El imposible confinamiento de millones de trabajadores migrantes en la India
Para Alok, un jornalero atrapado en Delhi a cientos de kilómetros de su hogar, es imposible respetar las consignas del confinamiento impuesto en la India para atajar el coronavirus. Tampoco figuran en lo alto de su lista de prioridades, preferiría escapar al hambre y volver a casa con su familia.
Como él, millones de trabajadores pobres llegados a las grandes metrópolis desde la India rural han visto desaparecer de un plumazo los salarios de los que dependen para su supervivencia diaria. Muchos se han encontrado sin techo ni recursos, víctimas del confinamiento que comenzó en la nación asiática hace dos semanas.
ATRAPADOS EN DELHI
Alok se quedó en la calle el pasado 24 de marzo, la misma jornada en la que el primer ministro, Narendra Modi, anunció el confinamiento de 1.300 millones de personas por 21 días, en un país que ha superado los 4.000 infectados y el centenar de muertes por coronavirus.
Procedente de la ciudad de Ujjain en el estado central de Madhya Pradesh, este joven de unos treinta años pasaba las noches en la misma tienda donde trabajaba durante el día, hasta que el dueño se vio obligado a cerrar el negocio temporalmente.
“Para cuando pensé en volver (a mi ciudad), el confinamiento era completo. Al principio me dijeron que el 21 de marzo había un toque de queda popular durante un día, así que pensamos que la tienda abriría”, explica a Efe desde las instalaciones de una ONG donde ha encontrado refugio junto a decenas de personas en su situación.
Muchos pasan las horas en el amplio patio salpicado de columpios y árboles de la Sociedad para la Promoción de la Juventud y las Masas (SPYM), una de las decenas de sedes de esta ONG que en tiempos normales trata con adictos.
En lugares como este los mantras repetidos por las autoriadades para frenar el coronavirus no sirven. ¿Lavarse las manos? La distribución de agua y comida es un verdadero desafío para las autoridades y las ONG que trabajan sobre el terreno, y el famoso distanciamiento social es una quimera.
Bajo la atenta mirada del doctor Rajesh Kumar, director ejecutivo de la SPYM, casi un centenar de trabajadores de la construcción se agolpan inquietos en un descampado a la espera de raciones de lentejas y pan.
“El agua aquí es terrible”, explica a Efe Anil Kumar Singh, uno de los cientos de migrantes ocupados en la renovación del recinto ferial de Pragati Maidan.
“Si pudiésemos, ya nos habríamos ido”, zanja.
Pero las duras restricciones impuestas por el Gobierno indio fueron acompañadas de un cierre total de los transportes.
EXODO A PIE
Vendedores ambulantes de verduras, los obreros que construyen las ciudades o los empleados de un sector informal que agrupa a un 80 % de la mano de obra se vieron obligados a hacer un cálculo mental.
¿Enfrentarse a un futuro incierto en las grandes ciudades o tratar por todos los medios de ir a casa?
Miles decidieron intentar alcanzar a pie sus lugares de origen, y algunos fueron lo bastante afortunados como para tomar alguno de los autobuses fletados excepcionalmente que salieron de Nueva Delhi al vecino Uttar Pradesh.
“Entiendo que la Policía ha detenido el movimiento de las personas en la frontera como medida de seguridad, pero no tengo otra opción. Mi familia está sola y no tengo trabajo, así que no puedo enviarles dinero”, dice a la televisión delhí NDTV uno de estos migrantes, Bhanwarlal, mientras intenta alcanzar el estado norteño de Rajastán.
Habla mientras se recortaba la escayola que le envuelve el pie, tras recorrer 500 kilómetros en camioneta y dispuesto a recorrer 200 más andando si hace falta.
UN CONFINAMIENTO PARA LA CLASE MEDIA
Para el destacado activista indio Harsh Mander, los pobres han pagado las consecuencias de un confinamiento pensado para la minoritaria pero influyente clase media.
“Aseguraron a la clase media que si se quedaban en casa recibirían sus salarios completos, pero no hubo un paquete de este tipo para los pobres”, denuncia Mander.
Uttar Pradesh anunció compensaciones de 1.000 rupias mensuales (unos 13 dólares) para los jornaleros, y el Estado indio anunció después un paquete de ayuda de 22.600 millones de dólares para aliviar el hambre de 800 millones de indios.
Unas ayudas que, asegura el profesor retirado de la Universidad delhí Jawaharlal Nehru Arun Kumar, corren el riesgo de no llegar a muchos bolsillos.
“Debido a la mala gestión y a las pérdidas hay un peligro de que no alcancen a mucha gente como los que están migrando ahora mismo y están atascados en las fronteras” entre estados, lamenta Kumar.
(Fuente: EFE)