Fukushima, la pesadilla radiactiva que no acaba
Las fuertes lluvias en Fukushima han provocado el desbordamiento del agua contaminada en los tanques de almacenamiento de la central nuclear japonesa accidentada en 2011. El nivel de radiación de esta agua es 24 veces superior al tope del Gobierno.
La semana pasada, los especialistas de la central pusieron en marcha un operativo de emergencia para contener las fuertes lluvias y vientos. Y aunque las autoridades aseguran a la población que no existe ningún peligro para la salud, también admiten la necesidad de la ayuda internacional.
Los tifones, que son tradicionales en esta zona, representan ahora una doble amenaza para la nación nipona, ya que aumentan el riesgo de nuevas fugas radiactivas en Fukushima.
Se estima que unas 300 toneladas de agua contaminada (que se utiliza para enfriar los reactores nucleares y que se guarda en los tanques de almacenamiento subterráneos) se vierten diariamente de la planta atómica al océano Pacífico. Estas fugas, que no han dejado de registrarse desde hace varios meses, elevaron la radiactividad en Fukushima hasta un nivel peligroso: 400.000 bequerelios por litro, cantidad suficiente para matar a una persona.
El Gobierno japonés tranquiliza a la población afirmando que la situación está bajo control. El propio primer ministro de este país asiático animó a consumir los alimentos producidos en la prefectura de Fukushima, incluso los mariscos, en cuyas etiquetas hoy en día se indica no solo el precio, sino también los resultados del test de radiación.
Los países más experimentados en el ámbito de erradicación de las consecuencias de accidentes nucleares son Estados Unidos y Rusia. Expertos de este último país consideran que el problema de Fukushima podría haber sido resuelto de forma similar a la catástrofe de Chernóbil en 1986, conocida como el peor accidente nuclear de la historia.
“Los efectos de Fukushima tienen que ser eliminados igual que en Chernóbil. Hay que tratarla como un objeto absolutamente averiado que no puede ser restablecido. Hace falta cerrarla herméticamente y reciclar paulatinamente todos los residuos”, sostiene Konstantín Simonov, director del centro de seguridad energética.
“Si se hubiera elegido el desmontaje y la conservación, habría habido menos problemas”, sugiere Simonov, que lamenta que el Gobierno no decida si se la cierra o no.
De momento, Japón ha optado por el plan del llamado ‘muro helado’. Según este, más de 150 millones de euros se destinan para congelar el suelo alrededor de los cuatro reactores averiados. Este proyecto tiene previsto concluir en 2015, mientras que los especialistas no dudan que los trabajos de rehabilitación en la zona de Fukushima durarán decenas y decenas de años. (Fuente: RT en español )