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Cuando se revisa la clasificación de la Bundesliga y se confirma que el Stuttgart está en la posición quince, igualado en puntos con los candidatos a descender a la segunda división alemana tras perder sus últimos ocho partidos, es difícil imaginarse que no hace mucho tiempo este equipo era el dueño del corazón de los aficionados al fútbol en Alemania.
Subir para caer
Con dos futbolistas mexicanos en sus filas, Pavel Pardo y Ricardo Osorio, el Stuttgart fue la gran sorpresa de la temporada 2006/2007 al conquistar el título de la Bundesliga, superando con gran amplitud al Schalke (dos puntos de diferencia), al Bremen (4), e incluso al Bayern Múnich (10).
La plantilla del Stuttgart contaba con algunas de las más prometedoras promesas jóvenes del balompíé alemán: el goleador Mario Gómez, el portero Timo Hildebrand, los defensores Arthur Boka (el único que desde entonces ha jugado siempre en el equipo), Serdar Tasci y Andreas Beck, y los volantes Sami Khedira, Thomas Hitzlsperger, Christian Gentner y Roberto Hilbert. Todos ellos, de la mano del entrenador campeón Armin Veh, permitían augurar en ese momento la irrupción de un nuevo protagonista de primera fila en la Bundesliga.
Pero en contravía a lo que los aficionados esperaban, el Stuttgart, no reforzó la plantilla con jugadores de calidad y renombre que le pudieran ayudar a enfrentar el reto internacional que le esperaba siendo el campeón alemán: la Champions League. Al equipo llegaron, como las grandes contrataciones, el creativo turco Yildiray Bastürk, el portero Rafael Schäfer, y el atacante rumano Ciprian Marica.
Ninguno de ellos consiguió convertirse en líder de la plantilla, tampoco elevar su nivel. La temporada de defensa del campeonato alemán fue un suplicio para el Stuttgart. Internacionalmente fue apabullado por sus rivales de grupo en la Champions League, entre ellos el Barcelona, pues todos lo derrotaron. En la Bundesliga, con gran esfuerzo, terminó sexto.
La venta del futuro
La oportunidad de aprovechar el viento a favor que produce un título se desperdició, y un año después iniciaría la primera desbandada del equipo (Pardo, Gentner, y Beck) acompañada de un desesperado intento de corregir el rumbo, que incluyó la contratación, a sus 38 años, del famoso portero alemán Jens Lehmann, y la sustitución del entrenador Veh con el exjugador Markus Babel, quien llevó al equipo a la tercera posición del campeonato.
Esto, sin embargo, no fue suficiente para frenar la partida de los dos principales jugadores del equipo: Mario Gómez y Thomas Hitzlsperger. La perdida de las dos estrellas fue recompensada con ingresos de más de 30 millones de euros que el club reinvirtió en futbolistas que no alcanzaron a llenar las expectativas: el italiano Cristian Molinaro, el ruso Pavel Pogrebnyak, el serbio Zdravko Kuzmanovic, el bielorruso Aleksandr Hleb.
La historia se repitió en Stuttgart: a una buena campaña le siguió una muy regular. Aunque en la Champions League se llegó más lejos esta vez, a octavos de final, donde el Barcelona de Pep Guardiola los eliminó, en la Bundesliga unicamente se obtuvo el sexto puesto, esta vez dirigidos por Christian Gross, el tercer entrenador en apenas tres años.
La falta de continuidad
Y es que si hay algo que en Stuttgart es constante, es la falta de continuidad. A los jugadores importantes no se les logra retener, y los entrenadores van y vienen sin contar con tiempo para dejar huella. En el 2010, por ejemplo, se marcharon del equipo Sami Khedira, Roberto Hilbert y Ricardo Osorio; vino el campeón mundial con Italia Mauro Camoranesi para quedarse escasos seis meses y no jugar ni un solo partido completo; y en el campeonato 2010/2011 el club tuvo tres entrenadores distintos: Gross, Jens Keller (hoy en Schalke), y Bruno Labbadia.
Este último estuvo tres temporadas con el Stuttgart sin conseguir un progreso evidente. En su primera gestión lo rescató del descenso y lo llevó a la posición 12; en la siguiente, en el 2012 terminó sexto, para regresar a la decepcionante casilla 12 un año más tarde.
A poco de haber iniciado la actual temporada de la Bundesliga la mesa directiva del club le apostó a un proyecto a largo plazo cuya prioridad debería ser la promoción de valores propios, de futbolistas jóvenes de la cantera, al primer equipo. Para ello le entregó el mando al entrenador Thomas Schneider, el mejor conocedor de las divisiones inferiores del club.
Los malos resultados, sin embargo, podrían volver a truncar el deseo de trabajar en un proyecto futbolístico. En los siete años que han transcurrido desde ese título que le permitió soñar a la afición del Stuttgart con un mejor futuro, el club no ha podido crear las condiciones para hacerlo realidad.
(Fuente: Deutsche Welle )