Síguenos en Facebook



Por José Miguel Silva @jomisilvamerino

Andrés Beltramo logró lo que muchos añoran y no logran pueden hacer durante toda su vida: mirar a los ojos a dos papas en actividad. Conversamos con este periodista argentino, coautor de De Benedicto a Francisco: Los 30 días que cambiaron la Iglesia (Planeta, 2013), un texto notable no solo en lo periodístico, sino también en lo simbólico y lo espiritual.

Desde su labor como vaticanista (reportero que realiza labores en la Santa Sede), Beltramo fue testigo de los días que propiciaron un hecho sin precedentes: la dimisión de un Sumo Pontífice y la emotiva elección de su sucesor.

¿Eres un vaticanista creyente?
Sí, pero esto no es como un requisito indispensable para ser un vaticanista. El periodismo es el periodismo, tiene una ética y una deontología. La profesión no debe ser contaminada en ningún momento por las creencias ideológicas ni religiosas. Creo que hay buenos periodistas y malos periodistas. En lo único que sí podrían ayudar (mis creencias) es que en la Iglesia se dan ritos y formas. Si uno es católico, se evita tener que informarse al respecto.

¿Con qué colegas te encuentras mientras haces tu trabajo en Roma?
Hay de todo. Desde ateos militantes hasta judíos que cubren el Vaticano. También hay gente que piensa como yo y, por supuesto, católicos militantes.

El libro respeta mucho a la religión católica…
Este es un libro escrito a cuatro manos. Hay muchas ideas dentro de él. Cada autor tuvo unos capítulos a su cargo. En ese sentido hubo una libertad total.

Se nota que César Mauricio es más creyente que tú…
Se nota que él prefirió manifestarse de otra forma, siento que yo hago el equilibrio. A mí me tocó la crónica de la elección de un gran líder, ahí es más fácil no entrar en juicios de valor y quedarse en un relato fiel de los hechos.

Por ratos parece que tu coautor responde anticipadamente las preguntas que tú deslizas en tus capítulos…
La noche de la renuncia de Benedicto XVI, César Mauricio me propuso escribir un libro a cuatro manos sobre el hecho. Al otro día nos sentamos a comer y le dije que sí, que debíamos hacer una lista de cosas necesarias de explicar sobre la renuncia. Cuando vimos el texto, notamos que habíamos repetido algunas cosas. ¿Las dejamos o las sacamos?, era nuestra duda. Concluimos que era bueno dejarlas porque, a pesar de que eran cosas similares, quizás unas respondían a las otras. O quizás la visión de de mi coautor no era igual a la mía, por lo que era importante compartir con el lector ambas visiones.

Durante el papado de Benedicto se difundían mucho las denuncias por abusos sexuales de algunos malos sacerdotes, pero quizás no tanto la cita que tuvo el papa con las víctimas de estos hechos, ¿por qué no hubo esta misma cobertura?
En su momento eso sí impactó. En Estados Unidos fue muy significativo. Benedicto respondió durante el viaje sobre el tema de la pederastia. Luego se reunió en Australia, en Malta y en Roma con las víctimas. Lo cierto es que la relación entre el papa y la prensa era hostil. Lo que vimos en la prensa era (mayormente) los escándalos, las turbulencias y las dificultades. Eso desgastó mucho a su pontificado, quizás porque el papa no era mediático. Desde su forma de ser (alemán), desde su rostro, parecía poco simpático a la gente. Esto a pesar de que él siempre intentó acercarse a las personas. En Polonia llegó a dar misas ante un millón y medio de ciudadanos. Eso es insoslayable. Dudo que algún líder político o una ‘rockstar’ pueda congregar tal cantidad de gente.

Hubo polémicas muy fuertes durante la gestión de Ratzinger…
Claro que sí y algunas muy graves. De sus colaboradores y también algunos errores de valoración de él mismo que terminaron por complicarle la vida. Como por ejemplo el discurso de Ratisbona, el tema de los árabes. El affaire Williamson de la negación del Holocausto. Todas estas cosas en las que voluntariamente o no el papa se vio involucrado desgastaron mucho su imagen.

Por ratos eres muy crítico con el trabajo de la prensa italiana. ¿En Roma están muy pendientes de lo que ocurre con el papa?
El italiano es muy afecto a los grandes misterios y a las grandes tragedias. Claro, Italia está plagada de estas grandes historias. Hay grandes asesinatos o incidentes que plagan la vida italiana y que le gusta (consumir) a sus ciudadanos. El Vaticano es un ámbito ideal para estas historias y ha influido mucho a la prensa italiana. Grandes medios tienden mucho a inflar la información. Uno, estando ahí y teniendo la misma información que ellos, puede comprobar que sus interpretaciones son mucho más exageradas.

Como cuando tocaron el tema de la renuncia de Benedicto XVI…
Una parte de la prensa italiana dijo que el papa tiró la toalla ante los escándalos. Mira, yo no digo que no haya tenido importancia para la decisión, pero también demuestro que el papa, antes de esos escándalos, había hablado de la posibilidad de renunciar. Esa es una prueba periodística que no puede dejarse de lado. La renuncia del papa no podía ser explicada a partir de una sola cosa, sino por una multiplicidad de factores.

¿Recuerdas alguna anécdota con Ratzinger?
Él tomó posición en abril de 2005 y yo llegué a Roma en febrero del 2006. Hice 12 viajes con él, nueve de ellos en el avión papal. Lo he saludado más de 20 veces, he hablado con él y, por lo tanto, lo conozco. Recuerdo mucho su última audiencia con el presidente de Guatemala. Esa vez pude saludar al papa y le agradecí porque creo que fue un gran personaje, periodísticamente hablando. Por otro lado, recuerdo cuando estaba la crisis de la gripe AH1N1 en México. Le pregunté en una audiencia si estaba al tanto de lo que ocurría en ese país y me dijo que él rezaba mucho por México. A pesar de que tenía 10 mil cosas en la cabeza, cuando tú lo mirabas y le hablabas, él entablaba un diálogo muy correcto y bien informado contigo.

¿Crees que él renunció siendo consciente de que había ordenado la casa?
Creo que sí. En una entrevista, Benedicto XVI fue consultado sobre si pensó en dimitir por el escándalo de la pederastia y respondió: “Uno no debe renunciar en un momento de crisis”. Le volvieron a preguntar si había algún caso en el que un papa pueda renunciar y respondió: “Si un papa se da cuenta de que no tiene las fuerzas físicas ni espirituales para seguir su labor, no tiene solo el derecho, sino también el deber de renunciar”. Creo que Ratzinger esperó que haya esa ventana de tranquilidad para renunciar. Lo hizo además luego de haber ordenado varias cosas que detallamos muy bien en nuestro libro.

Cuentas cómo aquella mañana de la renuncia de Benedicto los periodistas se sorprenden y se confunden preguntándose si el papa había dicho lo que finalmente dijo. Que se dejaba el cargo…
El 50% de los gritos “¿renunció, renunció?” tenía que ver con el idioma latín en el que habló el papa. El otro 50%, con la incapacidad para aceptar que eso era posible. Era inédito que se dé una renuncia fuera de un ámbito de conflicto en la Iglesia. Tuvimos una especie de consciencia colectiva, con la duda de que fuera verdad lo que el papa decía y, al mismo tiempo, la adrenalina de tener que contar lo que ocurría. Todo se mezcló. La lucidez no me caracterizó en ese momento. ¿Tuiteo eso, mando el urgente? Creo que ese fue el instante más sorprendente e importante de mi vida, solo podría compararlo con el nacimiento de mis hijas.

Si había mayoría de cardenales europeos, ¿por qué se decidió elegir a un nuevo papa latinoamericano?
Había un gran hastío con respecto al ‘Vatileaks’, imagínate un cardenal en Colombia. Está lidiando con grandes problemas y, además de eso, todos los días recibe chismes de la gente sobre lo que pasa en Roma con el ‘Vatileaks’ y las denuncias sobre otros temas. Evidentemente, este obispo se pregunta “¿Qué está pasando aquí?, yo aquí resolviendo problemas y desde Roma nos llegan todas estas crisis y escándalos”. Creo que hubo (en los cardenales) un conocimiento de lo grave de la situación. Cuando llegan a Roma (para elegir al nuevo papa), había la idea de cambio. Otro factor importante era lograr una renovación de la Iglesia europea, la indicada era América Latina. Se había instalado la idea de que si se elegía un papa no europeo, tenía que ser latinoamericano. Finalmente, hay un tercer factor: las discusiones previas al cónclave. Los cardenales dijeron varias cosas a puertas cerradas. Ahí hubo tres aspectos, pero uno fue vital: el discurso del argentino Jorge Mario Bergoglio. Un mensaje que no buscó el conflicto ni el reclamo, sino sobre la misericordia. Esto fue fundamental para que se diga que él era quien pueda ejecutar el cambio.

En tu libro mencionas a los voceados, pero no hay ninguna palabra sobre el cardenal peruano Juan Luis Cipriani…
Es que no sonaba como papable. Mira, los papables respondían también a una necesidad de consensos. Un papable no es solo su figura, precisa de una imagen y de un sentido de pertenencia. En América Latina, fuera de Bergoglio no había esa figura, todos tenían puntos débiles.

Mencionan en el libro una idea de la ‘trilogía’ conformada por Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco. ¿Por qué esta apreciación?
Son papas no italianos. Muchos consideraban que luego de dos papas no italianos era el momento de regresar al Obispo de Roma. La elección de Bergoglio es una continuidad en esta idea de internacionalización del papado. Además, existe un hilo conductor muy interesante entre los tres: se trata de tres papas muy humanistas, que están muy preocupados por la pérdida del ser humano dentro del mundo de hoy. Son como tres lados de un solo triángulo: Juan Pablo II, luego de las dificultades del siglo XX, Benedicto XVI interpretando teológicamente eso y Francisco llevándolo a la práctica. Esto es ya una interpretación de los sectores más religiosos, creo que hay una gran continuidad entre los tres personajes.

El tenista Juan Martín del Potro dijo hace unos días que el papa Francisco es más grande que Lionel Messi, ¿cómo lo ves tú?
Pienso igual. El papa es el personaje argentino más importante de la historia, simple y sencillamente porque el papado es una institución previa incluso a la propia Argentina. El país tiene 200 años y el papado tiene 2 mil. Es también una historia milenaria, que rebasa las fronteras argentinas. Messi es un personaje que está en España, gusta a las personas que ven el fútbol, pero el papa es un referente para 1.000 millones de personas en el mundo. La fuerza de una persona que es un líder de referencia, que a donde va lleva la cultura argentina, pone al papa aquí arriba y a Messi y a todo el resto, más abajo. Es muy diferente el grado de contribución a la humanidad que hace el papa con referencia a otros personajes argentinos.