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Tanto en la Unión Europea como en Colombia, y otros países, las licencias obligatorias para el uso de semillas tradicionales son altamente controvertidas. Los críticos temen que el negocio solo lo hacen los consorcios. Las protestas contra el dictado de las licencias para sembrar alimentos son diversas.
En Colombia, cuando el cultivador quiere sembrar nuevas semillas ya no puede utilizar las propias. La directiva 970 del año 2010 lo obliga a usar solo semillas registradas en el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA). Así, los campesinos colombianos no pueden comercializar ningún producto vegetal cuyas semillas no estén certificadas por el ICA.
Según la ONG colombiana Red de Guardianes de las Semillas de la Vida , “dicha limitación es obra del cabildeo de grandes consorcios como Monsanto, Syngenta y Dupont”, dice la activista Cynthia Osorio Torres. Solo estos podían registrar las semillas que ahora los campesinos tienen que comprar. “Los pequeños cultivadores no pueden llenar las exigencias de la certificación y han quedado, prácticamente, por fuera del mercado”, recalca Torres a DW.
“Amparadas en la prohibición, las autoridades destruyeron más 4.000 toneladas de semillas de pequeños y medianos cultivadores”, agrega Osorio Torres. Los campesinos que se rehusaron a entregar las semillas no certificadas fueron enjuiciados. “El sector agropecuario reaccionó con protestas públicas y huelgas”, describe Osorio Torres la degradación de la situación de los campesinos en Colombia.
¿Banco Europeo de Vegetales?
Aunque en Europa no se ha llegado a tal enfrentamiento, la certificación de las semillas es también un tema controvertido. La Comisión Europea se propone reformar los requisitos para conceder la licencia de siembra de las semillas. Según los planes, las semillas solo se podrán vender si están registradas en un banco europeo de productos vegetales.
De este modo, tanto semillas tradicionales como nuevas especies estarían en riesgo de desaparecer toda vez que cultivadores y jardineros serían obligados a comprar semillas “unificadas”. Una situación que, según la activista de la Red de Guardianes de las semillas de la Vida, sería “peor que en Colombia” porque en Europa no existen muchas semillas propias”.
Iga Niznik, miembro de la Sociedad para la Conservación y la Difusión de la Diversidad Vegetal ‘Arca de Noé’ confirma que “en los países más industrializados de Europa ya no hay semillas autóctonas”. Si Bruselas se impone, hasta la venta y el trueque de semillas propias entre pequeños cultivadores quedarán prohibidos, “como es ya Ley en Colombia”, reitera Andreas Riekeberg, de la iniciativa Saatgutkampagne, ‘Campaña por la Semillas’.
Garlich von Essen, secretario general de la Asociación Europea de las Semillas (ESA) aboga por un compromiso de todas las partes antes de aprobar cualquier Ley que limite el libre cultivo en la Unión Europea. Algo de lo que, según Cynthia Osorio, “los campesinos colombianos están muy lejos de lograr”.
(Fuente: Deutsche Welle )