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Por José Miguel Silva Merino (@jomisilvamerino)
Ha sido para mí complicadísimo encontrar su libro La parábola de Pablo en librerías, se había agotado rápidamente. ¿Usted esperaba este éxito en países vecinos y principalmente en Perú?
El libro fue publicado en Colombia en el 2001. Uno como escritor nunca espera la resurrección de un libro suyo y menos con la magnitud que se está dando en Perú y en otros países de América Latina. Definitivamente lo que influye en eso es la serie. Habría que preguntarse por qué la serie tiene tanta popularidad. Me imagino que porque el personaje es muy atractivo y siempre nos ha llenado de muchas inquietudes, pero de pronto también los elementos en común que tenemos entre nuestros países. Hay series de televisión que son como un espejo de los que nos sucede.
A la población le gusta leer relatos sobre héroes. ¿Podría Pablo Escobar tomarse como un héroe oscuro?
Un héroe totalmente oscuro, un hombre que ha logrado cautivar a segmentos de la sociedad que busca guerreros desafiantes de los poderosos, del sistema. El periplo de Pablo Escobar es un periplo de muerte, no solo por lo que le ocasionó a la sociedad sino por lo que le hizo a su gente, a su familia y a él mismo. Yo empiezo el relato en el cementerio y lo termino ahí porque quiero señalar que todo fue una carrera hacia la muerte.
Usted menciona en el libro que Pablo Escobar no es el inicio ni el final del narcotráfico en Colombia. ¿Cuánto ha cambiado ese problema en su país?
Una cosa que quizás no cambia es la prosperidad del narcotráfico. Nuestros países son muy capaces de derrotar narcotraficantes tarde o temprano y a pesar de corrupciones, pero lo que no han podido es derrotar el mal en sí. Me parece una tarea sin mucha viabilidad dentro de los esquemas que se están dando.
¿Al leer el libro me parece que usted está en contra de la ilegalización de la venta de drogas?
Yo creo que la ilegalidad de esos productos – o la falta de otras opciones para el manejo de la coca, la marihuana – está generando estas organizaciones tan poderosas. Ahora, en algunos países del norte – en Europa, en Estados Unidos -, se puede debatir, por ejemplo, dejar libre el consumo de marihuana o si legalizar la marihuana para los usos médicos. Pero si en nuestros países se empieza a discutir eso, nos señalan inmediatamente. No existe un equilibrio. No podría Colombia tomar una decisión autónoma sobre la legalización o sobre el manejo de estas sustancias, pero yo creo que sí va a ser importante insistir en que la comunidad internacional opte por otros caminos. La palabra legalización a mí no me gusta mucho.
Como que genera temor ¿no?
Aterroriza mucho. La gente dice que quizás la cocaína estará expuesta en un supermercado y no necesariamente. Por ejemplo, la amapola podría usarse para producir analgésicos muy buenos, como de hecho sucede en muchos lugares. O que no se industrialice hacia la cocaína sino que se saquen muchos productos con la hoja de coca. O que los consumos sean solo por dictamen médico. Un buen ejemplo contemporáneo es el cigarrillo. ¿Qué tal si se prohibiera? Sería terrible. Cada vez es más complicado consumirlo y no han necesitado prohibirlo para eso.
Otro aspecto importante que menciona el libro es el ingreso de los capos del narcotráfico al fútbol de su país. Hace no mucho, Millonarios propuso devolver títulos ganados en los años que los capos aportaron dinero a los equipos. ¿Cuán diferente es esta realidad en la Colombia de hoy? ¿Se llegó a desligar el narcotráfico del fútbol colombiano y/o del deporte en sí?
Yo creo que esas relaciones siguen. A los narcotraficantes les encanta la vinculación con espectáculos masivos porque a ellos les encanta exhibirse y lucir como reyes en escenarios como el del fútbol, que mueve tantísima multitud. Todavía uno puede ver en la tribuna del estadio en Bogotá que los hinchas del Millonarios tienen una pancarta muy grande de un narcotraficante que se llamaba Gonzalo Rodríguez Gacha. Les gusta recordarlo porque fue propietario del equipo, así como Pablo fue propietario del Nacional de Medellín. Eso se dio y eso se da aún.
12 años después de que usted terminó de escribir el libro La parábola de Pablo, ¿cuál es la situación de los otros protagonistas de la historia? Los hijos de Pablo, su esposa, su madre, ¿qué fue de ellos?
Ellos salieron peregrinando de Colombia. Lograron que el gobierno argentino les diera asilo. Cambiaron sus nombres y apellidos. Juan Pablo (el hijo de Pablo Escobar) ha ido a Colombia a pedir perdón por los crímenes de su padre. Ha hecho un documental en donde él se encuentra con hijos de las víctimas de su padre. Me parece que ha sido una búsqueda interesante y genuina de su parte. El resto de su familia permanece en la ciudad. El hermano de Pablo (Roberto Escobar, conocido como el ‘Osito’) quedó invidente por un atentado terrorista y sus hermanas tratan de normalizar sus vidas, buscando ser gente común y corriente en Medellín.
Hablemos de los sicarios que acompañaban a Pablo. Ellos muchas veces veían la muerte como una forma de supervivencia, de ganar dinero. Le decían a su patrón “¡Hágale!” (mátelo) solo porque ellos iban a cobrar. ¿Este tipo de sicariato tan cruel, persiste en Medellín?
Eso ha evolucionado mucho pero todavía permanece. Hay mucha gente que vive de la violencia. Una de las desgracias de estos países es que quienes aprenden a vivir de eso, pues no quieren nunca renunciar a esas prácticas violentas. Escobar tenía un cuerpo de asesinos que se enriquecía en la medida en que podía cumplir asesinatos. Eran unos azuzadores.
El libro es una gran narración. Se inicia contando los inicios de Pablo, cuando transportaba pequeños paquetes de droga, luego pasa a mostrar el poder de un multimillonario narcotraficante, y termina con un Pablo asesinado mientras huía por un techo casi sin protección, muy solo. ¿Cuál fue la parte de la vida de Pablo que más le impactó al momento de investigarlo?
Que fuera capaz de asesinar a sus amigos estando en la cárcel. De ponerlos en un asador, meterlos en caletas de ácido cuando tenía la oportunidad de rehacer su vida. Ahí la psicología del personaje me parece incomprensible. Como que si no pudiera con él mismo. Su instinto lo llevó a cometer las mayores locuras que desataron la furia de sus aliados. Ahí empieza el inicio de su fin.
¿En los últimos dos o tres años de vida de Pablo también se dedicó al narcotráfico, o únicamente a secuestrar y cobrar dinero por eso?
Él mantenía control sobre el negocio del narcotráfico, tanto de las cosas que él exportaba como de las de la otra gente que exportaba y siempre tenía que tributarle dinero, pero también secuestró. Lo hizo para negociar con el gobierno nuevas leyes y, otra parte, para obtener riqueza. Además mató a sus amigos para quedarse con sus riquezas.
Hablemos de los héroes ‘positivos’ de la historia. Los policías que lo capturaron, quienes dirigieron el Cuerpo de Élite. Usted menciona que uno de los mandos se sintió algo decepcionado luego de la captura de Pablo.
El comandante del bloque de búsqueda. No es que lo sacaran de la Policía pero lentamente fueron marginándolo hasta que llegó a su retiro como oficial. Considero que la serie Pablo Escobar, el patrón del mal, reivindica muy bien su trabajo.
Esta costumbre que hay en la vida de Pablo y sus secuaces de buscar mujeres jóvenes, vírgenes para acostarse con ellas. ¿Cómo se puede resumir el papel de la mujer en la sociedad de entonces?
Una realidad de absoluta explotación dentro de una cultura de machos, donde se usa mucho la prostitución. Ellos tienen una obsesión con la virginidad, con las mujeres puras. Para ellos era una búsqueda insaciable de tener jovencitas que satisficieran sus deseos sexuales. Querían “estrenarlas” – perdóneme la expresión -. Buscaban pureza quizás porque ellos eran muy sucios.
Usted es periodista pero entró en política y fue alcalde de Medellín. ¿Se arrepiente de eso?
No estoy arrepentido, creo que valió la pena hacer el trabajo. Creo que contribuimos a transformar cosas importantes en la ciudad. Le encontramos una ruta a una ciudad que estaba como que sin salida. Pero he vuelto a lo mío y mi vocación es el periodismo. Creo que ahí me siento cómodo.
Este libro es un paso fundamental en su carrera periodística…
Yo he publicado también otros textos pero tal vez este es el libro más completo que yo haya hecho.
¿Hay muchos biógrafos de Pablo Escobar?
La familia ha publicado unos libros, el ‘Osito’ también, una hermana hizo lo propio, pero no conozco muchas biografías independientes, quizás Killing Pablo de un autor gringo (Mark Bowden), pero es más sobre la parte final de la persecución.
¿Se puede ser objetivo al escribir sobre Pablo Escobar?
La objetividad es una búsqueda que difícilmente se alcanza, no solo en ese tema sino en cualquier otro. Al final cuando uno selecciona un tema, el método para abordarlo, a quién quiere entrevistar y a quién no. Pues ahí hay una carga de subjetividad. ¿Qué hace uno? Cumplir unas reglas periodísticas en el sentido de que lo que ya está escrito es verificable. Fuentes, circunstancias de modo, tiempo y lugar que le dan esa veracidad.