(Foto: Deutsche Welle)

(Foto: Deutsche Welle)

Síguenos en Facebook



El Festival Internacional de Cine de San Sebastián acogió la presentación de la primera película como director de Andrea di Stéfano, que pasó año y medio documentándose sobre Pablo Escobar y su entorno. Carlos Bardem, perteneciente a una de las familias más importantes del cine español, cuyo máximo valedor en Hollywood es su hermano Javier, es uno de sus protagonistas.

Deutsche Welle: ¿Su personaje está inspirado en alguien real?

Evidentemente, la película es ficción. Pero Drago, mi personaje, sería una mezcla entre dos tipos reales, que eran Popeye y Tyson. Lo que buscábamos era reflejar esa lealtad amoral y acrítica, despiadada, con la figura del “patrón”, como ellos le llamaban. Acataban sin preguntas, lo que él ordenaba se hacía y, como se dice en la película, “nadie escapa de Pablo Escobar”, una figura omnipresente, en aquel momento, en Colombia.

Cuando se hace de villano, es de suponer que para un actor es tan gratificante como hacer de héroe… ¿Es distinto cuando sabes que ese villano existió?

Bueno, Drago no es Popeye. Yo tengo un compromiso: nunca encarnaría un personaje que, para mí, hablara de manera positiva de algo que yo detesto, como la violencia, la homofobia, el nazismo o el racismo. Cuando interpretas a un villano, como es mi personaje en esta película, lo bueno es meterte a fondo en la psique de este tipo. Comprenderlo, pero sin empatizar con él. Juzgarlo, sí, pero entenderlo. Al final, en el caso de Escobar y en el caso de Drago, su sicario, lo que estamos retratando son monstruos, quitándoles la careta.

¿Cómo era esa careta?

Por ejemplo, Pablo Escobar, en esos años, tenía esa imagen para algunos de que era una especie de Robin Hood. Pero no era un Robin Hood: era un monstruo. Sus sicarios lo único que dejaron en Colombia fue un reguero de terror.

¿El cine puede o tiene que ayudar a que la sociedad, los países, digieran, reflexionen sobre su propia historia?

Hay muchos tipos de cine; pero, como vehículo cultural, el cine debe aspirar siempre a mover a la reflexión, a mostrar algo que genere una pregunta en el espectador. Es decir, superar la lectura obvia del personaje de Pablo Escobar. Vamos a mostrar a este señor y a pensar qué condiciones sociales concurren para que alguien sustituya al Estado. Qué desigualdad social permite que un tipo al que lo que le sobra es dinero, se permita regalar unas migajas y, así, regalando esas migajas a quien no tiene nada, se cree una fama de benefactor.

¿Qué ha aportado Carlos Bardem al personaje que no estaba inicialmente en lo que el director escribió?

Supongo que cualquier otro actor que hubiera hecho Drago, hubiera hecho otro Drago. Yo creo que los actores somos una especie de membrana por la que se filtra esa propuesta de personaje, intentando hacerlo nuestro. Nos ponemos al servicio del personaje, utilizando lo que hay dentro de nosotros que pueda servir a esa interpretación para convertirlo en verdadero. Para que el tipo que lo vea en la pantalla no vea a Carlos Bardem, sino a Drago. Y lo que tú pones al servicio de tu personaje es tu sensibilidad, tu miedo, tu violencia.

Últimamente trabaja usted más fuera que dentro de España. ¿Está mejor el cine latinoamericano que el español?

Yo no diría que está mejor. En México, por ejemplo, se hace un cine magnífico. Yo tengo la suerte de trabajar en proyectos muy interesantes en México o en coproducciones de este tipo. Me encanta. Me siento un privilegiado. Pero tampoco es una decisión. Yo no he dicho: me voy a hacer películas a México. A mí me encantaría trabajar en mi país. Yo soy del barrio de El Retiro, en Madrid, y me encantaría actuar con mi acento. Lo que pasa es que en España se hace cada vez menos cine. Me siento muy privilegiado por poder trabajar en otros países.

El narcotráfico es un gran problema. ¿Qué le parecen las nuevas estrategias que están proponiendo luchar contra esta industriaen base a la legalización, la despenalización y el control estatal?

Yo estoy absolutamente a favor de la legalización de las drogas. Porque a las drogas, que por supuesto son nocivas, la legalización llevaría a un mayor control. La gente que las consume tendría más información sobre lo que se está metiendo. Y, sobre todo, serviría para acabar con el gran negocio de la droga. El gran negocio de la droga es la ilegalidad. Y se sustenta en los bancos, que se benefician de todo ese flujo de dinero. Y el gran negocio de la droga es también el negocio de la seguridad, de tener grandes cuerpos policiales, grandes helicópteros, grandes equipos de telecomunicaciones, de vigilancia, que cuestan millones y millones de dólares… todo eso se acabaría con la legalización de la droga.

¿Pablo Escobar no hubiera sido posible si las drogas estuvieran reguladas?

No puede existir un narcotraficante cuando algo es legal. Si un negocio es legal, no hay sitio para los gánsteres.

(Fuente: Deutsche Welle )