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Por José Miguel Silva @jomisilvamerino

Ricardo González Vigil presentó durante la última Feria Internacional del Libro su antología El cuento peruano 2001-2010 (Petroperú 2013), un texto que recoge brillantes piezas narrativas de 69 autores nacionales.

¿Bajo qué criterios González Vigil armó su antología?, ¿qué características tienen estos escritores?, ¿habrá una nueva entrega de esta colección? Para responder estas y otras preguntas, conversamos con el poeta y crítico literario sobre sobre algunos aspectos básicos de esta interesante publicación, cuyos dos tomos ya están a la venta en las principales librerías del país.

¿Existen ingredientes básicos para un buen cuento?
Mira, no creo que haya una fórmula exacta. A veces uno tiende a identificar a los cuentos por las reglas que estableció Edgar Allan Poe, pero yo no creo eso. Considero que hay el cuento oral, tradicional, que, por ejemplo, con Ricardo Palma te promete algo, pero luego te cuenta otra cosa. Eso le molesta a Luis Loayza, decía que Palma no respeta, como si hubiera una fórmula. Yo no creo eso. No obstante, con todas estas aclaraciones, creo que el texto debe ser un texto breve donde debe ser significativo el factor narrativo. Ya sea que predomine o ya sea el marco que englobe el texto, diempre debe haber una marca narrativa. Lo puramente lírico o lo puramente reflexivo no es un cuento. Por otro lado, no creo que un cuento deba acabar bonito o en un final feliz. Yo creo en la variedad y en la creatividad.

Es difícil encontrar una homogeneidad narrativa en un país como el Perú…
Como dice Arguedas, somos todas las patrias. Cuando selecciono los cuentos para esta antología, primero dedico una sección al relato oral. El relato oral se inscribe en un universo distinto, cuando todavía la literatura no es concebida como una actividad especializada. Estamos hablando de una época en la cual se mezcla el mito, la sabiduría, el texto no pretende ser ficción. Lo cuentan como si hubiera ocurrido. El significado es simbólico más que todo. Hay mil versiones de Caperucita roja. No es como un cuento de Ribeyro en donde no debes modificar ni una coma. Es imposible juzgar con los criterios de la literatura contemporánea a los relatos orales.

¿Cuál fue el criterio de selección que usted tuvo para elegir a los autores?
Un problema que siempre se plantea en toda antología es si vas a poner lo representativo o si vas a poner lo que a ti te parece lo mejor. Busco un equilibro. Trabajo con lo que me parece representativo y escojo lo mejor de cada tendencia. No intento pontificar en absoluto. No hay una concepción del arte, sino varias. Este es un racimo muy variado que permite recoger la complejidad del Perú. No me reduzco solo a los nombres más conocidos o a los internacionales, sino al contrario.

¿Siempre se van armando grupitos de autores?
Ese es un peligro que está siempre. Algunos arman grupitos de fama, otros que son marginales. Hay los excluidos y también los que se consideran ‘malditos’, distintos o ‘raros’. No se integran. Hay que respetar eso. También están los excluidos, que por equis razones, por temas personales, no sé, o que entraron a la polémica con la generación anterior. Hay discusiones mezquinas.

Lo cual no es algo nuevo…
Cervantes, Lope de Vega, Góngora y Quevedo se insultaban en el Siglo de Oro. Pequeñeces, odios personales. Cuando ves que Neruda detesta a Borges. Borges no menciona a Vallejo, porque este se burló de él. Mira, te estoy hablando de genios, de gente que va a perdurar.

Las peleas son algo que va existir siempre…
Es humano. Lamentablemente, hay gente que no solo se dedica a publicar su obra, sino que busca imponerse, entrar al mercado. Gente que sabe vincularse crea solidaridades. A veces hay agentes detrás, etc. Muchas veces este elemento adultera o desfigura el valor real (de una obra) y a veces se necesita el valor del tiempo para recuperarlo. En El cuento peruano yo abordo textos de todas las épocas. El problema son las últimas décadas. Hubo la polémica entre los andinos y los criollos. Algunos trataron también de ridiculizar la literatura hecha por mujeres. Es difícil, trato de mirar y adelantarme a un juicio que no se deje llevar por lo extraliterario, por las amistades, los grupos o lo ideológico. Siempre he tratado de evitar esto.

Es complicado para un crítico ser objetivo…
Es cierto, no existe la objetividad. Siempre hay un margen de error, pero yo no me dejo llevar programáticamente porque tenga una visión ideológica. Son más que todo las limitaciones que puede tener cualquier ser humano. Por más que yo quiera tener un gusto amplio, y soy muy abierto a todo tipo de literatura, tengo mis gustos y preferencias.

La antología le brinda espacio a autores de provincia también…
Cada vez hay más producción fuera de Lima. Viajo y trato de ver qué se publica afuera. No me gusta ese centralismo que lamentablemente existe. A veces, no conoces suficientemente la producción editada fuera de Lima. El problema es qué se publica afuera. Eso no llega mucho. Felizmente, la Feria del Libro cada vez es más activa. Mira, tuve un problema porque encontré mucho material. Me quedé con las ganas de juntar más autores.

¿Quiénes no pudieron entrar en la antología?
Los que me parecían imprescindibles están acá. Los únicos que no entraron fueron por razones de espacio, pero ojo, pasa con autores que ya están en varios tomos. Por ejemplo, Edgardo Rivera Martínez me parece uno de los mejores escritores peruanos vivos. Él tiene cuentos entre el 2001 y el 2010 pero ya está en varios otros de los tomos anteriores. Debí sacrificarlo por un tema de espacio. También me ocurrió lo contrario. Por ejemplo, el caso de Carlos Herrera. Ya está en varios otros tomos, entonces ¿por qué aparece nuevamente? Porque su cuento es bien diferente a los publicados antes.

También están en la antología los ganadores del Premio Copé Cuento…
Es que es el concurso literario más importante del país. Lápices, de José de Piérola, ganó el Copé de Oro. Me parece un cuento insólito. Un tipo comienza a comerse los lápices. Se trata de un relato muy diferente a sus obras previas, que eran más relacionadas a la violencia política. Gane o no el Copé, yo lo iba a poner de todas maneras.

En este tomo hay una gran presencia de mujeres. Está por ejemplo Claudia Ulloa…
Es una escritora extraordinaria, fabulosa. También es poeta, aunque muchos no la consideran por ese lado. Ella ha sido parte de varias antologías, incluso fuera del país. En estos años, Claudia es una voz insustituible. De lejos, este es el tomo en el que aparecen más mujeres. Laura Riesco, Christiane Félip–Vidal, Mariana Llano, Patricia Miró Quesada, Alina Gadea, Yeniva Fernández, Karina Pacheco, Alessia Di Paolo, Rosanna Díaz Costa, Susanne Noltenius, Julia Chávez, Julie de Trazegnies, Kattya Adaui, Gabriela Caballero. Son 14 mujeres con cuentos formidables.

En los antologados también está Daniel Alarcón. Un escritor que nació en Perú, pero rápidamente fue a Estados Unidos. Fue allá donde se formó y hoy brilla internacionalmente…
Primero, quería resaltar un detalle. El grueso de este tomo son narradores que se han dado a conocer en estos años. Algunos quizás a fines de los 90. La mayoría nacieron en los 70, algunos a fines de los 60 y, por ejemplo, Castañeda a inicios de los 80. En un lapso de 15 años, que le encantaría a Ortega y Gasset para denominarlos ‘generación’. Yo no uso esa palabra porque se ha manipulado mucho. Ese grupo tiene una fuerza narrativa grandiosa. Uno de los principales, como dices, es Daniel Alarcón. El único que podría competirle en cuanto a reconocimientos es Santiago Roncagliolo.

Ciudad de payasos (Cuento de Alarcón) está en la antología.
En mi opinión, no es necesariamente su mejor cuento, pero sí es el cuento, dentro de esos años, que más impacto ha tenido. Es el que ha llamado más la atención en toda la época. Si uno tuviera que elegir un cuento representativo de esos años sería ese. Daniel en todos los espacios se coloca del lado de los pobres y los marginales. No es entonces un evadido, un criollo o un globalizado, pero tampoco es un telúrico, un andino, sino un autor de proyección planetaria, que hace suya la heterogeneidad sociocultural, comulgando con sus raíces latinas, negándose al chauvinismo aislante, pero también al uniformismo globalizador. Esto lo destaco en la nota previa al cuento suyo que aparece en la antología. Daniel ha triunfado en Estados Unidos. Se le escapó a los grupitos de famosos que hay en la lengua española. La estructura del mercado editorial hispánico tuvo que ponerse al día con él.

¿Cuánto marcó la época del terrorismo a estos autores nacidos en los 70?
La literatura no refleja, sino refracta. Hay algunos que a veces caen en el documento directo, pero eso no tiene mucha importancia literaria. Son los otros, los que pueden crear de una manera más simbólica una historia. En algunos es más obvio porque abordan el tema de la violencia, pero en general no se pueden librar de este tema. Son escritores que pasaron su infancia o su pubertad en los 80. Aunque no solo el terrorismo, sino también el desborde popular del que habla Matos Mar, que creo que a la larga eso quizás es más importante. Esa sensación de informalidad que hay en el Perú. El desastre que fue la hiperinflación. Se mezcla el desorden, el desborde y el terrorismo. ¿Cómo sobrevivimos a esto? Bueno, lógicamente los autores están muy marcados. Algunos de forma muy fuerte, como Martín Roldán. Otros optan por una literatura más metaliteraria, más de juego formal, quizás de reconstrucción irónica. Dentro de ello también está la llamada cultura de la posmodernidad, que cuestiona la idea de nación, la idea de que el escritor debe hablar de su patria. Varios dicen que no, que su patria es el lenguaje, como si eso no fuera algo social.

A veces esperamos que venga un premio para reaccionar y reconocer la calidad de nuestra narrativa…
A mí me gusta la creatividad y ver la diversidad. Creo que la narrativa peruana es muy buena. Es cierto, hay mucho prestigio de nuestra poesía y con mucha razón, pero a veces no somos conscientes de que tenemos una creatividad narrativa muy importante. En Perú tenemos al Inca Garcilaso, el primer gran narrador escrito que dio el continente. Tenemos a Ricardo Palma, a Vargas Llosa, a Arguedas y muchos más. Pocos países hispanoamericanos pueden mostrar una tradición narrativa como la peruana. Ya se consagró la poesía, magnífico, pero a veces no nos damos cuenta que somos también un país de narradores.