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El informe del 2014 del Índice de Progreso Social, un proyecto internacional de estudios sociales sin fines de lucro ni interés ideológico, a través del análisis de 56 factores que miden la calidad de vida de 132 naciones, afirma que los mejores países para vivir en América Latina son Costa Rica, Uruguay, Chile, Panamá y Argentina, y los peores, Bolivia, Paraguay, Nicaragua, Honduras y Cuba, que sólo destaca, y cada vez menos, en algunos índices de salud y educación.
Para este veredicto no se mide el desarrollo económico y científico, ni el PIB per cápita; se focaliza el progreso social mediante elementos básicos como la nutrición, los cuidados médicos, agua potable y alcantarillados, vivienda, seguridad, educación, acceso a la información y a la comunicación, cuidado del ecosistema, derechos individuales, libertades, tolerancia, inclusión, entre otros factores.
El hecho de que Cuba aparezca también a la cola en los estudios sobre el desarrollo económico en la región, obliga a preguntarse cómo es posible un retraso tan abismal en el que se considera el país de América Latina que más subsidios y colaboraciones económicas ha recibido de sus aliados y de más de una decena de países de Europa y el resto del mundo.
El anuncio de una nueva época de relación bilateral entre Cuba y Rusia, comenzando por un centro de conexión de transporte en Mariel, un aeropuerto y la instalación en Cuba de infraestructura para el sistema de navegación ruso GLONASS, apuntan a que La Habana quiere volver a dar a Moscú un peso importante en la economía, obligada por las vacilaciones de Washington para eliminar el bloqueo económico, por la fuerte disminución del subsidio petrolero de Venezuela, y por la inestabilidad que las protestas sociales han trasmitido a los acuerdos económicos y financieros establecidos con sus aliados latinoamericanos.
Bancarrota a pesar de millonarios subsidios
Tras la desolación de la guerra, Europa pudo reconstruirse gracias a los 13 mil millones de dólares que a través del Plan Marshall se le concedió entre 1947 y 1952.
Sin embargo, el gobierno cubano llevó al país a su bancarrota actual tras casi treinta años de subsidios que ascendían a más de 4 mil millones de dólares anuales, sin contar en esa cifra las facilidades de pago y comercio que las naciones socialistas otorgaban a la isla, sin contar toda la ayuda extra que recibía Cuba de otros países socialistas miembros del llamado Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y sin contar, entre otros ingresos, los altos alquileres para instalaciones militares y de inteligencia, por ejemplo, los 200 millones de dólares que pagaba Rusia cada año por la renta del Centro de Radares Lourdes en Pinar del Río.
A la pregunta de dónde se invirtió tanto recurso si es evidente que no se hizo en la isla, La Habana y sus aliados y amigos internacionales responden escudándose en los gastos que provocaron a la economía isleña las regulaciones internacionales impuestas por el bloqueo norteamericano, pero Fidel Castro jamás aceptó la responsabilidad del gobierno en el despilfarro de esos descomunales subsidios y oportunidades de desarrollo, algo que sí ha hecho ya Raúl Castro, aunque sea de modo tímido.
Costosas batallas ideológicas
Aunque el cubano de a pie ya lo sabe, el gobierno no ha querido reconocer que durante más de tres décadas ha gastado cientos de millones en batallas ideológicas en la isla y fuera de ella (la famosa Batalla de Ideas, por ejemplo, dilapidaba millones en organizar actos públicos, imprimir materiales propagandísticos, etc., en momentos en que el Ministerio de Salud reconocía problemas graves en la prevención de enfermedades por falta de recursos); no reconoce que ha estado financiando movimientos de izquierda, democráticos o insurgentes, en América Latina, Asia y África; ni que financió casi totalmente la presencia de ejércitos cubanos en la guerra de Siria contra Israel en las alturas del Golán; en las guerras de Etiopía, Angola y Zaire; en los movimientos guerrilleros de Nicaragua, El Salvador, Bolivia y Colombia, y, más recientemente, en Venezuela, donde se encuentran más de 15 mil efectivos.
Antiguos colaboradores del gobierno han denunciado las inversiones millonarias de La Habana en proyectos sociales en países aliados, en los cuales se regala a otros lo que en Cuba hace falta, por ejemplo, el financiamiento de la construcción de cientos de miles de casas mientras en la isla hay más de 600 mil familias que necesitan una vivienda y, según estadísticas del gobierno, más del 40% de los inmuebles en estado crítico.
Estos acuerdos entre Cuba y Rusia despiertan desconfianza no por último entre los analistas cubanos en el exilio, y el único atisbo de esperanza que encuentran es que, esta vez, Rusia se regirá por su ya demostrado pragmatismo comercial: Cuba vuelve a ser una punta de lanza contra Washington en el terreno político, pero especialmente es el pendón de conquista más sólido que la economía rusa planta en tierras americanas, interesada en impedir que Europa y Estados Unidos sigan quitándole terreno a su expansión económica mundial.
Lejos están los tiempos románticos del subsidio gratuito a la isla, y aunque sean tiempos distintos, la pregunta que todos se hacen es si el gobierno de La Habana desaprovechará esta nueva oportunidad para sacar a Cuba de la depauperación económica y social que el propio Raúl Castro ha reconocido en sus discursos.
(Fuente: Deutsche Welle )