¿Qué pasó con la 'Escuela de las Américas' en Panamá?
Susurran las palmeras. El parque se inclina suavemente hacia el lago. Las sombrillas de la piscina brillan con un azul aún más intenso que el cielo mientras los camareros de uniforme sirven cócteles a los clientes. Dentro, en los oscuros corredores de la mansión, se va evaporando el bochorno del mediodía. Es la hora de la siesta. ¿Se puede sentir el pasado de un lugar si estás en él? ¿Existe algo así como “la cuna del mal”?
“La Escuela de las Américas fue una bastión de los Estados Unidos”, cuenta José Miguel Guerra, uno de los periodistas más reconocidos en Panamá. “Después de la Segunda Guerra Mundial, militares de toda América Latina, menos Cuba, fueron formados aquí por instructores norteamericanos con el fin último de tomar el poder en sus respectivos países”.
Hospital y academia militar
Al principio, el complejo cerca del puerto caribeño de Colón fue un hospital donde se curaban a los obreros heridos durante la construcción del Canal de Panamá y a otros miles que habían adquirido malaria.
Más tarde con la llegada de la Guerra Fría, Estados Unidos convirtió el complejo en el llamado Fort Gulick, ya que se encontraba en la zona del canal controlada por ellos.
En 1963 se le cambió el nombre a “Escuela de las Américas” (SOA, sus siglas en inglés). Se convirtió en el lugar más importante para el adiestramiento de militares latinoamericanos para que ante una supuesta amenaza comunista Estados Unidos no perdiera el control sobre su llamado “patio trasero”.
“Estabilidad militar era la única doctrina de los gringos de aquel entonces”, explica Severino Mejía, graduado de la academia en los años setenta y hoy licenciado de la Universidad de Panamá. “Pare ellos no eran ningún inconveniente los sistemas represivos en su vecindad”.
Dictadores: alumnos modelos de Estados Unidos
Al contrario, “Escuela de Asesinos” fue el apodo que le dio al complejo el diario La Prensa. Casi toda la élite militar latinoamericana pasó por la Escuela de las Américas, dice el periodista Guerra.
“El general D’Aubuisson de El Salvador, Manuel Noriega, Augusto Pinochet, los generales Galtieri y Viola de Argentina, el boliviano Hugo Banzer, el presidente Rios Montt de Guatemala – miembros de cúpulas militares, que luego fueron dictaduras durante aquellos años”, afirmó.
Cuando Estados Unidos trasladó la academia a su país en 1984, el complejo quedó abandonado durante 17 años.
Hoy vienen turistas
Hoy la mansión principal, resto de edificios y sus grandes terrenos tienen aura de tranquilidad mediterránea. En 2001 el catalán Damián Barceló compró todo y lo convirtió en el hotel “Meliá Panamá Canal”.
El nuevo propietario conocía la historia de la escuela militar. “Enseguida vi la oportunidad de hacer de un campo de adiestramiento para torturadores un lugar de reflexión, de relajación”, dice Barceló, “porque el sitio es único”.
El Lago Gatún, donde se encuentra el hotel, es el nacimiento de las aguas del Canal de Panamá. Desde el embarcadero del hotel se puede conocer el lago y sus alrededores en barco, un mundo de selva densa, protegida, con monos en los árboles. Al entrar al hotel por el pórtico, llama la atención una rosa de los vientos empotrada en el suelo.
“Un lugar abierto a pensamientos de todas direcciones”, dice Barceló, “ese es su significado. Encima está el lucernario con los colores de todas las banderas de América Latina como símbolo de la libertad”.
En vez de tortura paz
Al parecer el espíritu oscuro se fue. Sin embargo, al hablar con antiguos alumnos de la academia no se puede detectar algo negativo en sus comentarios. “La doctrina militar era la correcta”, afirma Rubén Paredes, jubilado jefe militar de Panamá entre 1982 y 1983.
“Desgraciadamente algunos lo entendieron como carta blanca para subyugar al pueblo en sus países”. “La base gringa para la desestabilización de América Latina”, es como muchos opositores llamaron a la Escuela de las Américas. Como un símbolo de una nueva era, es como ve Barceló a su hotel. El mismo diseñó el mosaico del vestíbulo del hotel: “Et in terra pax” está escrito – y en la tierra paz. Ese es su mensaje de bienvenida al visitante del hotel.
(Fuente: Deustsche Welle )