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Por José Miguel Silva / @jomisilvamerino
El Fondo Editorial de la Asociación Peruano Japonesa inicia su camino con la publicación de un texto histórico y fascinante: la primera traducción directamente al español del clásico de la literatura japonesa El relato del Genji (Genji Monogatari), de Shikibu Murasaki.
En esta ocasión, la parte I (718 páginas) entrega a los lectores los 27 primeros capítulos. Estos fueron traducidos por la literata japonesa Hiroko Izumi Shimono y por el investigador y diplomático peruano Iván Pinto Román durante cinco años.
Un trabajo que contribuye a profundizar las relaciones entre el Perú y Japón, dos naciones que estuvieron sólidamente unidas a través del tiempo y que hoy, con esta invalorable traducción, tejen un lazo indestructible.
¿Cuánto tiempo le tomó a usted y a la doctora Hiroko Izumi Shimono esta traducción de El relato del Genji?
Casi cinco años. La parte más difícil fue la de los poemas. En general, toda la obra, debido a que está en japonés antiguo correspondiente al siglo XI y que exige mucha investigación en torno a las alteraciones de los significados y a las alusiones. El gran problema del japonés es que cuenta con muchos homófonos, es decir, palabras que suenan igual, pero que tienen distintos significados. Aprovechando esta circunstancia, la autora alude a muchos significados a la vez. Esto es imposible de trasladar al castellano, por eso la abundancia en notas (al pie de página). Sin ellas, sería ininteligible la obra.
Se trata de que ha recibido elogios a través de los siglos.
Eso es cierto, es la primera novela psicológica. Los personajes está escritos con una caracterología que refleja a cada uno de ellos sin lugar a dudas. A lo largo de la novela, los personajes centrales no pierden ese semblante propio y las actitudes corresponden a esa particular tensión psicológica que cada uno presenta por sus experiencias, sus padecimientos y sus aspiraciones.
¿Es el trabajo más complicado que usted ha tenido en su faceta de traductor?
Hasta el momento, sí. Nos hemos dedicado a pasar al castellano la obra clásica japonesa. Previamente, hemos traducido El libro de la almohada, El diario de Tosa, Los apuntes de una efímera y ahora estamos con la segunda parte de El relato del Genji. Esperamos terminarla el 2015.
¿Encaró usted esta tarea de una forma especial, teniendo en cuenta que El relato del Genji nunca fue traducida directamente del japonés al español?
Definitivamente. La esencia de un trabajo así es conocer el ambiente en que se crea y por ello, la historia. Sin el conocimiento de la historia, de las circunstancias en que esta novela fue compuesta, no se podría traducir con fidelidad. Aparte de las dificultades del arcaísmo en la expresión y en los términos, está la peculiaridad de aquella sociedad. Se trataba de una sociedad cerrada, donde solamente existía nivel cultural alto en la Corte. El resto del Japón era analfabeto. La Corte era bilingüe, escribía en su lengua y en chino.
Usted escribió una pequeña pero muy bien documentada reseña sobre la autora, Shikibu Murasaki.
Ella fue una poetisa, así era la mayor parte de autores en aquella época. La literatura japonesa empezó en poesía. En el siglo VIII no se escribió prosa en japonés, salvo ese primer ensayo que era un libro de estilo histórico, pero era esencialmente una recopilación de mitos con un afán político, el Kojiki. Se trata del primer texto escrito en japonés, pero en una forma inadecuada porque solo se usaban ideogramas.
¿Cuál fue el aspecto que más le llamó la atención de la autora de El relato del Genji?
La profundidad y la hondura en el análisis caracterológico. Sus personajes son casi radiografiados. (La autora) nos presenta a cada uno de ellos en todas sus gamas, con sus virtudes y sus defectos. De esta manera, ella hace una especie de psicoanálisis. Además, algo muy interesante es que El relato del Genji está basado en hechos de la vida real. Ella utiliza sus experiencias en la Corte – que no fueron muy gratas – para recrear esta historia. Murasaki Shikibu pertenecía a la rama menor de la familia Fujiwara, que no tenía altos cargos. Su padre era un funcionario del departamento de ceremonial.
Algo que muchos comentan sobre la novela es que no se trata de un una historia de fácil lectura, exige concentración del lector.
Así es, más aún en su versión original. Tanto en la versión nuestra como en otras de lengua occidental se hace indispensable identificar por nombre a los personajes. En la versión original no. Hay que fijarse en las alusiones. A veces, por el vestido que usa la dama la llamarán ‘la dama del vestido tal’; si cambia de vestido, hay que hacer alusión a que cambió de ropa en algún momento. Esto complica. En castellano debemos mantener siempre una alusión.
Es una traducción e interpretación.
Es que eso es indispensable, sino no se podría entender en ninguna lengua occidental, ni siquiera en el japonés actual porque ya cambió la costumbre. Antaño, los japoneses no tenían apellidos, sino apodos. Para el pueblo que vive en ciudades, los apellidos recién empiezan a introducirse en el siglo XVII y para el pueblo en general recién a finales del XIX, con la nueva era de la restauración imperial. Eso demuestra el enorme y diverso mundo que se vivía en Japón. En Europa, los apellidos aparecen ya en el Medioevo, sobre la base de los oficios o sobre la procedencia de los pueblos en los que se nace. En cambio, en Japón recién a partir de 1873 se empieza a inscribir a la gente de provincia con un apellido.
Usted tuvo acceso a las traducciones a varios idiomas. ¿Qué conclusiones le dejan esas versiones de El relato del Genji?
Muchas de ellas no son fieles, son interpretaciones antojadizas, son pretensiones de adaptar la historia al público al que la va a leer. Lo nuestro buscó ser una fotografía en castellano de ese mundo tan distinto. No podemos alterar. No para que entiendan una novela hay que trastocarla. Una traducción debe buscar reflejar las palabras y los sentidos en otra lengua. Esa fue nuestra labor y por eso la parte más ardua (en el libro) fue la poesía.
Shikibu Murasaki logró crear una fantasía tomando cosas de la realidad que vivió.
Ella sufrió el asedio del famoso ministro Fujiwara no Michinaga. Él tenía como objetivo que una de sus hijas se convirtiera en la emperatriz, a pesar de que tenía como 40 concubinas. ¿Y cómo lograrlo? A través de la imposición de la presencia de una inteligente mujer como Murasaki y la lectura de los avances de los capítulos de su novela mientras estaba presente el emperador Ichijö. Esto lograba que el emperador se quedara a dormir en los aposentos de la hija de Michinaga, que era a la vez la patrona de Murasaki. Con esto, logró tener el heredero y ser nombrado (Michinaga) regente.
Si estamos ante una novela tan importante en la literatura japonesa y mundial, ¿cuál es el reflejo que tiene El relato del Genji en el resto de la literatura de dicho país?
Todas están impregnadas de la lección que la novela establece. Esencialmente, es la transmisión de un sentimiento muy peculiar que ciñe toda la literatura clásica y que luego a lo largo de los siglos (en la medieval, en la moderna y en la contemporánea) está presente. Esto es el mono no aware, que es el sentimiento de compasión por todas las cosas. Cuando uno asume el hecho de la finitud, entonces si somos algo responsables debemos apenarnos por todo lo que acaba. No debemos contribuir a acelerar este final.
¿Este mo no aware no impregna de melancolía y tristeza la obra?
La vida es esencialmente tristeza, es más tristezas que alegrías. El hecho de que tenga esos ligeros rayitos de alegría, la justifica.
Esta traducción es además un homenaje a las relaciones entre Perú y Japón.
Este es un trabajo que ha sido conmemorativo de las relaciones entre ambos países, las cuales datan desde hace 140 años. Justo un 21 de agosto de 1873 empezaron las relaciones. El Perú fue el primer país de América Latina que entabló relaciones con un país del Asia oriental. Entonces, es importante que los peruanos tengamos noción de la trascendencia de nuestro país y de la importancia de conocer la cultura de un país con el cual estamos hermanados a través de un vínculo que no se inició con la inmigración oficial en 1899, sino que se había iniciado mucho antes. Ya con el Virreinato, a partir de la llegada al Callao, en 1571, del primer galeón de Manila, empezaron a llegar japoneses a nuestro país. Nuestra población es esencialmente mestiza. La riqueza de nuestra cultura es el hecho de esa confluencia de sangres que nos hacen capaces de dar tanto. Un peruano que es consciente de su cultura, nunca se sentirá extraño en ningún lugar del mundo. Tenemos de África, Asia, Europa, América y de la cuna de la civilización: la cultura andina. Necesitamos compenetrarnos con nuestra cultura y con la de los países que han contribuido a formar este mundo cósmico que es el Perú.