Síguenos en Facebook
José Miguel Silva @jomisilvamerino
“Tengo 72 años pero mi cerebro de es un joven de 30”, dice Manuel Aguirre, autor de Una bala en la frente, una novela ambientada en Ninantaya, un pequeño pedazo de nuestro país ubicado en la casi inexplorada frontera con Bolivia.
Perú en la mitad del siglo XX. Violencia social. Relaciones humanas y dimensiones personales. Estos son los temas que toca esta historia plagada de personajes pequeños pero a la vez sorprendentes.
¿Cómo así un oficial del ejército termina metido en la literatura?
Creo que las personas nacen escritores. Yo de niño fantaseaba mucho. Si bien no quería ser escritor, sí fantaseaba. Yo era un niño muy solo, mi familia no tenía muchas relaciones sociales y vivía en una casa anticuada de gente que se creía nobles españoles y yo vivía por mi cuenta. Al lado de mi casa había un sastre, su hijo era mi amigo, igual con un zapatero y un carpintero. Estudiaba en el Colegio La Salle y pedí que me cambien a un colegio nacional. Ahí me sentía bien con mis amigos, aunque tampoco ellos me aceptaban del todo porque yo era muy blanco. Desde entonces yo fantaseaba e imaginaba que había una policía subterránea en la ciudad. Lo que pasa en los cómics. Eso me da a entender que desde chico yo quería crear historias.
Pero la vida lo llevó por otro camino…
Así es. Terminé en la Escuela Militar y fui número uno de mi arma de caballería. Se suponía que iba a ser general pero el primer destino que me mandaron fue a orillas del Lago Titicaca. Fue un choque más o menos fuerte. Era un cuartel grande con veintitantos oficiales, 400 soldados y 400 caballos. Estaba bien eso pero a los dos o tres meses de estar ahí me mandan a un puesto avanzado de frontera ubicado al otro lado del lago. Fui con 10 soldados, nada más. El pueblo no tenía más que cuatro casas. Era una hacienda que se la habían regalado al Ejército. ¿Por qué? Porque había problemas de frontera, la gente se mataba de un lado al otro de la frontera. Vivir un tiempo ahí produjo un cambio tan grande en mi mente, en mi mundo emocional, que prácticamente me destruyó y yo debí reconstruirme.
¿Nunca había leído o escrito algo para entonces?
No, jamás. Yo era un estudiante de tanques, cañones y cosas así. Pero los oficiales de caballería cuando se gradúan tienen que comprar un cajón de monturas (un cubo de madera). Como yo era pobre, le compré ese cajón a un oficial retirado. Lo tomé tal cual estaba. Un tiempo después tuve un accidente que me obligó a estar sentado. Buscando en el cajón de monturas encontré dos libros: Gog, de Papini y Por siempre Ámbar, de una escritora inglesa. Eran las primeras cosas que llegaban a mi mano. Al estar herido lo único que podía hacer era leer, y lo hice. Papini me rompió el cerebro. Eso empezó a abrirme en este mundo.
¿Que usted haya estado dentro del mundo militar lo hace más afín al mundo de las novelas de caballería?
Es el tema que más conozco. Cuando tú escribes no importa si escribes desde el punto de vista de un militar, de un médico o de un ingeniero, es lo mismo. Lo que tú haces al escribir es plantear tu virus en lo que escribes. El mundo de los militares es un cerrado como cualquier otro. Los seres humanos nos agrupamos en la campana de Gauss, que tiene una cola de la derecha y otra de la izquierda. En la primera están los genios, en la segunda los malditos enfermos y malos. Son la gran mayoría de personas que se colocan en el medio y que son normales. Con los militares pasa lo mismo. Hay adulterio, violencia, también bondad y un montón que son normales.
El título Una bala en la frente y la ilustración de portada hace pensar, a primera vista, que su novela es sobre violencia política, pero no lo es. Trata sobre la violencia social, sobre la muerte pero principalmente sobre la vida y sobre las relaciones humanas entre múltiples personajes. ¿Cuál de estos es el que más le costó trabajar?
El diablo, Hilario. Aparece muy poco pero fue el más difícil.
Tiene una aparición sorpresiva y maligna…
Es el diablo, de verdad lo es. Es un poco complicado para mí manejarme en el ámbito de cosas que no conozco muy bien. He conocido toda clase de gente pero todavía no al diablo. Hilario es mi intento por personificar al diablo reencarnado. Eso es lo que dice la mitología de ese lugar (Ninantaya). ¿Es cierto eso? No sé, es una costumbre de ellos. Yatiri es un viejo pendejo también.
¿Cuántas Ninantayas podría haber en todo el Perú?
Millones. Hoy por hoy ese poblado es el mismo que hace años. Ninantaya sigue teniendo cuatro casas, el telégrafo, la escuela, la comisaría y el aduanero. La hacienda sigue con 40 familias de colonos que estaban por entonces. Cuando yo llegué ahí, bueno, la gente vivía en el régimen del Medioevo. El señor feudal era yo (el ejército) y ellos eran colonos.
¿Entonces el alférez Arrieta (protagonista de la historia) es su álter ego?
No lo soy. Podría serlo pero no. ¿Quién tiene más experiencia en esa hacienda para narrar lo que pasa en esta ficción? Yo, porque he tenido todo tipo de experiencias. Uso mi capacidad de experto en el terreno y construyo al señor Arrieta. Es cierto que él tiene unas cosas mías. Mi esposa dice que él soy yo y eso me da risa porque yo no he matado al diablo.
¿En qué tiempo histórico del Perú se encuentra su novela?
Hay una serie de juegos ahí, se dice que los fulanos se robaron el hito en el 56, luego viene otro año. Si tú cruzas los datos sueltos vas a llegar más o menos al 65 o al 64. En Lima, primer gobierno de Belaunde. Yo recuerdo mucho que por entonces ocurrió la masacre en el Estadio Nacional.
¿No volvió a tener usted contacto con Ninantaya luego de escribir la novela?
No. Una de las intenciones subterráneas de este libro es enseñarle a los que no son militares que los militares son seres humanos como cualquiera. A veces se les juzga injustamente. Por ejemplo, hay un teniente que mató a 15 personas en un pueblo y no por eso puedes decir que todos los militares sean así. No quiero exculpar a nadie pero tampoco hay que culparlos a todos.
Esto es una trilogía. ¿Cuándo vienen las siguientes partes? ¿Están conectadas a la última escena de la primera parte?
En términos generales la trilogía es sobre Arrieta. Por ahora (la siguiente parte) se llama Dudas y murmuraciones. Es la vida de los militares en las tres grandes posiciones que pueden tener durante su carrera. Una bala en la frente es en un puesto avanzado de frontera, dentro de una sociedad diminuta. La segunda es Arrieta dentro de un cuartel. Es una sociedad algo más grande con otro tipo de problemas. La tercera es una precuela con la historia de Arrieta como cadete dentro de la Escuela Militar durante cinco años. No solamente ese lugar. La escuela está en Lima. Lima es una gran ciudad y los que están ahí también tienen enamoradas, estas les sacan la vuelta. Allí matan y hay muertes. Es la vida en una sociedad del tamaño de una ciudad. Si tengo suerte de publicar la trilogía completa, habré terminado un proyecto que empecé en el año 1993. Luego seré libre de escribir cualquier otra cosa.