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La Escuela Cusqueña, la corriente artística de Perú que destacó como una de las más importantes en la pintura colonial de América, es una etiqueta que esconde la riqueza y mixtura de estilos de los artistas peruanos, y que ahora una exposición presenta en sus distintas etapas.
La muestra “Pintura virreinal peruana: estilos y cambios formales” se exhibirá de manera permanente en el Museo de Arqueología, Antropología e Historia de Perú, ubicado en Lima.
“La palabra escuela es, a veces, una suerte de ‘facilismo’ que confunde. Los estudiantes creen que se trata de tres o cuatro características muy generales para resumir un estilo, (…) Piensan que la pintura colonial es un bloque inamovible, pero hay grandes períodos diferenciados de mucha producción”, explicó a Efe el comisario Jaime Mariazza.
A través de catorce pinturas religiosas, entre las que hay tres obras que nunca se habían exhibido antes, la muestra ofrece una selección de producciones virreinales que abarca desde el siglo XVI, con las influencias manieristas, hasta el siglo XIX, cuando los artistas cusqueños adquieren un estilo propio y más esquemático.
La muestra se abre con una “Oración en el huerto”, del artista Bernardo Bitti, como prueba del manierismo de influencia italiana en el que se basó la pintura virreinal de Perú desde la segunda mitad del siglo XVI.
Una serie de obras del cuzqueño Diego Quispe Tito muestran el paso hacia “un barroco muy naturalista” durante el siglo XVII, para posteriormente adaptar técnicas españolas que derivarán hacia el tenebrismo del pacense Francisco de Zurbarán, “cuya influencia se mantuvo hasta el siglo XIX”, apuntó el comisario.
Entre las obras de esta época, donde abundan las escenificaciones de santos, destaca un inédito San Bartolomé “a la manera de Zurbarán”, del limeño Francisco Martínez, “y una mártir como Santa Bárbara, con grandes trajes, fondos muy oscuros y una causa muy dramática”, añadió Mariazza.
“Luego llegamos al gran barroco cusqueño (en la primera mitad del siglo XVIII), que es luminoso, de texturas veraces y gran calidad de ejecución, para después terminar el siglo con tres cuadros que muestran esa tendencia de la pintura cuzqueña a hacer todo plano, en una suerte esquematización de la forma y del espacio pictórico”, comentó Mariazza.
Bajo este planteamiento, Jaime Mariazza prefiere sustituir la palabra “escuela” por “centros regionales de producción”, ya que si bien es Cusco donde se concentra la mayor parte de las pinturas virreinales, “Lima fue el centro que recoge toda la producción de la colonia y el punto de llegada de las últimas modas”.
El comisario de la muestra consideró que “lo interesante es ver cómo esos estilos quedan sucesivamente y ninguno elimina al otro”, de manera que, “en la segunda mitad del siglo XVIII, tenemos una acumulación de estilos, a pesar de que muchos son arcaicos para la época”.
“Había una atomización de estilos y de influencias. (…) Creo que la pintura virreinal tiene sus propias formas de composición. Muchas veces, las leyes de perspectiva y proporción que rigen para el arte europeo no son fáciles de encontrar en nuestra pintura, que responde más bien a unas ciertas propuestas locales”, indicó.
Jaime Mariazza también agregó que esta circunstancia se aprecia más en la pintura de gusto popular que, a diferencia de la burguesía, “no la ve como un objeto plástico, sino como un objeto de devoción, y es ahí donde se mantienen lo arcaico a lo largo de los siglos, con estilos que se siguen aprovechando y usando”.
Es así cómo la pintura colonial de Perú busca reivindicar su riqueza pictórica en un museo que tradicionalmente se había centrado, hasta ahora, en el arte y la arqueología prehispánica de las antiguas civilizaciones que habitaron el territorio peruano.
(Fuente: EFE)