Síguenos en Facebook



José Miguel Silva @jomisilvamerino

Con Mano poderosa, Hugo Martínez Garay (Lima- 1966) se presenta en sociedad como un autor capaz de generar en sus lectores la maravillosa incertidumbre de si lo que lee es ficción o realidad.

Conversamos con el creador de estos 20 relatos cortos que no tienen pierde. Su libro está a la venta en las principales librerías de Lima.

Tú libro es básicamente un libro sobre recuerdos…
Creo que a partir de recuerdos o de experiencias previas construyo relatos que tienen mucho de cosas propias pero también de ficción. La primera persona, las referencias a lugares, fechas, nombres y familias, le dan un aire de crónica autobiográfica, pero en realidad hay mucho de ficción en el libro. La gracia es hacer esa mezcla.

¿Por qué retomaste la universidad luego de más de 20 años?
Era una puerta que no había cerrado. Había logrado hacer muchas cosas y nunca necesité de un cartón. No obstante, creo que sí era importante para mí el demostrarme que no había pateado el tablero al dejar la universidad, y que yo podría comprenderla, terminarla y tener mi título. Decidí regresar y si bien pensé que me iba a aburrir mucho, pasó lo contrario. Me enganché con la teoría y bueno, creo que eso está muy relacionado con mi actividad actual, la de escribir.

Era una deuda pendiente…
Claro. Uno tiene muchas deudas pendientes consigo mismo, pero esta era una tan fácil de saldar y que yo me había resistido mucho a enfrentar, hasta que entendí que junto al lado formal de tener tu cartón, había otro muy personal y emocional que pesaba mucho.

¿Cuál es la gran deuda que te queda por pagarte hoy?
Escribir. La he comenzado a pagar con Mano poderosa, pero me queda mucho más. Siempre me escudo detrás de la palabra ‘tiempo’. Mira, creo que esa es una excusa que uno mismo se pone ante el temor de mostrarse, de desnudarse y de exponerse, que es lo que pasa cuando uno escribe.

En el libro queda claro que cada vez que tu familia aumentaba (por el nacimiento de tus hijos) te contagiabas de un temor inmenso por la vida, por el futuro. ¿Sigues siendo una persona así, con temores?
No he superado eso por completo. Hice varias cosas muy tarde. Creo que el tema de la familia, o la paternidad, siempre era como una excusa. El “no estoy listo”, o “no estoy lo suficientemente maduro para ser padre”. Siempre tenía una razón para negarme a un compromiso tan grande como ese. Hay también un tema emocional aquí. Mi segundo hijo me hizo dudar mucho, me hizo pensar si acaso me había equivocado o apurado en la decisión. Mis temores flotaron durante todo el embarazo, y aún siguen por ahí.

Dentro de todas las actividades que has hecho en tu vida, ¿cuál te gustaría repetir y cuáles no harías nunca más?
Mi faceta de productor musical la recuerdo con mucho cariño. Hice grandes amigos en esa época. Cuando produjimos el tercer disco de ‘Los Mojarras’ fue algo muy especial. Otra faceta que recuerdo mucho fue la del teatro. Siempre menosprecié esa industria, hasta que produje una obra y descubrí que era algo espectacular. El tema de la Comisión de la Verdad (CVR) me produce sentimientos encontrados.

¿Por qué?
Cuando estuve ahí trabajando claro que le dediqué todo el esfuerzo posible, pero todo lo que pasó después a mí me hizo dudar mucho sobre si debía o no haber estado ahí. Por supuesto, en el balance no me arrepiento. Si estuve ahí fue porque yo perseguí ese trabajo. Aunque luego, por todo lo que ocurrió con mi padre, a mí me generó una sensación de duda, de haberme equivocado.

¿Fuiste consciente de que el trabajo de la CVR iba a generar polémica siempre?
Claro que sí. Quizás siempre tuve el deseo de estar donde realmente ocurrían las cosas. Yo en los ochentas era un apolítico, un ‘alpinchista’, no militaba en el movimiento estudiantil. Ahora lo veo a la distancia y me digo “¿por qué no estuve ahí?”. Con la CVR yo siempre supe y esperé que se genere un gran debate. Pudimos hacer las cosas mejor, claro que sí, pero creo que los que estuvimos ahí dimos nuestro mejor esfuerzo. Prefiero que haya habido una CVR a que no haya existido. Es un signo de madurez, es como psicoanalizarse. Un país que toma esa decisión es un país que madura.

¿Quién es hoy Hugo Martínez?
Es primero que todo padre. Es pareja, es un comunicador y es un escritor. Ahora ya digo que soy escritor. También dicto clases en la UPC. Tengo pasión por lo que hago. Esta gran mezcla de cosas es ya bastante.

El camino de tu vida ha sido fascinante. Has sido cambista de dólares, productor musical, has trabajado en el teatro. Es como si hubieras hecho de todo…
Sí, soy consciente de que mi vida ha ido cambiando bruscamente. Algo que me pasa es que tiendo a aprender y a explorar; y como buen curioso me aburro rápidamente. Cuando hay cosas que no me llenan, ahora soy capaz de cerrar la puerta y buscar algo nuevo.

Mano poderosa es algo nuevo…
Pienso que este libro es el punto de partida de una carrera literaria que espero alce vuelo. Espero divertirme, explorar, encontrar y cuestionarme cosas. No me gusta estar en la tribuna, sino ‘en el área chica’.

Lo más resaltante del libro es quizás ese juego constante entre la ficción y la realidad… Pienso que el escritor es una especie de mentiroso profesional. Algunos creen que esto es inventado y algunos otros piensan que simplemente es una recopilación de mis anécdotas. Ese juego entre lo que me pasó y lo que no me pasó se lo dejo al lector.

Eso está bien. Este libro es tu carta de presentación como escritor…
Sí, ha sido una carta media rara, híbrida quizás. Algunos me dicen que he escrito crónicas y otros los ven como cuentos. Cuando compilé esto, lo hice de una manera en que la primera parte se agrupen los relatos más personales y al final los que son más de ficción. Al llegar más al campo de la ficción descubrí que podría escribir mucho mejor. Lo emocional para mí era quizás un lastre que me impedía volar un poco más. Hacer literatura es un proceso consciente en el cual te sientas frente a una computadora y escribes, pules y cortas, pero también hay mucho de inconsciente.

Cada autor tiene un proceso creativo diferente…
Todos estos relatos tienen alrededor de mil palabras, que son quizás un marco inconsciente. Toda mi vida quise postularme al ‘Cuento de las mil palabras’ y nunca lo hice. Siempre tuve miedo. Hoy, luego de Mano poderosa, estoy absolutamente seguro de que puedo hacerlo. Un escritor tiene que ser muy soberbio al momento de creérsela, pero también muy humilde al momento de pulir sus textos. Es un movimiento de dos pasos: escribes con la convicción de que algo funciona y también debes poder reconocer que hay cosas que pueden afinarse.