(Video: La Prensa)

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Por José Miguel Silva / @jomisilvamerino

El 2 de marzo de 1974, un hombre que decía llamarse Heinz Ches fue ejecutado a garrote vil en España por orden del dictador Francisco Franco. Casi 20 años después, un periodista español de nombre Raúl Riebenbauer decidió investigar el caso de quien en realidad sería el alemán Georg Welzel.

Nueve años le tomó a ese periodista, documentalista, escritor y profesor español dar con la verdadera historia de uno de los cientos de miles de desaparecidos que existen en la historia de la humanidad.

El silencio de Georg: La investigación periodística de un crimen de Estado (Fondo Editorial UPC-2013), es un libro de periodismo literario muy bien trabajado, que evoca las mismas gratas sensaciones que te genera leer el clásico periodístico A sangre fría, de Truman Capote.

Si bien esta publicación es de obligatoria lectura para estudiantes de periodismo, también es un relato ágil y estremecedor que sin duda interesará al público en general.

Podría decirse que te has reinventado en el Perú…
En España trabajé durante buena parte de mi vida como guionista de programas de televisión. Esa fue la profesión que me ha dado de comer. En paralelo, ha sido el camino de la investigación de casos, que han acabado en libro o en documental, y ya al llegar al Perú tuve el deseo de reinventarme, estaba cansado del mundo de la televisión y me planteé la posibilidad de compartir lo que he aprendido hasta ahora.

Dictas un curso de Periodismo Literario, lo cual cae ‘a pelo’ con tu experiencia previa…
Fue muy interesante y ocurrió gracias a la decana de Periodismo en la UPC, porque ella me propuso ser el profesor de esta asignatura. Me siento muy feliz acompañando a los estudiantes en el proceso de escritura de su libro.

Tú tomas a esos alumnos al final de su carrera, cuando la vocación está supuestamente clarísima.
Más que alumnos, para mí ya son colegas. Varios de ellos ya trabajan en medios. Lo que sí no han hecho muchos de ellos es enfrentarse al reto de escribir un libro. Agarro a unos estudiantes lanzados a la vida profesional.

El silencio de Georg tiene el estilo de A Sangre Fría. ¿Este es el periodismo que más te gusta?
Mi comienzo profesional fue la prensa escrita. Trabajé en un periódico regional, luego publiqué reportajes y entrevista en El País. Este formato, en el que uno puede desarrollar una historia en 300 páginas, por supuesto, este es el periodismo que más disfruto. Claro, que también disfruto mucho los documentales. Yo soy documentalista y me fascina contar historias. Cuando encuentro una historia y la empiezo, no sé si terminará en un libro o en un documental. De alguna manera, esto último no necesariamente es periodístico, pero en mi caso – al ser periodista – sí hay un tinte de ese tipo.

¿Por qué decidiste cambiar algunos nombres de los protagonistas de El silencio de Georg?
El proceso de nacimiento de esta historia fue muy doloroso. Luego de muchos años de trabajar esta historia, yo le ofrecí esto a una productora y después de un tiempo esa (empresa) decidió apropiarse de mi trabajo. Me despidieron de mi propio largometraje documental. En ese momento apareció un abismo en mi vida. Creo que la escritura ayudó a salirme de él. En ese proceso de escritura, como había varias personas que me habían ayudado, sentí que debía protegerles ante un posible conflicto con la productora. Esa fue mi elección, proteger esas identidades. Ya pasaron ocho años de publicado este libro en España y sentí que ya esto no tenía sentido. Decidí que todas las personas cuyas identidades habían sido modificadas, las recuperen.

¿Esta publicación entonces es una versión diferente a la publicada inicialmente en España?
Efectivamente. No es una reedición, sino otra versión. Si bien los cambios son del 0,1%, para mí son suficientes. Aproveché para – luego de revisar el manuscrito – cambiarle unas cositas pequeñas, son cuestiones casi de matices. Siento que este es el libro que me hubiera gustado publicar hace ocho años.

A diferencia de Europa, acá los periodistas no publican muchos libros…
He leído Muerte en el Pentagonito(Ricardo Uceda), además los trabajos de Luis Jochamowitz sobre Vladimiro Montesinos. Considero que en Perú los periodistas de investigación tienen mucho trabajo en el día a día y quizás les falta tiempo para sentarse a escribir (libros). Desgraciadamente, en el Perú hay muchas cosas que investigar en el día a día y eso te exige mucho tiempo y mucha energía.

Has tomado casi una quinta parte de tu vida en investigar el libro. Ahora que ya pasaron ocho años de la primera publicación, ¿has logrado desligarte del personaje de Georg?
Ocho años pasaron de la primera publicación y 18 desde que empecé a investigar el caso. De alguna manera, siento que esta historia me va a acompañar de por vida, en el sentido de que se trata de una injusticia y de una identidad perdida que yo recuperé. Esos dos rasgos me vincularon a esa historia y de alguna manera me vinculan a otras, relacionadas a identidades perdidas o a las injusticias. A El silencio de Georg le debo el haberme convertido en otra persona, en un ser más comprometido, que denuncia, que cree que otro mundo mejor es posible; pero para eso hay que trabajar mucho. La obsesión que me arrastró durante casi 10 años ya no es la misma, pero sí existe aún un vínculo con la familia de Georg.

¿Hay más Heinz Ches en la historia del franquismo?
En la del franquismo y de la humanidad en general. De hecho que esta era una historia que tenía tanto detrás, de lo que yo no tenía conciencia cuando me topé con el caso. Vi el diario El caso con la noticia y nunca fui consciente de todas las cosas que iría descubriendo y que irían formando una identidad, pero que en esa dictaduroa hubo más Heinz Ches, claro que sí.

¿Podría decirse que en el caso de Heinz Ches tú quisiste hacer justicia con tus propias manos y hallar la verdad de lo que pasó?
No fui consciente de todo eso en el proceso. A veces no es fácil saber qué te mueve, pero cuando reflexiono sobre lo realizado sé que, efectivamente, fue eso lo que me movió. A mí me daba igual que sea un criminal o no, lo importante era que su vida no le importaba a nadie. La vida de Heinz fue utilizada como quien usa un objeto, una pieza de ajedrez. Su vida sirvió para completar la otra ejecución. Ese fue el crimen de Estado, independientemente de si Heinz era o no un criminal. Ahí había una injusticia de base y sí, el motor de tratar a llegar al fondo de esa injusticia, fue lo que me movió.

¿Qué encontrará el lector en esta historia de un alemán que murió en España?
Es la historia de alguien que trata de encontrar la identidad de una persona desaparecida. En el Perú hay cerca de 15 mil desaparecidos, 69 mil víctimas estimadas (en la época de terrorismo). Miles de historias perdidas, que deben ser recuperadas con nombres y apellidos. Deben ser recuperadas para que no ocurra lo que ocurrió en España, un proceso de amnesia casi irreversible.

En varias partes del libro se nota lo complicado que fue para ti calificar de asesino a Heinz ¿Por qué te fue tan complicado eso?
Cuando alguien investiga durante tantos años una historia vinculada a una persona que fue víctima de un proceso injusto, es fácil que exista un proceso de identificación. En realidad, en algún momento del libro, yo confieso que fui víctima de un síndrome de Estocolmo. Hay un detalle importante en el libro y es que yo siempre quise ser honesto con el lector. No le voy a engañar tratando de convertir a Heinz en un héroe, en un no-criminal. Yo al lector le cuento que estoy atrapado con la historia y que sufro ese síndrome de Estocolmo. El periodismo debe ser honesto y al lector debe mostrarle lo que está haciendo y porqué razones lo hace.

¿En qué momento de los nueve años de investigación pensaste en dejar todo y mandarlo al tacho de basura?
Si tuviera que elegir el momento más duro, sería cuando aún no había libro, iba a hacerse un documental y se apropian de mi trabajo. En ese momento sentí el deseo de abandonar todo. Si no abandoné, fue fundamentalmente por la hermana de Salvador Puig Antich (el anarquista que fue asesinado junto a Heinz Ches). Ella me sacudió y me alentó a escribir la historia. Y ya dentro de la historia, creo que el momento fundamental fue el instante en que conocí al hermano y a la hermana de Heinz. Ese fue un momento realmente complejo. Ellos incluso creían que yo llegaba al encuentro con su hermano. Imagínate el dolor.

¿Cuáles son tus planes como escritor?
No tengo la capacidad de estar generando proyectos de este volumen de una manera tan seguida. No hay otro libro (escribiéndose), pero sí va a haber otro más adelante. Seguro de alguna historia relacionada con el Perú, casi con toda seguridad será sobre algo relacionado al período de la violencia. No te puedo decir cuántos años me tome. Para mí ese es el placer de estas búsquedas. Empiezo las cosas y no sé cuándo acabarán.

Siendo profesor, ¿qué aconsejas a tus alumnos sobre el periodismo?, ¿cuál es el significado de buen periodista?
Trato de compartir con mis alumnos lo que yo he aprendido en el camino. Busco transmitirles tres valores: la honestidad, la rigurosidad y – más en mi caso – el compromiso. Para que Edmundo Cruz y Ricardo Uceda puedan investigar el caso La Cantuta, pues debieron tener compromiso. Ese compromiso termina beneficiando a uno mismo y por supuesto a la sociedad. Otro mundo mejor es posible siempre, pero hay que hacerlo desde el compromiso.