El libro fue editado originalmente en 1951. (Foto: IRPB)

El libro fue editado originalmente en 1951. (Foto: IRPB)

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Por: Javier Bedía Prado

Por regiones de archivos, hasta otras latitudes del continente rastreó Raúl Porras Barrenechea el origen de esa palabra que nos identifica como nación. El resultado, el desmitificador ensayo El nombre del Perú, publicado originalmente en coincidencia con el primer y único Congreso de Peruanistas, en 1951, ha sido reeditado por Lápix Editores.

Que no fue vocablo de lengua quechua, antillana o caribe, sino una conversión en boca de conquistadores españoles de Birú, cacique de una tribu panameña, es una de las conclusiones del maestro. Ni surgió de un trujillano río Virú. “El nombre del Perú se aplicó desde 1527, antes de hallarse pueblos de habla quechua e influencia incaica”, anota.

El escritor y director del Instituto Raúl Porras Barrenechea de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Harry Belevan, redactó el prólogo del libro, del que se sirve para emprender una solitaria campaña en defensa del correcto uso del término, a escribirse o mencionarse siempre con el artículo precedente. Y como iniciativa desde otros flancos para divulgar la obra completa de uno de los mayores pensadores de la historia del Perú, ante la postergación de una edición de su trabajo reunido. ¿Cuál es la importancia de este título en la vasta producción de Porras?

“Yo creo que este libro sirve también para, no solamente en esas pocas páginas – es un ensayo breve- apreciar cómo agota Porras las fuentes del origen del nombre, sino que demuestra cabalmente cómo el nombre del Perú, al ser un vocablo hispánico, pero basado en un sonido prehispánico, hace que nuestro país, la nación peruana, esa futura nación peruana, nace – valga el pleonasmo -, desde el inicio mismo hispano y autóctono, americano”, declaró Belevan a LaPrensa en el despacho del historiador en la miraflorina calle Colina. La publicación se conviene con la conmemoración este martes 27 de septiembre de un año más del fallecimiento, en 1960, del brillante diplomático y diputado.

INDOHISPANA O MESTIZA

La maestría con la que Porras esgrime el dominio del idioma y su magisterio en la búsqueda y análisis de fuentes, que lo situó en un debate con el antropólogo francés Paul Rivet en el encuentro de peruanistas, son dos cualidades sólidas que encuentra en El nombre del Perú el también diplomático y reconocido autor de literatura fantástica. El intercambio de posturas de los dos ilustres humanistas cierra esta nueva edición. Resuena la idea de que la futura colectividad peruana fue signada por la colisión de culturas desde que era vagamente conocida como tierra del levante.

“Cómo puede desmitificar aquellos orígenes inventados, imaginados, a partir de la leyenda, esos orígenes subliminales sobre el nombre del Perú, lo explica muy bien. Lo del cacique panameño, el río, etc. Lo más importante es que desde su origen hay un mestizaje, no me refiero al racial; nacimos como un país mestizo en lo que lo nombra, lo define, que es su lengua”, subraya Belevan.

Citando a los cronistas Blas Valera, José de Acosta y Garcilaso de la Vega, Porras sostiene que el nombre “fue impuesto por los conquistadores españoles y rechazado por los indios del Perú, que se negaban a usarlo”. Aunque esa “fonética enfática, que lleva una entraña invadida por la sonoridad castellana”, no tenga explicación en las lenguas de aquellos foráneos y autóctonos, el historiador resalta en un luminoso cierre que posee “el más rico contenido histórico y espiritual (..) Es fruto mestizo brotado de la tierra y de la aventura, y, geográficamente, significa tierras que demoran al sur. Es la síntesis de todas las leyendas de la riqueza austral”. La lección final del maestro en un texto indispensable para descifrar el ADN de la identidad peruana y que, al menos y eso sería mucho, el “peruano en el Perú” – certero y didáctico César Vallejo – y cualquier parte del mundo mencione con propiedad aquella palabra que lo define.