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Pese a la victoria ante Croacia en el partido inaugural del Mundial, la mandataria brasileña y el presidente de la FIFA siguen en la picota. La distancia entre los hinchas y los manifestantes se acentúa cada vez más.
Se sintió la adrenalina del partido inaugural del Mundial de Fútbol. En los primeros minutos del partido, el nerviosismo de Brasil y su selección se hizo presente.
Poco después del pitido inicial el estadio enmudeció. El defensa Marcelo había anotado un autogol: 0-1 para Croacia. En la tradicional fiesta callejera “Alzirão”, en el barrio de Tijuca en Río de Janeiro, los hinchas comprendieron que la situación era grave. 90 minutos después, la alegría no tenía límites. Brasil logró darle la vuelta al partido, ganando 3-1 ante Croacia. El país entero respiró aliviado, había superado el primer reto del Mundial.
Euforia y depresión
Desde que la FIFA le concediera a Brasil la organización del Mundial en el 2007, el país oscila entre la euforia y la depresión. “O una de dos, o Brasil queda fuera del Mundial al principio o gana el campeonato”, opina el maestro de deportes Pelé da Praia, que imparte clases de voleibol en la playa de Ipanema.
Bajo el lema “No habrá mundial de fútbol”, desde hace un año activistas protestan contra los altos gastos del megaevento deportivo. Están convencidos de que los cerca de 10 mil millones de dólares que ha costado el Mundial se deberían haber invertido en los sectores de educación y salud y no en estadios y proyectos de infraestructura. Sin embargo, después del primer gol del delantero estrella Neymar algo ha quedado claro: el Mundial llegó a Brasil, aún si transcurre un poco diferente de cómo se había planeado.
“Neymar ha salvado a nuestro país”, escribió el periodista Ricardo Noblat en su blog para el diario brasileño O Globo. Eufóricamente cita un fragmento del himno futbolístico del famoso poeta brasileño Carlos Drummond Andrade: “El salto de júbilo del jugador es un triunfo sobre la triste ley de la gravedad”.
No hubo caos vial
El 12 de junio Neymar hizo saltar de alegría a 200 millones de brasileños. Por fin éxito y reconocimiento en vez de caos y problemas. Hace pocos días todavía se había dudado si el estadio “Itequerão” en Sao Paulo iba a estar listo a tiempo para el partido inaugural. Asimismo, apenas hace dos días una huelga del metro en la megaciudad había hecho colapsar el tránsito.
Las demoras en la construcción de los estadios mundialistas y la ampliación del aeropuerto habían suscitado los peores temores entre los brasileños. La rabia acumulada se descargó durante la fiesta inaugural del mundial. Durante 36 segundos la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, fueron abucheados delante de las cámaras.
Activistas contra hinchas
También en Río de Janeiro los fans se sumaron al abucheo: “Fuera Dilma”, decía un manifestante en la Copacabana y formuló una tesis que hizo enojar a los hinchas brasileños: “Si Brasil pierde el mundial, quizá también Dilma pierda las elecciones presidenciales del 5 de octubre”.
Por motivos políticos, algunos manifestantes incluso apoyaron al equipo contrario, algo que causó desagrado a los hinchas de la “seleção”. Cuando en la fiesta al aire libre en la Copacabana algunos manifestantes festejaron el gol de Croacia y abuchearon a Neymar, la policía tuvo que intervenir para separar a ambos grupos.
También en Sao Paulo la policía tuvo que disolver manifestaciones con el uso de la fuerza. La distancia entre la población y los manifestantes se acentúa cada vez más. Sindicalistas, miembros de los “sin techo” y del bloque negro marcharon por calles abandonadas y se enfrentaron a la policía. Una pancarta que colgaba del balcón de una casa resume en pocas palabras lo que muchos brasileños piensan: “La protesta tiene lugar en la urna. Fuera Dilma, sí habrá Mundial”.
(Fuente: Astrid Prange/Deutsche Welle )