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Por José Miguel Silva / @jomisilvamerino

Una de las grandes novedades de la Feria del Libro Ricardo Palma es sin duda Fallas de origen (Planeta, 2012), novela del escritor mexicano Daniel Krauze. En la historia, Matías deja Estados Unidos para volver a vivir a México. No lo hace por voluntad propia, sino por la muerte de su padre.

A su retorno, el protagonista se estrella con una realidad que refleja sus más terribles recuerdos de infancia y primera juventud. Se trata de un texto ágil y bien cuidado que en 250 páginas captura la atención del lector de principio a fin.

Me da la impresión de que Fallas de origen es una novela con la que muchos jóvenes desearían iniciarse en la literatura. Hay misantropía, indiferencia por el mundo, desgano, ¿estos elementos se repiten en tus dos libros anteriores?
Sí, incluso más en el primero (Cuervos). Lo escribí muy joven, como a los 20 años. Tenía mucho de esta cosa nihilista, de que “el mundo es una porquería y todos son los seres humanos son deleznables”. Eso me parecía muy atractivo. Con Fallas de origen quería algo de misantropía, pero también me interesó que el personaje fuera más ambiguo, es decir, que tenga un lado entrañable, y que ese lado acabe ganando en las páginas y en el corazón del lector.

Es imposible dejar de lado la presencia paterna de Matías en la novela. A veces menciona a su papá cada dos páginas. ¿De dónde sacaste esta relación tan complicada, quizás de la tuya con tu padre o tal vez la tomaste de un amigo?
Yo tengo una muy buena relación con mi papá. En realidad, lo que quería era que el padre fuera más que un padre, quería que fuera un símbolo del vínculo al México profundo que el protagonista siente que ha perdido. Ese México que no es frívolo, ese donde no hay nuevos ricos. Me parece que el padre era más un nexo con el país más hermoso.

El papá de Matías es un personaje muy noble.
Claro que sí, por lo mismo que te digo. El padre del protagonista representa lo más noble de la identidad de Matías. Cuando el primero muere, esa identidad comienza a marchitarse. La novela es un intento por reencontrarse con esa parte de sí mismo.

Matías se fue a vivir a Estados Unidos, pero no cumplió su sueño americano. No la pasó bien. ¿Querías mostrar lo contrario a lo que muchos sueñan cuando se van a vivir a ese país?
Es curioso que lo menciones. El mexicano de bajos recursos se va a Estados Unidos a hacerla, porque no le queda otra. No es una decisión que parta de un recurso burgués, sino del hambre que siente él y su familia. Por otro lado, en la clase media alta mexicana se van a Estados Unidos porque pueden. Sí es una decisión de carácter burgués. No quiero generalizar, pero me imagino que hay una gran cantidad de mexicanos (de clase media alta) que se van del país o para estudiar o quizás para simplemente estar ahí, porque, en su cabeza, lo mejor es estar lo más lejos posible de México. Quizá es preferible para ellos vivir en Manhattan que en la Ciudad de México.

La mayoría de noticias que llegan al Perú desde México son las relacionadas a las muertes por el narcotráfico.
Eso no nos llega tanto a nosotros en México DF, pero el ambiente que lo rodea es ese. Esos son los titulares en los periódicos, es decir, para el mexicano de clase media alta, irse de México es escapar de eso también y pretender por algunos años que esa no es tu realidad.

Al comienzo de la novela, Matías no es un personaje que tenga una idea trágica de la vida. O sea, la pasa mal pero tampoco quiere matarse o algo parecido.
Sí, yo creo que más bien Matías estaba harto. Mira, yo también viví fuera de México, me fui a estudiar afuera. Comparto ese hartazgo del personaje, esa sensación de que no perteneces, de que no te sientes cómodo en un lugar.

A pesar de que tiene amigos, padres y hasta un perrito.
Es verdad. Pero claro, hay que entender el corazón de Matías a través de la clase media alta. Por otro lado, considero que él tiene una circunstancia particular que no es muy fácil: no es hijo de su papá. No se entiende con su madre y sus amigos son horrorosos.

Son como todas presencias incómodas.
Claro. No olvidemos que en Estados Unidos vive su papá biológico. Irse allá es no solo una posibilidad de escapar, sino también de encontrarse con su progenitor. Esta figura mítica a la que él no conoce y que jamás logra ver. Hay una mezcla de deseo por escapar del país junto a un intento por encontrarse con su verdadero padre.

¿De dónde sale el humor? Matías se burla de cómo habla el policía que le ayuda a subir en el ascensor de su edificio. Por ratos hay mucho de esto en tu novela.
(Risas) Eso del guardia es completamente autobiográfico. Yo vivía en un departamento en una colonia muy peculiar que se llama La Nápoles. Vivía arriba de tres prostitutas y frente a un proxeneta. Abajo, el guardia de seguridad que se hacía cargo del edificio era apodado ‘El koala’, porque siempre paraba durmiendo. Al otro guardia lo llamábamos ‘Calderón’, porque se parecía al expresidente Felipe Calderón. Con el ‘poli’ que mencionas ocurría que no le entendía mucho lo que decía porque hablaba entre dientes. Pensé que estos detalles le darían color a la historia.

Empezaste muy joven en la literatura. ¿Eres de plantearte objetivos o tomas las cosas con calma?
Te soy franco, cada vez que me he puesto como un objetivo a largo plazo, algo me acaba descarrillando y ese proceso de desviación me llega al siguiente libro. Eso me ha ocurrido tres veces. Primero intenté escribir una novela sobre un doctor y me salió un libro de cuentos llamados Cuervos. Luego empezó a escribir otra novela y eso me llegó a Fiebre. Y aquí estaba queriendo escribir otra cosa y me desvié a Fallas de origen. Aunque claro, tengo ideas y me gustaría escribir una novela de alpinismo, pero puede ser que en cuatro años te vuelva a ver y te diga “mira, salió otra cosa”.

¿Qué es más difícil, escribir un libro como Fallas de origen o ser técnico de la selección mexicana de fútbol?
Definitivamente lo segundo, de lejos (risas).

¿En México tratan de vincular la realidad de su selección con la del país?
Claro que sí, pero creo que esas comparaciones son una ‘jalada’, una tomadura de pelo. Mira, Italia ganó el mundial de 1938 cuando era parte de un régimen fascista. Me imagino que Brasil era un país pobrísimo cuando Pelé fue a Suecia para ganar la final. Yo no creo que el fútbol sea reflejo de un carajo. El fútbol es reflejo del fútbol, nada más.

Ustedes han presentado su cuarto técnico en una misma eliminatoria.
Si seguimos a este paso, yo voy a ser técnico de la selección mexicana de fútbol. Estamos pasando nuestra peor etapa desde 1981.

Sacar a un técnico luego de un solo partido perdido es porque alguien está mal de la cabeza.
Víctor Vucetich es el técnico más exitoso en la historia de la liga mexicana. Creo que ha ganado 14 de 15 finales. El tipo que lo reemplazó solo ha ganado un título. Lo que ocurre en México es que la federación está manejada por los clubes y estos a su vez por los empresarios dueños de los clubes, que son súper millonarios. Entonces, todo es un desastre horroroso.

Daniel, tienes Twitter. ¿Te manejas bien o mal con esta red social?
Es una relación difícil. No creo ser un buen tuitero. Tengo la suerte de tener a mi hermano (León Krauze), que tiene muchos seguidores en Twitter. Él suele darle retuit a las tonterías que pongo y por eso tengo followers.

¿Te parece útil?
Voy fluctuando. Hay días en que me parece ¡qué herramienta!, porque me conecta con artículos muy interesantes, es como un crisol donde puedes tener los puntos de vista de los líderes de opinión más importantes. Pero creo que por cada tuit importante hay como 30 que son una completa pérdida de tiempo. Es la verdad. Lo revisamos como por inercia. A veces no hay nada que hacer ahí, pero no puedo evitar chequearlo.

¿Te divierte tu trabajo de editor en Letras libres? ¿En qué consiste?
En Letras libres tengo dos chambas: una chiquita y otra de mayor tamaño. La pequeña es que yo ayudo a decidir algunos contenidos de la versión impresa. Voy a juntas y demás. En eso me estoy estrenando. Pero el otro trabajo (el grande) es el de editor del blog dedicado al cine. Ha sido un trabajo de ir encontrando a la gente que escriba mejor de cine, editar esos textos y buscar darle un perfil al blog. A veces me toca escribir textos a mí. Hablar de cine, que es la cosa más increíble de mundo. Creo que el cine le compite o incluso vence a la literatura. Es uno de mis grandes amores y, además yo no soy un cinéfilo esnob en absoluto. Me gusta mucho el cine comercial y encontrar en Letras libres, que es una revista de alto perfil, el punto medio entre ese perfil y algo más accesible, es una chamba que yo disfruto mucho.