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Bernardo Bertolucci cumple 75 años este miércoles 16 de marzo, tiempo en el que se ha alzado como una relevante figura de la cinematografía de Italia de la segunda mitad del siglo XX, con obras que marcaron época a golpe de intimismo, irreverencia y sensualidad.
Nacido en Parma (norte) el 16 de marzo de 1941, su llegada al mundo de la cultura y del séptimo arte no fue casual, habida cuenta de que pertenece a una familia de reconocidos escritores y cineastas italianos.
Su padre, Attilio, fue un importante poeta parmesano y uno de los primeros críticos cinematográficos de Italia; su primo Giovanni fue productor cinematográfico y su hermano, Giuseppe, destacó como autor teatral y director de cine.
Sin embargo, Bernardo Bertolucci entró en el mundo del celuloide con veinte años de la mano del intelectual Pier Paolo Pasolini, a quien asistió durante el rodaje de “Accattone” (1961).
Se trasladó a Roma, donde se licenció en Literatura, y en esos años realizó cortos que no le granjearon el éxito que cosechó en la poesía, género en el que destacó con obras como “In cerca del misterio”, que le valió el Premio Viareggio a la Opera Prima.
Su primera producción cinematográfica fue “La commare seca” (1962), poniendo así el punto de partida a una fulgurante carrera como cineasta que le ha situado entre los más importantes de la historia italiana, siembre en búsqueda del intimismo y en continuo análisis de la juventud.
Tras esta cinta dirigió “Prima della rivoluzione” (1964) o “Il conformista” (1970), obras con las que se consagró como un director hábil en la disección de los aspectos psicológicos más inconfesables de sus personajes.
Pero si la madurez la alcanzó con la “Strategia del ragno” (1971), la popularidad llegó de la mano de unos soberbios Marlon Brando y Maria Schneider en el recordado “Last tango in Paris” (1972), explícito y mirado con lupa por la censura de la época.
El primero, en el rol de Paul, y la segunda, como la joven actriz Jeanne, mantienen furtivos encuentros en un bucólico apartamento parisino, donde, despojados de sus identidades, miedos y rutinas, retozan entre explícitas sesiones de sexo y sesudas conversaciones.
El filme es especialmente recordado por una escena en la que Marlon Brando emplea una barra de mantequilla como lubricante para penetrar analmente a Schneider, algo de lo que, según la intérprete francesa, Bernardo Bertolucci no le avisó y que fue tan real como traumático.
“Last tango in Paris” (El último tango en París) le supuso dos nominaciones al Premio Óscar como Mejor Director y Mejor Actor en 1973 y, en ese mismo año, también recibió otras dos nominaciones en los Globos de Oro, a la Mejor Película y al Mejor director.
No consiguió ninguno de estos galardones pero Bernardo Bertolucci ya se había situado en la primera plana del cine internacional.
Su éxito no hará más que aumentar, gracias a otro de sus referentes: “Novecento” (1974-1976), dividida en dos actos y que, con un aura de realismo grotesco y lirismo, retrata la vida campesina de la Italia de la Gran Guerra y del fascismo.
El filme cuenta con una inquietante banda sonora compuesta por el reciente premio Oscar Ennio Morricone y que acompaña los derroteros y miserias de unos personajes interpretados por actores del calibre de Robert de Niro, Gérard Depardieu, Burt Lancaster o Donald Sutherland.
Tras “Novecento”, Bertolucci se embarcó en la dirección de otras piezas como “La Luna” (1979) o “La tragedia di un uomo ridicolo” (1981).
Sería en 1987 cuando estrenara la película que le granjeó un mayor reconocimiento, “The Last Emperor” (1987), que acabó reconocida por cuatro Globos de Oro y nueve premios Óscar, entre ellos los de Mejor Película y Mejor Director.
Una historia que recupera la figura de Puyi, el emperador títere de China derrocado por la revolución de 1911 y que, pese a su condición de miembro de la dinastía Qing, acabó relegado como jardinero durante la revolución maoísta.
Seis años después, en 1993, estrenó otra recordada producción, “Little Buddha”, la historia de un niño estadounidense en quien unos monjes budistas creen ver la reencarnación de uno de sus lamas.
En 1995 estrenó “Stealing Beauty”, con Jeremy Irons, y un año más tarde regresó a Italia para ambientar su intimista “Io ballo da sola” que narra la iniciación sexual de una muchacha durante sus vacaciones estivales en una casa de campo de la Toscana.
Con esta producción se volvió a topar con la censura que ya padeció en tiempos de “Last tango in Paris” debido a que la televisión pública italiana decidió no anunciar el estreno durante las horas diurnas al considerarla demasiado atrevida.
En 2003 dirigió “The dreamers” y, a partir de ese momento, atravesó una sequía creativa de una década provocada por una hernia de disco que le postró en una silla de ruedas.
Sin embargo Bertolucci regresó casi diez años después, en 2012, para presentar el que hasta la fecha es su último metraje, “Io e Te”, en el que vuelve a abordar una de sus obsesiones: el comportamiento de los jóvenes, con sus miedos y arrebatos.
(Fuente: EFE)
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