Síguenos en Facebook
La clase política alemana rindió homenaje este lunes a los héroes de la conjura militar que, el 20 de julio de 1944, trataron de asesinar a Adolf Hitler, un atentado fallido urdido por una elite que se saltó las reglas de la jerarquía de la Wehrmacht y que de haber prosperado habría evitado millones de muertos.
La resistencia contra Hitler fue una “instancia moral” que se levantó contra el nazismo, indicó la ministra de Cultura alemana, Monika Grütters, en un acto en el centro de documentación de Plötzensee, cárcel y escenario de fusilamientos durante el nazismo.
“Ellos asumieron su responsabilidad moral mientras otros cerraban los ojos”, apuntó la conservadora Grütters, en el 71 aniversario de la “Operación Walkiria”, protagonizada por el grupo de conjurados junto al coronel del Estado Mayor Claus Schenk von Stauffenberg, autor material del intento de magnicidio.
La trama evidenció que la resistencia había alcanzado también a la elite de la Wehrmacht y que en sus filas había estallado el conflicto entre la obediencia y la consciencia, indicó por su parte el alcalde de Berlín, el socialdemócrata Michael Müller.
Al acto en Plötzensee, a orillas lago del mismo nombre, siguió la tradicional jura de la bandera en el Bendlerblock, actual sede del ministerio de Defensa y lugar donde fue fusilado esa misma noche von Stauffenberg.
Él fue el oficial que colocó el maletín con una bomba activada bajo la mesa donde Hitler se reunía con el Estado Mayor, en su cuartel de Prusia Oriental, en Ketrzyns.
Era el punto culminante de una trama minuciosamente preparada por un grupo de aristócratas y militares que el azar desmanteló.
En el interior del maletín había dos artefactos, pero solo uno estalló y provocó la muerte de cuatro de las veinticuatro personas presentes, mientras que Hitler sufrió apenas heridas leves.
Uno de los asistentes había desplazado con el pie el maletín minutos antes de la explosión, lo que le desvió el objetivo.
Stauffenberg abandonó el cuartel ignorando que había fallado en su propósito y regresó a Berlín sin saber que Hitler seguía vivo.
Los planes de los conjurados incluían negociar a partir de ahí el fin de la guerra con los aliados e instaurar un gobierno militar provisional.
Esa misma noche fueron detenidos y ejecutados Stauffenberg y varios de los suyos, mientras que Hitler dirigía una alocución por radio para demostrar que seguía vivo.
Otros doscientos implicados en la “Operación Valkiria” fueron asesinados o internados en campos nazis en los días siguientes
Stauffenberg, un oficial de 36 años, casado y padre de familia, que había perdido un ojo, la mano derecha y dos dedos de la otra en África, había empezado a fraguar su conspiración dos años antes con militares como Ludwig Beck y civiles como Carl Friedrich Gordeler.
Algunos miembros de su conjura habían asistido inicialmente fascinados a las ofensivas hitlerianas contra Polonia y Rusia y vieron en Hitler un instrumento para que el Reich recuperase la dignidad perdida tras la I Guerra Mundial.
Luego la monstruosidad del régimen nazi y la que ya entonces se percibía como catástrofe bélica les hizo cambiar de opinión.
Sobre la “Operación Walkiria” pesó durante años cierta polémica, porque considerarse que algunos de sus integrantes no actuaron para frenar el horror nazi, sino frustrados por una guerra que veían perdida.
Es opinión coincidente de los historiadores que, de no haber fallado, se habrían podido evitar los millones de muertos caídos aún entre ese 20 julio de 1944 y la capitulación del Tercer Reich, en mayo de 1945.
La “Operación Walkiria” se inscribió en la historia como símbolo de la resistencia desde el estamento militar, mientras que los hermanos Sophie y Hans Scholl, dos estudiantes miembros del grupo Die Weisse Rose – La Rosa Blanca -, descubiertos y guillotinados en 1943, lo fueron para los movimientos sociales y religiosos.
(Fuente: EFE