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En EEUU, se le conoce como niño prodigio. Como jugador de baloncesto, Dirk Nowitzki es uno de los mejores a nivel mundial. Ahora, una película muestra cómo un joven de provincias llegó a ser una superestrella.
Usando un doble significado, el documental sobre la vida del jugador alemán de baloncesto Dirk Nowitzki se llama “El tiro perfecto”, un tiro perfecto con el balón que, en lo deportivo, aprendió de su entrenador, Holger Geschwindner.
“Los dos emprendieron un experimento que mereció la pena”, cuenta el productor Leopold Hoesch en referencia a la gran relación entre deportista y entrenador. Pero, además, el título de la película es una metáfora sobre los éxitos de Nowitzki: trata de amistad, de trabajo bien hecho y de juego limpio, continúa Hoesch, de cómo saltarse las vías convencionales y aprender a conseguir los propios objetivos.
De lavaplatos a millonario
Además de ir más allá del deporte, la película del director Sebastian Dehnardt cuenta una historia clásica y emotiva. Algo así como “de lavaplatos a millonario”, que trata también de una amistad productiva entre dos personas tanto en la vida como en el deporte.
Dehnardt y su equipo acompañaron Nowitzki durante dos años en la liga profesional de la NBA y en sus visitas en Alemania. Cuando comenzaron, Nowitzki estaba en el cénit de su carrera. Buscando la respuesta a la pregunta de cómo pudo llegar un joven tímido de provincias a lo mas alto del deporte profesional en Estados Unidos, el director tuvo que retroceder en el tiempo. Y así fue cómo reparó en Holger Geschwindner.
El entrenador había sido un destacado jugador de baloncesto, nacional y olímpico. En los 60 y 70, con el baloncesto se ganaba poco dinero y Geschwindner, que había estudiado Física y trabajaba en el Max-Planck-Institut, seguía de cerca a los nuevos talentos. En un partido de juveniles, descubrió a Nowitzki.
“Había un tipo alto y flaco que corría y hacía todo lo que un buen jugador podía hacer. Pero no tenía técnica”, recuerda Geschwindner en la película.
Fue entonces cuando comenzó a entrenar a su protegido. Como físico e individualista, Geschwindner tenía un fuerte carácter y recurría a métodos poco convencionales. Por ejemplo, con entrenamientos con música debido a su afición al jazz: “Los grandes individualistas que son muy buenos en su campo tienen que unirse”, dice el experto: “Van un paso por delante y son protagonistas, como un solista. Los demás están de fondo”.
Como un padre
Geschwindner se convirtió así en compañero, entrenador y una especie de padre para Dirk Nowitzki. Sobre todo cuando el joven talento tuvo que enfrentarse a la tensión de la liga profesional en Estados Unidos. “Es único a la hora de atender los detalles”, aclara Nowitzki. “Trabajé con muchos entrenadores, pero, en cuanto a la técnica de tiro y los detalles, es el mejor”, agrega.
Tras una dura fase de aclimatación, plagada de nostalgia e inseguridades, el joven de 20 años logró hacerse un sitio en Estados Unidos con la ayuda de su entrenador. Entonces, Nowitzki se comprometió con los Dallas Mavericks, un equipo de segunda. Con ellos consiguió el ascenso y ser elegido varias veces como mejor jugador, batiendo récord tras récord. Pero en los Mavericks fallaba algo. No conseguirían el campeonato hasta 2011, temporada en la que, tras una alucinante fase final, Nowitzki y su equipo se proclaman campeones de la NBA. En ese momento, la ciudad y el país estaban a sus pies y el alemán se convirtió en el jugador más valioso de la liga.
Ahora, Nowitzki es una leyenda en Estados Unidos. “Es un hito en la historia de la NBA. Dirk es el primer líder del campeonato que no aprendió a jugar en Estados Unidos”, dice uno de sus colegas de equipo. Una historia de cine que, como en “El tiro perfecto”, trata sobre el espíritu del deporte y la fuerza de la voluntad, sobre dos culturas diferentes y sobre una amistad extraordinaria.
(Fuente: Deutsche Welle )