Rita Gardellini: 'Que alguien hable de tu trabajo te deja temblando'

Rita Gardellini. (Foto: Cortesía)

Por: Maritza Luza Castillo
Rita Gardellini Cavido es una educadora argentina, natural de Rosario, con un don adulto y maduro para la escritura. Las novelas Después de comer perdices o por qué las mujeres son boludas e insisten en enamorarse y No dejes que muera dan fe de ello.

En ambas plantea una narración divertida, perspicaz e ingeniosa, que invita a devorar las páginas de sus novelas como si se tratase de caramelos de menta, con el dulce necesario en el paladar como para ir por más.

Rita Gardellini explora y rediseña con una intensa voz las asignaturas propias de la pareja, cada una en su respectivo rol. El libro es un manifiesto vital y valioso que consagra y re edita con una dosis importante de imaginación, la complejidad al interior de la pareja, con segmentos en capítulos de soledad compartida y desenfadada realidad casi Kafkania. En, No dejes que muera, recrea y elabora los pasos inteligentes de un asesino serial en pos de su presa femenina. En entrevista exclusiva con La Prensa ella nos cuenta sobre su arte de escritora.

¿Cómo te abordó el placer de escribir? ¿Por qué razón crees que la escritura te sustrajo a su mundo, teniendo desde tu perfil laboral como educadora, ya un trabajo bastante nutrido, no sólo en la institución educativa, sino también fuera de ella promoviendo extracurricularmente, tú proyecto Sol Verde?

Bueno, utilizaste la palabra correcta: Nutrida. Y es verdad, la docencia es una profesión que nutre. La lectura y escritura también nutren. Cuando tú eres una de las pocas que lee mucho, te das cuenta que tienes algo diferente, y aunque yo podía tener muchos amigos como cualquier chica, a mi me abstraía completamente la lectura. Y como tantas personas yo escribía pero no sabía que yo tenía un exceso de imaginación. Lo que yo no sabía era que los demás no eran así.

Te explico. Yo me di cuenta con mis alumnos. Nosotros hacíamos juegos con los chicos. Me acuerdo cuando salió el libro Soles verdes, llegan unas residentes a la escuela, observaban mi clase. Estaba haciendo un taller literario con mis alumnos. Ellos decían palabras e íbamos armando relatos. Entonces ellas me retaron a mí. ‘Bueno, Rita, ahora lo tenés que hacer vos’. Enseguida empezaron a tirarme palabras y yo iba armando un relato de manera espontánea con las palabras que me habían dicho. Terminada la clase, las residentes se acercan y dicen: Ahora, Rita, danos el cuento. ¿Qué cuento? Les pregunto. El que contaste. Le digo no, lo acabo de inventar, y no me creían. Ahí te das cuenta que esa facilidad tuya no la tiene todo el mundo. Tuve la fortuna en primaria de tener maestras que e habilitaron las herramientas de la palabra.

¿Parte de esa formación educativa no crees que inevitablemente se desprende en tu novela, al observar las diferencias entre hombre y mujer con un énfasis distinto apoyado en tu particular visión del argumento?

¡No! Yo a veces me planteo esa situación. Es más, lo que me da mas credibilidad el hecho de ser escritora es todo lo que puedo fabular escribiendo. He nacido así. Como otros pueden correr, yo puedo escribir. Yo me rodeo de un ambiente de mucha luz con muchos chicos de historias muy… muy luminosas. Yo me manejo en ese ambiente, entre criaturas que son campanitas, pero que a la hora de escribir vuelcan sus sentimientos en sus escritos. A mi me ocurre lo mismo. Tengo un exceso de imaginación, enriquecido con las herramientas aprendidas en el plano educativo. Me sirven y ayudan a entender a los chicos en su escritura.

¿Cuáles son tus parámetros literarios, de qué autores has venido degustando a lo largo de los años?

Cuando era pequeñita leía de todo. Tenía desde Salgari a Luis M. Alcott. A Tom Sawyer, tenía a Lugones. Había una diversidad porque al no exigirte en la escuela determinados libros uno leía todos. Mi madre me compraba absolutamente todos los que quería. Fui de un extremo al otro. Leí Papito Piernas Largas, después a las hermanas Brontë las leí todas. De grande entre otros tantos, yo diría que dos siguen siendo inolvidables. No sé si fueron los que mas me gustaron, pero son esos libros que te dejan cierta perturbación. Uno fue 1984 escrita por George Orwell, fue un libro que me impactó. Nunca leí algo mas desolador, cruel y terrible. Después el otro libro que me gusta porque me hizo plantearme ciertas escrituras fue El tren llegó puntual , de Heinrich Böll. Compre luego una antología del escritor – usada, con encuadernación de lujo – pero ninguna de sus otras obras me sensibilizó tanto. Ese es un libro que no tiene final y la historia me encanta.

¿Cuánto del éxito de tus novelas se lo debes al título de ellas? Un buen ejemplo es Después de comer perdices o por qué las mujeres son boludas e insisten en enamorarse o la siguiente No dejes que muera.

¡Ah! Te cuento un secreto, el título es parte de las historias de desamores. En realidad a mi me dicen siempre: ¿Rita, son historias que les pasó a tus amigas? Y no son narraciones fabuladas. Ninguna es cierta. Lo que ocurre es que yo necesito hacer historias perfectas con ese tipo de verosimilitud. Si tú lees por ejemplo mi primera novela: No dejes que muera, es un asesino serial que persigue a una escritora famosa. Y hay gente que me pregunta si es verdad… jajaja… cómo puede ser verdad. Casi siempre narro en primera persona, de ahí que la gente a lo mejor piense y confunde que es mi historia. Esa no es mi historia, no es real. De pensar solo en lo contrario estaría en problemas. Es tan ficticia como el libro Después de comer perdices. Me decían incluso que en cada cuentito podía encerrarse una novela completa.

Tus cuentos poseen una significativa carga erótica… ¿por qué?

Esas son las premisas que podemos disfrutar en este momento. Yo pienso que siempre los escritores han tenido esa tendencia al erotismo. Todos los artistas han tenido esa sensibilidad erótica muy cargada desde siempre. Yo creo que hasta Cervantes la tenía. Digamos todos los artistas han tenido esa tendencia muy cargada. Lo que pasa es que la han tenido que limitar.

Sin embargo, entre novela y novela se advierte una diferencia clara. La autora de No dejes que muera, no parece la misma Rita Gardellini de Después de comer perdices. Parecen dos personas distintas, tanto en lenguaje como en el tratamiento de la trama. ¿Podrías contarnos eso?

¡Ves! ¿Cómo entiendo yo eso? Y cuando escribo para chicos me dicen que hay una tercera. Y si leen otra novela mía me van a decir que hay otras más, y sigo siendo yo. Tal cual. Yo cuando escribo me gusta ser como los actores que actúan otros papeles y otros roles. Me gusta ser otras personas cuando de personajes se trata. Verás, no dejo de ser yo, pero en diferentes contextos. Entonces cuando me enfrenté a las perdices y a éstos desamores, en dos ó tres páginas los terminé. En, No dejes que muera, este asesino serial, un loco pasional, me sostiene las tantas páginas de la historia. Al final es un tipo que se enamora, entonces hasta lo considero válido. A mi me molesta en estos momentos los tiempos aguados. Esa tibieza que hay, y esa valoración de la tibieza. Es como que lo mediático se centra en el escándalo, en lo ridículo en lo que vende. Y aunque lo mío no sea real, me encanta los fabulados tienen la autenticidad de ser originales. Pareces otra persona, pero sé que soy yo.

¿Cuándo escribes es un poco romper las realidades para empezar a fabular, dominar y controlarlo todo?

Puedo explicarte. Me gustaría ser reconocida y reconocerme como escritora, de la forma sencilla en que lo haces de chica. Aspiro a ser como aquellos autores que cuando los lees dices, yo quiero escribir así. Quiero ser genuina, real.

¿En qué momento del proceso creativo logras abrir las perspectivas del enfoque narrativo para darle protagonismo a la agudeza de un diálogo elaborado como el que empleas en Después de comer Perdices o por qué las mujeres son boludas e insisten en enamorarse?

Puedo suponer algunas ideas. Ahora si me preguntas el porqué, te diré que yo cuando escribo no me puedo aburrir. Tampoco lo hago leyendo. Si estoy frente la historia, en ese momento empleo el lenguaje que me exige la trama. Y planteo un laberinto de complejidades. ¡Ojo! Yo no lo veo complejo. Y no es lo que haga adrede. Esos diálogos tienen que ver con no aburrirme. Tienen que ver con qué clase de narrador hay al interior de la novela. Si soy narradora omnisciente que está en tercera persona, también parezco diferente. A la hora de redactar tengo una idea, y si tengo mucho tiempo, es como si pudiera espiar más desde una puerta abierta.

¿La ironía es un elemento constante y presente en tus historias?

¡Me encantan la ironía y el cinismo! Es mi forma de humor y la manera de rebelarme. Cuando escribo para chicos empleo otro lenguaje porque quiero rescatar el vocabulario. Sé lo que ellos buscan, sé las cosas que están sufriendo, entonces ahí escribo con un poco mas de lentitud y releo mas. Quiero ofrecerles a los chicos algo que les haga bien. Las criaturas en el taller literario escriben con nitidez, con esa facilidad, con esa magia del juego, yo no la perdí. Sigo escribiendo como lo sentí, totalmente natural e innata. Por eso me identifico con esa clase de escritura.

¿Tus palabras finales para los lectores de La Prensa?

Simple. Ojalá lograran encontrar en mi escritura, ese placer, esa alegría ese evadirse, esos mundos que yo encontré en los escritores que leí. Si ellos logran encontrar en mis libros una novela que no les permitió irse, que después permanezca en su mente, que inclusive quieran conocer al protagonista y que no exista dándole esa credibilidad que digamos, esos escritores que provocaron en mí. Si yo logro eso así sea con un cuentito como Mirta, o como No dejes que muera es suficiente. Para un escritor que alguien te hable de un trabajo suyo y que le haya gustado porque lo recuerda y lo menciona, te deja temblando. Es compartir tus juguetes fabulados para con el mundo. Tus historias vuelven a vivir en cada persona que las recuerde. Sólo eso quiero.


Maritza Luza Castillo es una periodista y escritora peruana que ha colaborado con diversos medios y revistas literarias. Sus poemas han aparecido en antologías publicadas en España, Italia, Argentina, República Dominicana y otros.


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