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Los jugadores alemanes no abandonaron el estadio de Mönchengladbach insatisfechos o frustrados. Pese al resultado poco alentador, un empate a dos goles ante su propio público contra Camerún y a una presentación que definitivamente no convenció ni a la afición ni a los analistas, los integrantes de la selección se marcharon a unas cortas vacaciones con una sonrisa en la boca y un notable optimismo.
Es poco probable que esa actitud sea el fruto del balance de un partido en el que Alemania deslució. Ella solo se puede explicar como la muestra de una gran confianza en sí mismos y el trabajo que están desarrollando, o con la alegría anticipada de poder gozar de un par de días de asueto antes de emprender la fatigosa tarea que les espera en Brasil luego de una exigente concentración en Italia.
Diferencias abismales
La conclusión a la que llegaron los observadores del enfrentamiento de prueba que se jugó en Mönchengladbach fue casi unánime: “por fortuna el Mundial empieza para Alemania en catorce días y no mañana”. El propio seleccionador Joachim Löw coincidió con esa opinión y reconoció que en su equipo “se nota que falta frescura y concentración. Sé que podemos hacer las cosas mucho mejor, pero estoy convencido que en dos semanas vamos a estar en una condición mucho mejor”.
Y eso es lo que espera la afición, pues contra Camerún fue inocultable que en la selección hay jugadores que están de lejos muy por encima de sus compañeros, mientras otros o no están en condiciones de jugar, por estar lesionados, o están agotados, o simplemente no encuentran todavía su mejor forma.
Thomas Müller, Marco Reus, así como los sustitutos André Schürrle y Lukas Podolski, mostraron encontrarse en óptimas condiciones para competir en Brasil. Mesut Özil y Mario Götze, en cambio, escasamente lucieron en jugadas aisladas, sin conseguir vincularse al colectivo.
Para ilustrar aún mejor las abismales diferencias de nivel entre los integrantes del equipo alemán, basta ver los ejemplos de Müller y Özil. Mientras el primero se movió por todo el frente de ataque, creó espacios y se ofreció permanentemente como receptor de pases, el segundo, teóricamente el que será el cerebro de Alemania en Brasil, se esfumó del partido, prácticamente no corrió, y cuando le buscaron como socio evadió la responsabilidad. No en vano abandonó la cancha escuchando una sonora rechifla de los asistentes al estadio.
El eje es esencial
Además, hay jugadores con los que todavía no se puede contar para que lleven la carga del equipo. En Mönchengladbach se extrañó a los tres pilares de Alemania que están lesionados: el arquero Manuel Neuer, Bastian Schweinsteiger, y muy especialmente al capitán Phlipp Lahm, cuya condición de “indispensable” confirmó el partido contra Camerún. El esquema alemán necesita de la seguridad y la pausa que aporta Lahm para darle estructura al juego.
En la prueba de Alemania, Sami Khedira intentó llenar ese papel sin satisfacer las expectativas, algo muy natural pues no hay que olvidar que estuvo mucho tiempo sin jugar debido a una larga lesión. Más decepcionante terminó siendo el rendimiento de Toni Kroos, quien en los primeros minutos llevó con propiedad la batuta de la selección alemana, pero luego dejó escapar los hilos, amilanado por el recio fútbol camerunés, que acudió –con éxito- a las faltas bruscas para anular al anfitrión.
El seleccionador Joachim Löw apuntó estos problemas que se suman a algunos antiguos que Camerún volvió a desnudar: Alemania carece de un defensor lateral derecho solvente; crea suficientes oportunidades de gol, pero necesita demasiadas para marcar; su defensa es sorprendida y sufre cada vez que el equipo pierde el balón.
Los alemanes todavía tienen tiempo para corregir esos temas, aunque de otro lado, pese a enfrentar su cuarto gran torneo internacional, esa tarea todavía sigue pendiente en la agenda del seleccionador Löw, quien durante ese tiempo ha propuesto una idea de juego que sigue esperando por imponerse como identidad. El Mundial de Brasil espera.
(Fuente: Deutsche Welle )