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Por: Maritza Luza Castillo
Alexander Weinberg, de origen español, es un autor prolífico que le agrega a sus textos una dosis de suspenso, sorpresa y dinamismo. Ello se hace evidente en su novela ‘La Conjura’, emocionante ficción en la que nos desvela los lazos oscuros de la conspiración, desde las cúpulas más altas del poder en el país del Tío Sam.
Su objetivo narrativo mantiene esa voluntad de intriga en acción esencial y se configura como la expresión más nítida de la investigación literaria. La Prensa conversó con él.
¿Por qué elegiste el misterio policial como eje central de la trama de La Conjura?
Más que un misterio policial como eje central, La Conjura contiene un trasfondo político que sirve como excusa para exponer toda la novela. La crisis económica se emplea, también, como pretexto para argumentar las medidas que, desde los más altos estamentos políticos, van a llevarse a cabo.
¿Qué te orilló a elegir como escenario las altas esferas del poder norteamericano y un futuro no muy lejano como contexto de un thriller de suspenso?
Una visión catastrofista, por supuesto, y tratar de crear un mayor impacto en la impresión del lector. Si yo situaba la trama de La Conjura en mi país de residencia — España — o en cualquiera de los otros países del mundo, la conmoción que causaría sería mucho menor. Estados Unidos es el país número 1, contiene cerca de 320.000.000 de personas y es una sociedad en la que la figura del presidente del gobierno es muy valorada. Exponer una trama orquestada desde el más alto estamento político y en el país más poderoso del planeta provocaría un estremecimiento mucho mayor.
La elección de un tiempo futuro se debió a la necesidad de plantear una situación dramática. La crisis económica, que se originó en EE.UU. en el año 2007, tal y como se plantea en La Conjura, sigue vigente en 2024. El país se encuentra absolutamente arruinado, ha perdido toda la magnificencia de la gozaba a nivel mundial y necesita urgentemente hallar una solución a este problema financiero que amenaza con sumirlo en un apuro de proporciones ingentes. Robert Nolan, el recién elegido presidente de la nación, al fracasar en el Senado al exponer su paquete de reformas para devolver al país la riqueza que tenía antaño, se ve obligado a adoptar otro tipo de medidas mucho menos populistas.
¿Tal vez en el subconsciente del autor subyace un investigador secreto?
Creo que en el subconsciente de cualquier autor de género negro, policíaco, thriller, suspense e incluso terror, subyace un investigador secreto. De hecho, es necesario que así sea. Somos creadores de toda una línea de investigación que ha de ir desgranándose poco a poco para que el lector participe de ella y posea siempre la misma cantidad de información que los propios personajes o que el propio autor en cada momento. Es más, considero que así debe ser siempre. Debemos jugar limpio con aquellos que nos leen.
El carácter del argumento desprende una estructura escrupulosa, ensamblada con un lenguaje neutro y frases breves, y puntuales al legítimo estilo norteamericano. ¿El uso de lengua en tales términos es acaso la herramienta verbal de La Conjura?
Por supuesto es una herramienta empleada en La Conjura y con una intención completamente marcada: dar mayor ritmo narrativo a la lectura. No sólo la propia trama del argumento impone el ritmo narrativo, sino también el propósito que el escritor busca causar en el lector.
En el caso de La Conjura, quería que los lectores no tuvieran tiempo para preguntarse qué ocurriría a continuación ni para que se devanaran los sesos con elucubraciones acerca de los sucesos subsiguientes. No, la finalidad era otra: crear la necesidad de seguir leyendo. Para ello me serví de un estilo narrativo muy directo, raudo, punzante, sin que existieran en él vocablos de gran complejidad semántica ni estructuras oracionales excesivamente largas. Si una frase se prolongaba demasiado, la siguiente era corta y clara. Considero que, de esta manera, conseguí crear una atmósfera novelística más tensa, además de aportarle una dosis de dinamismo al texto que, de otro modo, no habría tenido.
¿Al apuntar al presidente de una las naciones mas poderosas del mundo, Estados Unidos, como el organizador principal de un comando paramilitar de exterminio, no es acaso un reto mayúsculo para ti mismo?
Plantear la situación en sí no supuso un reto más complejo de lo que podría haber sido esbozar el contexto de otro tipo de novela; la labor de documentación, en cambio, sí lo fue. Todavía hoy, en la plenitud de la era digital y de la era de la información, existen muchas trabas para acceder depende de a qué tipo de datos. La política es algo que se quiere proteger y mantener lejos del ciudadano de a pie; por lo tanto, conseguir informarse al respecto fue, en ocasiones, una tarea tediosa. En cualquier caso, si hubiera algún error al respecto, espero que mis lectores sepan disculpármelo.
¿Una constante en tu narrativa es el ritmo secuencial que imprime el narrador desde la primera página, podrías atribuirlo a la exigencia de la trama en la novela?
A una exigencia de la trama de la novela y a la intención narrativa que el escritor quiere aportarle. Es necesario, bajo mi punto de vista, que el lector se vea pronto atraído por el argumento de un libro, que éste “lo atrape” y le haga ser partícipe, en las sombras, de todo lo que sucede. Es decir, hay que involucrar al lector, y esto debe hacerse desde la primera página.
¿Qué satisfacciones te ha granjeado La Conjura desde el punto de vista del autor?
La Conjura supuso mi debut en el mundo de la literatura, y eso, para cualquier escritor, ya es una enorme satisfacción. No obstante, a medida que la novela iba estando en circulación y que la gente que la leía exponía sus opiniones acerca de la misma, esa satisfacción de la que hablamos adquirió un tamaño inmenso. Y es que, en la gran mayoría de los casos, a los lectores les había gustado la trama y el modo en el que había sido planteada y escrita. Y eso, cuando alguien te hace llegar sus impresiones sobre una novela a la que le has dedicado meses de trabajo y esfuerzo, es un deleite y una fruición que no se puede expresar con palabras.
Tu visión literaria aguda de la realidad del argumento incurre en la penetración psicológica de sus personajes. Explícanos eso.
Los personajes son el motor que hace andar a la novela, por ello deben ser entes que, dentro de la propia ficción a la que pertenecen, expongan una verosimilitud que los haga más reales y creíbles. Y esto, bajo mi punto de vista, no se consigue a través de descripciones exhaustivas acerca de sus aspectos físicos. El componente psicológico, por tanto, resulta fundamental.
De nada sirve que yo, como escritor, le diga al lector que tal o cual personaje es valiente, o leal, o traidor. El lector tendría que creérselo a ciegas por el mero hecho de que el narrador omnisciente así se lo ha comunicado. En cambio, si a través de las actuaciones de los personajes, le demuestras al lector cuál es la psicología de ese personaje, la impresión que tenga acerca de él la habrá deducido por sí mismo. Es decir, será una conclusión a la que habrá llegado porque el escritor le ha orientado a hacerlo, no porque se lo haya impuesto.
Es importante, además, trabajar las distintas personalidades que van a tener cada uno de los personajes. Ese va a ser su rasgo distintivo y, por lo tanto, deberá ser un reflejo lo más cercano posible a la realidad que rodea al lector. No resulta válido crear un personaje artificial, alguien que no podría existir en la vida cotidiana, pues una novela, aunque exponga una ficción, no es más que un reflejo desvirtuado de la realidad.
¿Qué novela tuya te identifica? ¿Por qué?
Todas mis novelas poseen una parte de mí, en mayor o menor medida. En ellas he depositado una proporción de mi persona individual, de mis impresiones acerca de ciertos temas o de las preocupaciones que podrían estar asolando mi mente en cada momento. En consecuencia, todas son igual de importantes, independientemente de si han sido publicadas o no. Y es que son extensiones de mi cuerpo, de mi cerebro y de mis propios sentimientos, algo que sólo yo he engendrado. Podría decirse, incluso, que son algo así como mis “hijos/as literarios/as”.
¿Alexander pertenece al grupo de escritores que durante el proceso creativo prefiere ser lector y así autocorregirse?
A esta interesante pregunta voy a darle dos respuestas que quizá puedan parecer contradictorias, pero así es como ha sucedido y es preciso ser sincero.
La Conjura fue la segunda novela que escribí. Quizá porque cuando me puse a ello tenía el firme propósito de tratar de publicarla, sentía la necesidad de tenerlo todo controlado. Por ello, después de bosquejar la línea argumental y de invertir varios meses en documentarme, me contaba la historia a mí mismo una y otra vez, una y otra vez. Así, cuando me senté a redactarla, fue como escribir al dictado. Literalmente me la sabía de memoria.
La Conjura fue un ejercicio de redacción, no de escritura espontánea. Apenas tardé un mes y medio en darle fin y el resultado satisfizo mis expectativas; no obstante, desperdicié gran parte del proceso de ser escritor.
En el caso de mi primera novela — En el infierno, la cual sigue condenada al ostracismo y a la soledad de un frío cajón —, de Las manos de la venganza y de Norrington — la novela que escribí entre La Conjura y Las manos de la venganza, y que recientemente he terminado después de revisarla y reescribirla por completo — el proceso creativo fue completamente distinto. Tenía una idea muy vaga de lo que sería la línea argumental y el resto (escribirla, confeccionar la psique y el aspecto de los personajes, narrar los sucesos que ocurrirían y cómo se llevarían a cabo…) fue sucediendo de forma espontánea. Y, ciertamente, me resultó mucho más grato escribir así.
Es decir, me convertí en un escritor que se sentía lector, en una persona que anhelaba saber qué ocurriría a continuación. Por supuesto, tras esto hay una labor que un “lector de a pie” no llevaría a cabo (documentación, corrección, selección de estilo y de narrativa a emplear…), sin embargo, la sensación que me gobernaba era la misma que puedo sentir cuando un libro llega a “engancharme”.
En cuanto al proceso, escribo y corrijo constantemente. Una frase, una expresión, una descripción pueden tener mil formas distintas, pero sólo una que llegue a agradarme. Trato de hallar esa perfección personal; aunque considero que cualquier escritor obrará del mismo modo.
¿Qué géneros literarios dominas y en los cuales prefieres escribir? ¿Alguno elegido te define?
Mis géneros de escritura, y también de lectura, son la novela negra, la novela policíaca, el suspense, el thriller, el terror… No obstante, tampoco me gusta encuadrarme en uno solo. En el mundo en el que vivimos, existe la necesidad de ponerle etiquetas a todo para poder guardar las cosas en su respectivo cajón. No comparto esa visión. Cualquier novela tiene trazas de muchos géneros, y las mías no son una excepción.
En relación a las “etiquetas”, me identifico más con los géneros ya comentados. ¿Quizá soy una persona misteriosa e intrigante? No lo sé. A eso deberían contestar las personas que me conocen…
- Las manos de la venganza, tu segundo hijo literario, ¿qué te aportó como autor?*
Podría decirse que fue como una especie de consagración.
Cualquiera que haya leído La Conjura y, posteriormente, Las manos de la venganza observará una evolución notable en mi manera y forma de escribir. Las manos de la venganza es una novela mucho más consolidada, más madura. Se manejan más tramas y se enredan para causar confusión en el lector, el cual, hasta la última página, no podrá averiguar cómo termina el libro.
Por el momento — apenas lleva un par de meses a la venta —, los resultados obtenidos son alentadores. Creo que está teniendo una buena acogida y que a la gente le está gustando. Eso es lo importante.
¿Cuál es el mensaje que le regalarías a tus lectores invitándolos a disfrutar de La Conjura y Las manos de la venganza?
Son libros que, a pesar de las diferencias que los propios argumentos ponen de manifiesto, tienen un ritmo rápido e incesante. Se trata de novelas que invitan al lector a sumarse a la trama y a sumergirse en ella. Creo que cualquier amante de las novelas de intriga podría disfrutar con la lectura de estas obras. Así que, ya sabéis, lectores…
Maritza Luza Castillo es una periodista y escritora peruana que ha colaborado con diversos medios y revistas literarias. Sus poemas han aparecido en antologías publicadas en España, Italia, Argentina, República Dominicana y otros.