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José Miguel Silva @jomisilvamerino

Fue la intuición y el talento los que llevaron a Clara Sánchez a escribir una novela tan genial como El cielo ha vuelto (Planeta, 2013). Según ella misma relata en esta breve charla, se trata de una historia que podría leer todo el mundo. Cada quien sabrá interpretarla y disfrutarla a su manera.

En el camino, mientras escribía la novela, se fue dando cuenta de que era un texto de fácil lectura, muy directo…
Sí, yo era consciente de ello. Mientras escribía pensaba uff, creo que es la novela que me está saliendo más ágil, más espontánea, no tengo que volver mucho atrás ni corregir demasiado. Claro que sí de estructura, pues ésta sí que está muy corregida. No obstante, el texto me iba saliendo de una manera muy natural, entonces, pensé que podría leerlo hasta un niño y, sin embargo, no dejaba de ser una novela muy mía.

Una constante en su narrativa es esta idea que no somos lo que parecemos.
Y nos pasamos la vida descubriéndolo. Por eso es que mis novelas tienen casi todas ese aire de novela policíaca, de suspenso, de thriller sicológico, porque los personajes tienen que descubrir la verdadera naturaleza de los otros personajes a lo largo de la historia. Eso le ocurre a Patricia, que debe descubrir cuál es su verdadera relación con su marido, con su familia, con la gente del trabajo. Tiene que desenmascarar sus sentimientos, enfrentarse a sus miedos. Esta es una novela muy contemporánea, como todas las mías, que habla del miedo, del amor y de la fragilidad con la que vivimos. Pero, todo eso envuelto en mucha agilidad y sencillez.

Sencillez es una palabra con la que se podría resumir la novela. Usted tiene 59 años. ¿En qué etapa cree que se encuentra no como escritora sino como mujer, como ser humano?
Creo que estoy en el mejor momento de mi vida. He perdido ya muchos miedos, tanto como escritora y también en la vida misma. Ya no tengo tanto miedo a no gustar. Esto es lo que le pasa a Patricia en la novela, esto lo puse en su sicología, se lo entregué. Ese miedo a no gustar, al rechazo. Hoy, es cuando más plena me siento como mujer, como escritora. Es el momento de mi vida en el que me vienen las ideas de una manera más ágil. No tengo casi que salir a buscarlas. Mi mente está, hoy, en su máximo desarrollo imaginativo. Me siento como cuando tenía cinco años. Y sobre todo, he perdido el miedo a mostrar mi lado más imaginativo. Siento dentro de mí muchísima libertad creativa. Estoy muy contenta con lo que me ha dado la vida, con sus luces y sus sombras.

El premio Planeta es entonces un aliento en este momento de su vida.
Claro que sí. Contribuye a ese momento de libertad que es tan importante para mí, porque me permite seguir escribiendo sin tener que preocuparme mucho de otras cosas. Además, me viene en un momento de mi vida en el que yo sé aprovecharlo, para favorecer mi carrera literaria, para escribir con plena libertad. A lo mejor si este premio me llegaba con la segunda novela, me habría bloqueado o paralizado. Ahora lo disfruto mucho, porque es una apertura a muchísimos más lecturas, me hace mucho más conocida.

Cuando uno escribe sobre detectives, debe investigar sobre ellos. Cuando uno escribe sobre pirámides, debe investigarlas. Usted decidió que la protagonista sea una modelo. ¿Cuál fue el proceso creativo en su caso?
A mí me gusta saber qué es lo que hacen mis personajes, en qué trabajan y en qué se ganan la vida. Yo tengo una amiga que es modelo y que me contó mucho sobre su vida. Por otro lado, tampoco me pareció que tuviera que indagar tanto porque las modelos están a la vista de todo el mundo ¿no? Las vemos en los backstage, haciendo esas cosas que me contaba mi amiga. Además, el mundo de la moda no es algo ajeno a la persona de a pie. Todos estamos insertos allí. Desde la camiseta que llevamos puesta o la casaca. Distinguimos la marca de ropa, nos probamos la ropa. Sí que tenemos algo de modelos. Es decir, el mundo de la moda está arraigado en nuestra vida, no es algo ajeno. No es como hablar de los mineros que tienen que extraer diamantes de las minas. Ese sí es un mundo algo desconocido.

Quería hablarle un poco sobre el personaje de Viviana. ¿Es necesario que un autor crea en sus personajes? ¿Cree usted en los videntes, en la magia?
No es que crea, sino que creo que necesitamos agarrarnos a algo en la vida. Hay gente que va a la Iglesia todos los días, porque necesita sus santos, sus protecciones. Todos necesitamos ayuda. Sí veo que en España cada vez proliferan más las ‘Vivianas’. ¿Por qué? Porque necesitamos ayuda y lo que nos permite el mundo de la magia frente, quizá al mundo de la religión, es que la primera nos da recursos para transformar nuestra vida personalmente. Es decir, con unos hechizos, unos sortilegios o no sé qué, podemos hacernos la ilusión de que estamos transformando nuestra realidad. Mientras que, a lo mejor, el que está agarrado a la religión deja todo en manos de los santos y los dioses. Repito, cada vez se consulta más a las ‘Vivianas’ que a los propios curas.

En Perú se dice que no leemos mucho. Algunos relacionan el desarrollo de los países con la capacidad de sus ciudadanos para leer, comprender y crecer. ¿Puede la lectura ayudar a desarrollar a una nación?
Claro que sí. Para empezar, la lectura es lo que más nos acerca a las personas. Nos acerca mucho porque lo hace a través de los sentimientos, de las emociones de las maneras de sufrir la vida, de reírnos. La literatura es democrática, en el sentido de que es para todo el mundo. Además, neuronalmente está comprobado que nos hace mucho bien, porque transforma las estructuras cerebrales que nos hace más receptivos a lo que tenemos alrededor y también más críticos. Luego, nos permite aprender a través de las vidas de otras personas y de la imaginación de los demás. Entonces, ver la vida a través de la imaginación de un tercero nos aporta ángulos de visión que quizás nosotros no pudimos notar.

Usted escribió un artículo que fue premiado en 2006 llamado Pasión lectora. Es corto pero muy directo. ¿En qué momento usted se dio cuenta de que la lectura es un caso de doble vampirización?
Desde niña me atrajeron mucho los libros. Quizás por mi necesidad de escapar, de evadirme, de lo que sea. Bueno, esto lo pensé mientras escribía el artículo. Cuando yo leo me ocurre eso, yo entrego mucho a la lectura. Por eso una novela, depende de quién la lea, es de una manera o de otra. Yo entrego todo lo que soy porque coloco allí toda mi experiencia. Y el libro también me da todo lo que ese escritor ha hecho. Entonces, yo estoy absorbiendo pero el libro también absorbe algo de mí. Eso es una vampirización.

¿Y usted qué tipo de lectora es? ¿Necesita silencio, espacio o puede hacerlo en plena bulla, en el avión?
Prefiero leer cómodamente, pero puedo hacerlo en cualquier sitio. Lo que pasa es que prefiero no leer quieta, como si estuviera estudiando. Me gusta estar un poco reclinada. Eso es maravilloso. También me da mucho placer leer bajo la sombra de un árbol, al borde de una piscina. Me gusta mucho leer rodeada de naturaleza. Es como si tuviera dos vidas. La de la naturaleza, en la que estoy y finalmente la del libro.

¿Si usted volviera a nacer sería escritora nuevamente?
Creo que sí. Escribo desde niña y, bueno, si tuviera los mismos padres, viviera en los mismos sitios, hubiese sufrido las cosas que sufrí, volvería a ser escritora. La literatura me ha dado tanto que creo que le tengo que estar agradecida a la vida.