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El escritor británico Martin Amis, que acaba de publicar La zona de interés, su segunda novela en la que aborda la cuestión del holocausto, considera “oportuno utilizar la sátira para destacar con desdén lo grotesco del régimen nazi”.
Con La zona de interés (Anagrama) Amis vuelve al nazismo después de La flecha del tiempo, en este caso dando la palabra a los verdugos y a las víctimas y con tonos de humor negro.
Amis reconstruye ese mundo a partir de tres vértices: Golo, un joven oficial sobrino del jerarca nazi Martin Bormann, que llega a un campo de exterminio para trabajar en la puesta en marcha de una fábrica con mano de obra esclava; Hannah, la esposa del comandante del campo, el grotesco Paul Doll, y el Sonderkommando Szmull, uno de esos judíos que colaboraban con los verdugos.
Rechaza Amis que su novela pueda ser asimilada a la comedia clásica, tipo Shakespeare o Jane Austen, que “nos situaría en un entorno en el que un hombre conoce a una mujer, se sienten atraídos y superan unas dificultades impuestas por una generación precedente, hasta alcanzar una situación de esperanza y se casan”.
En La zona de interés no se puede hablar de comedia, precisa Amis, sino de sátira. “La comedia provoca una cierta risa, y la risa la solemos asociar con la alegría, un estado positivo y cierto punto de frivolidad, pero la risa no siempre es felicidad, te puedes reír por desdeño, por desprecio, y ahí entramos en la sátira, que no es más que una ironía militante en la que quieres destruir lo que te produce la risa”.
Recurrir a la ironía era totalmente oportuno en el caso de la Alemania nazi, señala, porque “allí hubo muchas cosas patéticas, grotescas y es mejor reirse con una risa desdeñosa” y no resulta casual, añade, que “los grandes tiranos de la historia han temido más la risa que el dolor”.
Aunque algunos vean a Szmull como un colaboracionista, para el autor de El estado de Inglaterra “los Sonderkommando eran víctimas 100 % sino 1.000 %, porque estaban presentes cuando los judíos llegaban a los campos, estaban alimentados para convencer a los recién llegados que iban a ser bien tratados, pero su función era recoger los cuerpos de las cámaras de gas, o arrancar los empastes de oro de los dientes”.
Recuerda Amis las palabras de Primo Levi, quien “ya decía que no se juzgara a los Sonderkommando, porque eran como los otros judíos, pero simplemente más triste; eran víctimas en tanto que testigos de las atrocidades”; y además los nazis fueron más allá en su perversidad al obligar a los consejos judíos de los guetos a seleccionar a los judíos que se iban a llevar.
Para construir el personaje de Paul Doll Amis partió de Rudolf Höss, comandante de Auschwitz que escribió sus memorias, en las que habla de su mujer, sus cinco hijos, su casa con jardín.
“Aunque intenta justificarse, se acaba viendo el tipo de personaje estúpido y pomposo que era, pues habla en el mismo tono de las dificultades que tienen con los hornos crematorios que de su mujer y sus hijos. Por tanto, solo tuve – dice Amis – que realzar lo ridículo y extraño de este personaje”.
Piensa el autor que al principio quizá pudo haber cierta banalidad del mal, pero “en cuanto se pusieron a matar, se convirtieron en absolutos monstruos”.
En el origen de la novela, confiesa Amis, está el intento de dar respuesta a una pregunta, a “un escalofrío inicial”: “¿Puede existir el amor en una situación de locura totalitaria? y aunque al inicio no tenía respuesta, al final del libro la respuesta es no, porque el contrapunto del amor puede ser el odio o la muerte, pero en la Alemania nazi están los dos, y es demasiado pedir al amor fructificar en estos dos entornos”.
En el estado de vigilia, casi onírica, en el que se ve sumido el escritor, Amis vio una imagen que está en el origen de La zona de interés: “un amor a primera vista con un trasfondo rústico, rural en el que algo iba mal; una mujer que desaparecía con sus dos hijas; un carruaje, bombas de agua y una horca ambulante”.
En relación a su anterior novela sobre el nazismo, La flecha del tiempo, Amis confiesa que aquella era de tipo fantástico y en este caso tuvo claro que sería de realismo social, y además en esta segunda ha incorporado la mirada de las víctimas a la visión de los verdugos.
La novela ha llegado a España precedida de una polémica por la negativa a publicarla por parte de sus editores habituales en Francia y Alemania.
Martin Amis desmiente a aquellos que piensan que jamás se debería escribir ficción sobre el holocausto, “como si hubiera a la entrada de Auschwitz una señal de prohibido entrar a escritores”, algo que desde el punto de vista filosófico no tiene sentido: “La ficción es libertad y es importante que se mantenga porque si no es así es una amenaza. Todo novelista tiene que utilizar la libertad que tiene para lanzar los mensajes que desea”, concluye.
(Fuente: EFE)
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