Iluminación especial para el mundial en Río de Janeiro. (Foto: Agencia Brasil)

Iluminación especial para el mundial en Río de Janeiro. (Foto: Agencia Brasil)

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Solo faltan 100 días para el inicio de la Copa de Fútbol y los brasileños vacilan entre la fascinación y el pesimismo. Pero son cada vez menos los manifestantes en contra del evento.

Fútbol sí, FIFA no. En estas cuatro palabras se resume el sentimiento de los brasileños a poco más de tres meses de la Copa Mundial de Fútbol. A pesar de los grandes problemas durante su preparación, el interés en el evento futbolístico del año es enorme: ya han sido vendidas 2,3 millones de entradas. Trece millones de aficionados participaron en el sorteo de entradas realizado en febrero pasado.

Luiz Terenzi, de Belo Horizonte, es uno de los 900 mil brasileños que ya tienen un boleto en el bolsillo. Con 125.465 unidades, los estadounidenses ocupan el segundo lugar en la tabla de ventas de entradas de la FIFA, seguidos por Alemania, con 55.666. Por su parte, los aficionados argentinos han comprado más de 50.000.

Tras las huellas de la “seleção”

Aunque Brasil espera recibir a más de 600 mil aficionados extranjeros, la gran mayoría de los espectadores en los estadios la compondrán 3 millones de brasileños. En total, los aficionados brasileños gastarán unos 6 mil millones de euros en la Copa, según cifras de Embratur, la agencia estatal del turismo, que igualmente estima que los extranjeros aportarán unos 2 mil millones de euros a la economía nacional.

Pero los brasileños tienen sentimientos encontrados. Según Datafolha, hoy “solo el 52% de la población *aprueba el Mundial en su propio país*”, un evento que en 2008 contaba con el 79% de favoritismo. En la organización del Mundial el gobierno brasileño ha invertido casi 8 mil millones de euros, de los cuales 1,1 mil millones de euros provienen de inversionistas particulares, según el ministro brasileño de Deporte.

La FIFA en la mira

“Es contradictorio invertir dinero en estadios mientras *en otras partes falta hasta lo más necesario*”, dice Felipe Alencar, estudiante de São Paulo, que ha participado en todas las protestas desde cuando tuvo lugar la Copa de Confederaciones, en junio de 2013. Alencar está seguro de que “el pueblo no gana nada con el Mundial. Y ni a los estadios puede ir porque las entradas son muy caras”.

Orlando dos Santos Júnior, del Comité de Movimientos Sociales, es aún más crítico. “Yo no dudo que el estadio de Manaus no vaya a terminarse, ¿pero de qué le sirve a Brasil tener un estadio en la selva amazónica?, se pregunta dos Santos.

Cinco de los doce centros deportivos para el Mundial se encuentran aún en construcción. La licitación para algunas zonas verdes aún está en curso, así como la ampliación de dos aeropuertos internacionales.

Fútbol, educación y corrupción

Pero a pesar de todos los problemas, el 63 por ciento de los brasileños rechaza la realización de protestas durante la Copa, según Datafolha. Pelé, embajador honorario del Mundial, ha instado a apoyar el evento, una postura controvertida por los críticos.

Una crítica que no comparte Aidê de Simone, profesora de deporte y voluntaria del Mundial, quien considera que “no se puede culpar a la Copa de Fútbol de todos los males que aquejan a Brasil”, porque según esta joven, “sin Mundial igual no habría dinero ni para salud ni para educación”. De todos modos, agrega de Simone, “el dinero se pierde porque Brasil es un país en donde hay mucha corrupción”.

(Fuente: Deutsche Welle )