Síguenos en Facebook



Por José Miguel Silva / @jomisilvamerino

Con casi dos décadas entregadas a la formación de periodistas en las aulas de la Universidad San Marcos y más recientemente en la Universidad de Lima, la periodista María Mendoza Michilot también se dio un tiempo para aportar con una publicación fundamental: 100 años de periodismo en el Perú (Universidad de Lima, 2013).

En dos tomos muy bien armados, Mendoza realiza una nutrida recolección de hechos, personajes y sobre todo de situaciones ocurridas dentro y fuera de las redacciones peruanas durante el siglo XX.

Como bien refiere la propia autora, su investigación puede ser leída no solo por periodistas, sino también por cualquier persona interesada en los sucesos que marcaron el devenir del periodismo, un apasionante oficio.

En los inicios del periodismo en el Perú ocurría algo que hoy no podría contemplarse como posibilidad: los medios tenían una función altruista, al servicio de los indígenas, de los más pobres…
Lo que ha hecho el periodismo es reflejar las realidades de sus contextos. En esos años, esos eran los temas no resueltos, eran temas de fondo. Sí creo que había una mayor preocupación, porque a través de la prensa se ventilaron esos asuntos porque no había otros canales de discusión. Ahora, si lo comparamos con la actualidad, evidentemente hay una suerte de despreocupación en algunos medios en discutir los grandes temas de fondo. Por eso las críticas de que divagamos entre lo espectacular y la espectacularización, pero los temas de fondo están ahí, existen y simplemente falta tocarlos.

Desde los inicios del periodismo, los medios de comunicación tomaron posición por algún candidato o por alguna opción política. ¿Por qué esto no pudo cambiar incluso a finales del siglo XX?
Al parecer, hay una suerte de cordón umbilical que une a la prensa con los políticos. Hay un autor que menciono en el libro que analiza la relación como “antagonistas complementarios”. Él dice que siempre la relación de la prensa con la política ha sido muy complementaria. Ambas partes se necesitan y, al mismo tiempo, miran hacia objetivos diferentes. Lo que yo he notado es que en la época que tú señalas el compromiso de los medios con la política era más abierto. El periódico no tenía ningún tapujo en decir que iba a apoyar a un candidato determinado. Era un compromiso evidente. Luego, a partir del 80 y del 90, los compromisos se camuflan, como que se ocultan y se convierten en tácitos.

A pesar de esto que usted dice, los periódicos cada vez se venden más y la gente los compra en el kiosco. ¿Por qué la gente no tiene una noción de objetividad y va y compra lo que le gusta?
La gente va y compra el periódico que cree que coincide con él. Las teorías de la comunicación nos han explicado eso, nos dicen que los medios de comunicación difícilmente cambian actitudes, lo que hacen es sobre todo confirmarlas y ratificarlas. Te encuentras con gente que lee un periódico que tú jamás leerías, pero esa persona se siente gratificada, probablemente porque ese diario le dice lo que quiere leer. Ahí vemos un usuario que no es pasivo, sino que sabe lo que le están dando.

Si bien su libro habla de la situación en Lima, ¿cómo era la prensa durante el siglo XX en provincias?
No estudié el fenómeno en provincias. Hay algunos recuadros (en mi libro) que registran algunas publicaciones representativas y emblemáticas de cada localidad. La impresión que tengo es que eran publicaciones muy localistas. Lo que tenemos ahora es un fenómeno diferente. Probablemente habría que ver los índices de lectoría de publicaciones de provincias y descubriríamos que hay varias que (siendo de la zona) son las más leídas. Por lo mismo que mencionamos hace un rato, la gente busca información que requiere y necesita.

También usted dedica varias páginas al diario La Prensa, un medio con una historia fascinante y que rompió esquemas. ¿Por qué desapareció?
Al parecer hubo varios factores, que fueron desde los más crematísticos (como el tema de la publicidad), hasta cuestiones que he recogido de otras fuentes, que van en torno a que La Prensa no se había preparado para la devolución. En tercer lugar, ya no estaba Pedro Beltrán. Cuando los periódicos fueron devueltos, sus dueños originales ya no estuvieron. No sé si eso fue elemento de peso, pero fue una pena. La Prensa tuvo una historia fascinante y es uno de los periódicos al cual le pasó de todo. Nació por la impronta de un grupo y en el camino, y eso lo digo en mi libro, fue el primer diario que tuvo que cambiar su línea editorial porque llegó otro dueño y así lo decidió.

Durante el gobierno de Leguía, La Prensa la pasó realmente mal…
La Prensa, que había sido oposición, se convirtió a la fuerza. Este periódico fue expropiado por Leguía y entonces le dijeron que ahora debía ser “leguiísta”. Más adelante, el diario supera esta etapa, regresa a sus propietarios e inicia un proceso diferente. Yo cito a Juan Gargurevich, quien hace un muy buen recuento de las etapas por las que pasó este periódico.

¿Qué le daba plus le daba a La Prensa que haya abogados en sus redacciones?
Al parecer esa es la impronta que le pone Beltrán. Dice Salazar Larraín en testimonio recogido que Beltrán pensaba que la gente que venía de derecho podía ser el recurso que necesitaba la información. ¿Por qué? Porque el abogado era el conocedor, el abogado era el que conocía una realidad y todas sus vertientes, no solamente del derecho. Pero esa idea de que en los periódicos hay muchos abogados es cierta. Los abogados han estado muy ligados históricamente al periodismo. Luego, Salazar Larraín dijo que cuando él entró las cosas cambiaron: ya no buscaban abogados, sino gente de letras. Hay un cambio en lo que había sido el capital humano de la prensa pero creo que el abogado era este personaje que tenía una perspectiva de las cosas macro. Ahora podríamos hablar de los sociólogos, antropólogos. Es un período en el que el periodismo no es el periodismo moderno. Los que hacían periodismo eran empíricos, no habían estudiado periodismo.

¿Hay algún momento en el que empieza este boom de las escuelas de periodismo?
La escuela más antigua es la Universidad San Marcos, pero eso no marca el desarrollo de la profesionalización del periodista. A partir de los 50, hay una mayor preocupación porque el periodista sea profesional, pero yo creo que van a pasar muchas décadas para que eso se cumpla. Estamos hablando de los años 60, 70, en donde hay una mayor preocupación por ello. Aunque yo creo que en la práctica, podíamos estar hablando de los 90 y en los centros laborales ya te están pidiendo ser graduado. Son pocos los periodistas que en la década del 80 salen de la escuela de la PUCP. Luego desaparece la escuela de la Católica de donde salieron muchos profesionales graduados. Lamentablemente desaparece esta escuela y luego vienen todas las universidades privadas.

¿Cuál cree que fue la época más negativa de la prensa en la historia del Perú?
Para mí, la más terrible fue la de Fujimori. En ese régimen se multiplicaron las cosas ocurridas durante el gobierno de Leguía. En el oncenio se expropió un periódico y al expropiarlo generó una corriente de temor para que nadie más alzara la voz. Es decir, promovió algo terrible: la autocensura. Leguía también generó una prensa palaciega, es decir “que se subió al carro”. Todo esto se multiplicó con Fujimori. Si bien los diarios no se expropiaron al comienzo, sí hubo un intento de expropiación en 1992, que felizmente fue parado por la protesta internacional. Años después hubo una “toma sin toma”, a través del dinero se compraron las líneas editoriales.

A través del dinero…
Así es. Y eso es peor. Hay un libro muy bueno de Pedro Planas que se llama La República autocrática y allí analiza el proceso de Leguía, pero todo lo que dice parece que estuviera describiendo a Fujimori. El símil que se hizo en los 90 fue ese. En retrospectiva, como dice Mirko Lauer, el fujimorato multiplicó lo de Leguía bajo otras herramientas como por ejemplo las nuevas tecnologías.

En una parte de su libro también se habla de lo ocurrido en Uchuraccay. Es triste y contradictorio quizás que en la propia prensa no haya una respuesta concreta y final de lo que ocurrió hace 30 años.
Encontré una decisión de la Comisión Internacional de Derechos Humanos en el sentido de atender los reclamos de las familias, porque son ellos quienes están mayormente inconformes con la versión brindada. A raíz de ese pedido de los familiares es que se pide cuentas al gobierno de García. Lo que él hizo fue reafirmar lo que en su momento se dijo (la versión oficial). Sin embargo, esto no ha cerrado el caso. La Comisión de la Verdad también se refiere a este caso y retoma muchas cosas que en el pasado no se creían. Creo que es un caso muy triste, podría decirse que sí es la tragedia más grande del periodismo en este siglo. Mira, en la década del 20 o 30, yo me quedé muy impresionada al ver que los periodistas no se defendían con la palabra, sino con revólveres. El tipo tenía un lapicero en un bolsillo y un arma en el otro. ¿Qué tipo de sociedad es esa? Ese es un punto de violencia muy dramático. Probablemente Uchuraccay pone otra vez en el tapete el tema de la violencia y el periodismo, en la que el periodista se convierte en víctima, por su tarea de informar.

Cuando uno se forma para periodista no lo hace con la idea de ser mártir…
Creo que esto ha sido una de las cosas más graves que han sucedido, que el periodista no sea un portador de noticias, sino “la noticia” en sí. Efectivamente, no nos formamos para ser mártires, por ende, en una sociedad que permite eso, algo no está marchando bien, o en el Estado, o en los factores sociales o quizás en la misma prensa.

Ya durante la época del terrorismo. ¿Cómo evitar que un medio no sea una espacio de propaganda de la violencia de Sendero y del MRTA?
La experiencia fue la que enseñó eso. El terrorismo fue un fenómeno que no logramos asimilarlo como tal. Apareció y en esta idea de que Lima es Lima y el resto del Perú no sé, como que todo lo que pasaba en provincias era extraño. Lo que hizo la prensa fue recurrir al expediente policial. Perros colgados en los postes, las caídas de torres de luz. No estuvimos preparados para recoger eso. Es cierto, estábamos ante un fenómeno nuevo, pero creo que no se supo atender a la urgencia que se presentaba. Recuerdo en el gobierno de Alan García una reunión en Palacio con los directores de los medios para hablar sobre esto. Me parece que fue Genaro Delgado Parker quien dijo “hemos decidido poner un hasta aquí”. Es decir, nos fuimos al otro extremo, el callar. Te cuento esto para decirte que hemos pasado de unas posiciones a otras sin evaluar mucho el “qué estamos contribuyendo”. Es reflexión no se dio.

¿Lo ocurrido con la prensa durante el gobierno de Velasco justifica la alerta constante que existe en defensa de la libertad de prensa?…
No es por Velasco mismo, sino por lo que significa la interrupción del Estado de derecho. Así como acá tuvimos a Velasco y luego a Morales Bermúdez, en esa época toda América Latina estaba envuelta en esos movimientos. Hoy el mundo ha cambiado, ya no se piensa en un golpe de Estado. La interrupción del Estado de derecho es una cosa impensada. Los militares tienen sus roles y la sociedad civil los suyos. Creo que el tema va más allá de Velasco y llega a una suerte de maduración de nuestras autoridades en torno a que nada justifica la interrupción del orden legal. Creo que el Perú ha madurado en este sentido. Un cúmulo de experiencias nos ha enseñado que la interrupción del Estado de derecho es nociva.

SOBRE EL LIBRO
¿Cuánto tiempo tomó y quiénes estuvieron detrás de esta publicación?
La investigación fue realizada durante varios años. Formó parte de un esfuerzo institucional de la Universidad de Lima liderado por Ricardo Bedoya. En realidad empezamos varios y la idea era esta, sacar la historia de los medios de comunicación. Del grupo, finalmente concluimos cuatro. Ricardo hizo la parte relacionada al cine. José Perla analizó la historia del derecho en la comunicación. Luego, Emilio Bustamante analizó la historia de la radio y bueno, yo fui la última en terminar la parte relacionada a los periódicos.

No es un libro dirigido únicamente a periodistas…
No, creo que no. La inclusión de contexto en algunos recuadros puede ser muy útil para analizar diferentes partes de nuestra historia en la vida nacional al amparo de la prensa. Como digo en la introducción, esta es la versión de una periodista. Yo no soy historiadora. Encontré en la revisión de los contextos una manera de explicar el quehacer de la prensa. Así como te he dicho que la prensa caminó muy de la mano con la política, también es imposible entender nuestro desarrollo sin los contextos. La prensa es a los contextos como los contextos son a la prensa. Es una relación indisoluble.