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En noviembre del 2009, cuando el mundo reaccionaba compungido ante el suicidio del arquero de la selección alemana Robert Enke, Andreas Biermann fue el primer jugador del fútbol alemán que públicamente reconoció sufrir de depresiones.
El entonces defensor del St. Pauli no tuvo inconvenientes en llamar al problema por su nombre y no solo aceptó estar enfermo, sino que reconoció: “Yo también he intentado suicidarme”.
Pidiendo ayuda a gritos
Biermann, quien fue encontrado sin vida en su apartamento de Berlín el viernes pasado, constantemente se puso en contacto con sus empleadores, sus seres queridos y los aficionados, para compartir con ellos sus problemas. Reconocer sus depresiones, lo que lo convirtió en un símbolo de la existencia de este tipo de enfermedades en el fútbol alemán, fue ante todo un gesto en busca de ayuda.
Biermann contó en diferentes oportunidades que a lo largo de los últimos años intentó en tres ocasiones quitarse la vida: en el 2003, en el 2009 y en el 2012. El más reciente de ellos lo anunció y comentó en su página de Facebook, donde encontró voces de aliento que lo invitaron a someterse de nuevo a un tratamiento estacionario en una clínica. Como había hecho tres años antes, el jugador se internó y se puso al cuidado de los médicos especializados.
En su libro “Tarjeta roja a la depresión” Biermann lamentaría su decisión de haber hecho públicos sus problemas de salud mental. El jugador contó que entonces se sintió abandonado y sin respaldo en su deseo de ayudar y ser ayudado. Él explicaría que su objetivo fue “abrir los ojos” a la sociedad alemana ante un problema que existe en el fútbol pero pocos están dispuestos a ver.
“En lo personal hice lo correcto, pero profesionalmente me arrepiento de haber develado mi situación”, sostuvo.
En el 2011 él perdió su trabajo como futbolista profesional pues de acuerdo a lo que reveló su representente, para sus posibles empleadores representaba “una ganancia deportiva pero un riesgo emocional”.
Biermann optó por dedicarse a las labores como activista de su causa. El jugador visitó diferentes programas de televisión donde se discutieron los problemas emocionales y psicológicos de los futbolistas profesionales, empezó a hacer giras dando conferencias sobre su libro, y asistió a clases en la facultad de psicología.
Su compromiso desbordó incluso el campo deportivo y llegó a tal punto que en su página de Internet, y en las redes sociales, dio a conocer su número de teléfono privado animando a todos aquellos acosados por la sombra del deseo de suicidarse a contactarlo, a conversar con él, a no perder la oportunidad de quizás encontrar una salida.
El hombre tranquilo y sonriente
En el FSV Spandauer Kickers, el club aficionado de su ciudad natal, Berlín, en el que había encontrado refugio y trabajo, el futbolista de 33 años es recordado como un hombre “tranquilo y sonriente, amable y siempre de buen humor”.
Esa es también la imagen que queda en la memoria de todos los que conocieron al dos veces padre de familia, sobre el que su excompañero y amigo Torsten Mattuschka, capitán del Unión Berlín dijo con tristeza: “Esta es una tragedia, ¿qué tan desesperado se puede estar cuando pensar en tus dos hijos no logra detenerte? ¡Inimaginable!”.
Primero fue la estrella (Robert Enke) y luego el activista (Andreas Biermann), cuya muerte es la segunda de gran repercusión causada por la depresión en el fútbol alemán, que sigue trabajando intensamente en que la dimensión del problema no sea subestimada. Esa es una de las principales metas de la Fundación Robert Enke, donde participan la Federación Alemana de Fútbol (DFB), la Bundesliga, y el Ministerio de Salud.
En Alemania existe la esperanza de que la batalla contra la depresión en la que ambos futbolistas tristemente fueron derrotados sirva como aliciente para no dar por perdida la guerra contra la enfermedad.
(Fuente: Deutsche Welle )