonces para los campesinos sin tierra.
Economía estancada
También hay críticas a la política económica de la presidenta Dilma Rousseff. Según datos de la OCDE, el crecimiento económico de Brasil se redujo desde la asunción de Rousseff en enero de 2011 del 2,7 por ciento al 0,3 por ciento (pronóstico para 2014) anual.
La crisis económica mundial no es casi explicación, ya que el comercio exterior brasileño solo supone el 20 por ciento del PIB de Brasil. Además, la economía brasileña creció durante el gobierno de Rousseff más lentamente que las del resto de América Latina. Entre las grandes economías de la región, solo las cifras de Argentina y Venezuela son peores.
Según expertos, cuatro factores explican los problemas de Brasil: la falta de acuerdos comerciales, altos impuestos y aranceles, una mala infraestructura y una desbordante burocracia. Para impulsar las inversiones, el PT lanzó ya durante el gobierno anterior, de Luiz Inácio Lula da Silva, un programa coyuntural de 200 mil millones de euros. El éxito fue más bien modesto.
En la campaña electoral brasileña, los temas económicos desempeñan un papel menor. La discusión se centra en escándalos de corrupción en el grupo petrolero semiestatal Petrobras y la financiación de programas sociales. Sobre la idea de un Banco Central independiente no habla más nadie.
(Fuente: Deutsche Welle )