Dilma Rousseff, ahora sí a un paso de ser destituida en Brasil

Dilma Rousseff tendría los días contados (Foto: Getty Images)

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, se ha revelado en los últimos tiempos como una gran aficionada a la bicicleta, pero hoy quedó a un paso de ser despojada del mandato por unas maniobras fiscales que en su país se conocen como “pedaladas”.

La decisión que deja a Rousseff al borde del abismo fue tomada hoy por el Senado, que aprobó por 59 votos a favor y 21 en contra un informe que pide su destitución por irregularidades en el manejo de los presupuestos que calificó de “atentado contra la Constitución”.

El juicio final será celebrado a fines de agosto y hoy por hoy casi nadie apuesta a que Rousseff será absuelta, con lo cual será una “carta fuera de la baraja”, como ella mismo dijo días antes del pasado 12 de mayo, cuando se instauró el proceso y fue suspendida de sus funciones.

No obstante, si fuera declarada inocente, retomará el poder y mandaría otra vez a la Vicepresidencia a Michel Temer, con quien ha ido del amor al odio y que la sustituye en el cargo desde que el Senado la suspendió del ejercicio de una Presidencia con la que no soñaba hasta hace unos pocos años.

ASCENSO

Dilma Vana Rousseff Linhares era una tecnócrata con fama de antipática, sin aspiraciones políticas y una perfecta desconocida para la mayoría de los brasileños.

Nunca había sido candidata a nada, pero aupada por Luiz Inácio Lula da Silva llegó a la Presidencia de Brasil y fue luego reelegida en 2014 con 54 millones de votos que hoy no tiene, según dicen encuestas que le atribuyen apenas un 10 % de popularidad.

Esa caída en picado de su apoyo, carcomido con la voracidad de un “pacman” por una combinación de severas crisis económica, política y de corruptelas, fue determinante para apearla de un poder que hasta 2010 no estaba en sus planes.

Rousseff era resistida por el Partido de los Trabajadores (PT), al que solo se afilió en 1990, pero Lula la impuso como candidata presidencial, le hizo la campaña y la convirtió en la primera mujer elegida para un cargo que, hasta entonces, solo habían ocupado 35 hombres.

Hija de un comunista búlgaro que emigró a Brasil y se casó en este país, solo tuvo alguna proyección nacional cuando en enero de 2003 asumió como ministra de Energía en el primer Gobierno de Lula.

Pasó luego a ejercer el cargo de ministra de la Presidencia, se ganó fama de “Dama de Hierro” por su rigor y, gracias al influyente “dedo” de Lula, se convirtió en sucesora del líder más carismático de la historia reciente del país.

Cuando asumió el poder por primera vez, el 1 de enero de 2011, su condición de economista animó a los mercados, pero, en contra de lo que se esperaba, el Brasil de Rousseff perdió el impulso que había convertido al país en la “niña mimada” del mundo de los negocios.

En su primer mandato, el crecimiento económico cayó al 2,7 % en 2011, al 1,0 % en 2012 y se recuperó ligeramente, para llegar al 2,5 % en 2013, pero en el segundo se precipitó por un barranco, hasta entrar en la recesión más grave de las últimas tres décadas.

En su primer período fue dura con la corrupción y castigó toda sospecha, al punto de que en sus primeros doce meses no le tembló el pulso para destituir a siete ministros salpicados por denuncias.

En junio de 2013 la sorprendieron unas de las mayores protestas de la historia del país, cuando millones de personas tomaron las calles para protestar por los pésimos servicios públicos, justo un año antes de que Brasil acogiera el Mundial de fútbol.

Desde entonces, Brasil entró en ebullición y Rousseff comenzó a derrumbarse, aunque logró ser reelegida en 2014 por una diferencia de escasos tres puntos, que ya hablaban de la fractura política de la sociedad.

CAÍDA

Su segundo mandato nació herido por un agravamiento de la crisis económica y por las corruptelas en la petrolera estatal Petrobras, que enlodaron a casi todos los partidos oficialistas y desbarataron su base política.

En el último año, el torbellino político la acorraló y la puso al borde de un juicio político por unas maniobras fiscales irregulares que ella niega.

Desde que comenzó el trámite que le puede costar el mandato, se ha dicho víctima de un “golpe de Estado” y ha afirmado que lo afrontará “hasta el último minuto”, igual que hizo contra la dictadura que gobernó el país entre 1964 y 1985.

Alude así a su juventud, cuando por supuestos vínculos con grupos guerrilleros alzados contra la dictadura pasó casi tres años en prisión y sufrió la tortura en su propia carne.

Quien la conoce afirma que fue en las mazmorras del régimen que forjó su recio carácter, que a veces dicen que pasa todo límite.

Sin embargo, en ocasiones ventila públicamente sus sentimientos, como la semana pasada, cuando confesó su “tristeza” por no estar presente en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Río 2016, que debido a su suspensión fueron declarados abiertos por Temer.

(Fuente: EFE / Eduardo Davis)

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