Pedro Guerra: mientras su música exista
Por Jordan Suárez C.
(@queridopaz)
En tiempos donde una notificación de WhatsApp puede perturbar la concentración, Pedro Guerra apuesta por los acordes de una guitarra de madera y su voz para dejar a todo un auditorio atento solo a su música.
La música de Pedro Guerra juega con el tiempo. Se permite ponerle pausa y en ese momento capturar lo que suceda, aunque todo se mueva. Describe la lluvia, que nunca vuelve hacia arriba. Cuenta lo que pasa debajo del puente, en el río, mientras pasa la gente.
Y cuando cree ser olvidado por cantar lo que pocos logran ver, lo que él logra ver, vuelve a recoger algunos poemas y canciones y empieza a arder, como ha manifestado, en un mundo herido, en medio del hielo de la música actual.
El cantautor español es isleño. Natural de Güímar, una de las provincias de las Comunidad de las Islas Canarias. Aunque lo que mejor lo define es el mestizaje cultural que sintetizó en su canción Contamíname y con la que consiguió su primera notoriedad. Pedro Guerra tomó prestado del mexicano Carlos Fuentes la “contaminación cultural” para hablar del mestizaje. Así pudo quitarle parte de suciedad a la palabra ‘contaminación’ y la volvió coro y estribillo.
Fue ese tema que llamó la atención de gigantes músicos españoles como Víctor Manuel, Ana Belén, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat y el nacionalizado Luis Eduardo Aute, por mencionar algunos, y con los que ahora puede cantar muy cerca del amor.
El tímido canario dijo últimamente que ser isleño era buscar la manera de afrontar las situaciones difíciles desde la imaginación y la sonrisa. Así lo ha demostrado desde que llegó de su pueblo natal que reúne, como en un crisol, a inmigrantes cubanos, argentinos y africanos, principalmente. Esa riqueza que nutre al pueblo donde nació riega a sus gentes de una mistura cultural que Pedro Guerra adhirió como estrella guía.
LOS PADRES DE PEDRO
Hace unos meses cumplió 50 años, y como recordó en una entrevista, todo empezó cuando de niño iba hasta el último peldaño de la escalera de su casa para componer sus primeras canciones.
El canario tuvo una casa en la que cada esquina repetía algo de política, música y poesía. Es hijo de Pedro Guerra Cabrera, quien fue un popular alcalde de Güímar, y de Lourdes Mansito Pérez, según cuenta, a quien le debe el lado creativo y el carácter tranquilo.
Al papá de Pedro Guerra le gustaba el canto y la lectura. Y fue esa influencia la primera base del cantautor. En una entrevista con el líder político español Pablo Iglesias mencionó que la primera canción que interpretó a los 14 años, Cathaysa, la dura historia de una esclava, fue escrita por su padre. Desde ahí empezó su carrera que hasta hoy se sustenta en contar lo que sucede desde las raíces, desde sus raíces de su existencia.
EL TALLER CANARIO
A los 16 años, Pedro Guerra formó parte del Taller de música canario. A través de esa iniciativa, él y otros artistas pudieron describir con su música la sociedad en la que vivían y mezclarla con la fuerte influencia de América Latina. Y tan importante fue lo que se creó que sellaron con el disco Nueva Canción Canaria su más bella expresión.
Desde ese año, 1985, empezó una carrera musical en ascenso, siempre de la mano de su fuerte compromiso social y su gusto por los acordes de la música latinoamericana. El intérprete canario, nutrido de grandes trovadores como Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, hizo su viaje a la cosmopolita ciudad de Madrid e inició su carrera musical oficialmente.
ARDE ESTOCOLMO
Pedro Guerra cuenta con quince álbumes en solitario y continúa con su labor. El canario manifiesta que su objetivo es comunicar y así lo hecho con hermosas versiones de poemas y canciones que cuentan, conversan y discuten sobre la realidad.
Después de cinco años, Pedro Guerra regresa a colocar la tilde sobre los últimos acontecimientos que han pasado sin más mientras el mundo se preocupaba por indignarse desde Facebook o desde 140 caracteres.
Su último disco, Arde Estocolmo, tiene mucho de lo que representa el autor. El artista cuenta que lo nombró así por un titular de una noticia que llamó su atención y que revela lo que realmente pasa en el mundo. Hasta en democracias más avanzadas, como la de Suecia, aún queda mucho por barrer debajo de la alfombra que dejamos ensuciar.