La pesada herencia de Núremberg
La Sala de Congresos en el antiguo Campo de Zeppelin, donde se realizaban los congresos del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (nazi), se halla no muy lejos del centro de Núremberg. El complejo es la más importante construcción del arquitecto nazi Albert Speer. Hoy se halla en estado ruinoso. Por todos lados se ven grietas y crece la vegetación.
El edificio central del complejo estuvo pensado para la eternidad. Sin embargo, ya desde un principio demostró tener un carácter extremadamente perecedero. Speer, que admiraba la Antigüedad griega, utilizó para su construcción piedra caliza. Un material muy apto para Grecia, pero de ninguna manera para la humedad y el frío del sur de Alemania. Ya en 1938 surgieron las primeras grietas en los muros.
Renovar el edificio costaría 70 millones de euros. Una suma no muy grande, sobre todo si, como está planeado, el estado federado de Baviera y la Federación asumen parte de los costos. Pero, ¿puede gastarse dinero en el mantenimiento de una construcción erigida para glorificar a Hitler?
Entre la monumentalidad y la banalidad
Más de 200.000 personas visitan anualmente el gigantesco complejo. La mayoría proviene del exterior. Lo que los atrae es sobre todo la relevancia histórica de las edificaciones. Desde la tribuna puede verse una superficie más grande que doce canchas de fútbol: el Campo de Zeppelin, que podía albergar a hasta 200.000 personas. Desde la tribuna, Hitler se dirigía a las masas, en gigantescos espectáculos puestos en escena hasta en el más mínimo detalle.
Del otro lado de la tribuna cuelgan redes, colocadas por los soldados norteamericanos de ocupación, que jugaban allí béisbol. De 1945 hasta mediados de los años 90, los soldados estadounidenses llamaban al lugar “Soldiers Field”. Todavía hoy se llevan a cabo allí encuentros del equipo de “american football” de Núremberg.
En el Centro de Congresos Nacionalsocialista, nunca terminado, fue inaugurado en 2001 un museo. Los trabajos de construcción del edificio fueron interrumpidos en 1939, con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, y nunca reiniciados. Lo que llama hoy la atención son sus grotescas dimensiones. Su alto es de 39 metros: ya atemorizantes, si bien originalmente había sido planeada una altura de 80 metros. El Centro de Congresos iba a ofrecer lugar para 50.000 personas. Desde una plataforma en el museo puede apreciarse el delirio de grandeza hecho piedra y nunca acabado.
Los Juicios de Núremberg: el comienzo de una nueva era
En el otro extremo de la ciudad se halla la sala del tribunal en la que los Aliados juzgaron a Speer y otros acusados principales de los Juicios de Núremberg. Esos procesos, llevados a cabo entre 1945 y 1949, simbolizan el hundimiento final del “Tercer Reich”.
“Nuestra exposición es en cierta forma lo opuesto a un centro de documentación”, dice Henrike Zentgraf, la curadora. “En el museo no mostramos muchos objetos, sino que sobre todo exhibimos películas y textos”. Un proceso jurídico consta, en efecto, sobre todo de palabras.
En la última sala de exposiciones se lee que los Procesos de Núremberg marcaron el inicio del Derecho Penal Internacional. Los tribunales para Ruanda y la ex Yugoslavia, en los que se juzgan los genocidios y crímenes de lesa humanidad en esos países, partieron de las bases que sentaron los Juicios de Núremberg.
La ciudad de Núremberg tiene una relación muy abierta y honesta con el pasado nazi. Los congresos nazis y las racistas y antisemitas “Leyes de la Raza”, también conocidas como “Leyes de Núremberg”, permanecerán unidas para siempre con el nombre de la ciudad. No obstante, también el comienzo de un mundo más humano, los tribunales y los posteriores avances del derecho penal internacional, son parte de la herencia de la ciudad. Es justamente la confrontación con esas contradicciones las que hacen que una visita a Núremberg valga la pena.
(Fuente: Deutsche Welle )