Cuando la afición al juego se vuelve enfermedad

Según estudios, el mayor peligro de adicción se oculta en las máquinas tragamonedas. La adicción al juego es una seria enfermedad que puede tener graves consecuencias, y la prevención no da buenos resultados.

Entre todos los juegos de azar, las máquinas tragamonedas son las más peligrosas, y en Alemania están al alcance de todo mayor de 18 años, a la vuelta de la esquina.

El mayor grupo de riesgo de adicción a las máquinas tragamonedas son los jóvenes inmigrantes sin empleo, de acuerdo con un estudio de la Central alemana de Información Sanitaria. Los expertos parten de que, en territorio alemán, hay cerca de 300.000 jugadores patológicos, es decir, adictos a las máquinas de juegos. Junto con los juegos de apuestas y póker online, las máquinas tragamonedas representan un enorme riesgo. Cerca de un 75 por ciento de las personas que buscan ayuda en las oficinas de asesoramiento para adicción al juego de Alemania lo hacen porque no pueden dejar de probar suerte en las máquinas. Algunos llegan a gastar fortunas y a poner en peligro su futuro y el de su familia.

“Cuanto menos dure el lapso entre el juego y el resultado, más alto es el potencial de riesgo”, dice Richard Stelzenmüller, terapeuta en la Clínica Psiquiátrica y Psicoterapéutica de Bonn (LVR). La música monótona que acompaña a los juegos, así como las luces estridentes, provocan una especia de adormecimiento de la conciencia, con lo cual muchas personas, especialmente los más jóvenes, ingresan al infierno de la adicción. La primera pregunta del terapeuta a sus pacientes: “¿Ya robó dinero para poder seguir jugando?”. Al igual que en la drogadicción, la delincuencia es un indicio de adicción grave.

Responsable de la adicción es una disfunción en el centro del placer del cerebro. Quien sufre de estrés busca distensión en las drogas. El juego de azar actúa rápidamente contra ese estrés, produciendo placer. Los más jóvenes tienen mayores dificultades para regular ese mecanismo de estrés y recompensa, y los efectos son catastróficos. Los adictos se endeudan, cometen delitos y hasta pueden llegar a perder su empleo. Muchas parejas se divorcian, y la tasa de suicidios es alta. Algunos juegan en un año el valor de su único inmueble.

Se calcula que en Alemania las máquinas se tragan unos 4.000 millones de euros anuales. Los locales de juego no están controlados por el Estado, ya que no entran en la ley de monopolio de juegos de azar. El Estado controla los juegos de lotería, los casinos y las agencias de apuestas. Allí se protege a los jugadores solicitándoles su carnet de identidad para comprobar su edad, e incluso se los puede bloquear para que no sigan perdiendo enormes sumas de dinero. Desde que se implementaron esas normas, muchos jugadores pasaron del casino a las máquinas tragamonedas. Las máquinas instaladas en bares o pequeños locales no están sometidas a ningún tipo de control.

Según Ilona Füchtenschnieder, de la Oficina de Coordinación Provincial para Juegos de Azar, para la clase política el lobby de las máquinas tragamonedas es más importante que una prevención efectiva a la adicción al juego. En el mercado de los juegos de azar hay intereses encontrados. Si bien existen reglas estrictas, como el Convenio Estatal de Juegos de Azar, éste y otras normas al respecto se enfrentan a la poderosa industria de los juegos automáticos. El mayor representante del sector es Paul Gauselmann, fabricante de las máquinas “Merkur”, quien registra un volumen de negocios anual de más de 1.000 millones de euros. Pero también el Estado se beneficia de los juegos de azar, ya que todos los Estados alemanes, excepto Baviera, aplican un impuesto a los juegos que, en las grandes ciudades, puede reportar millones de euros. Sin embargo, los gobiernos provinciales también se ven perjudicados por las tragamonedas, ya que deben acarrear con las consecuencias sociales de la adicción al juego, entre ellas, el desempleo, y las máquinas también se tragan el poder adquisitivo de la gente.

Pagar deudas y seguir “clean”

Cuando ya no queda otra solución, algunas personas afectadas por la adicción al juego aceptan realizar una terapia, en la que aprenderán, en el mejor de los casos, a cambiar su comportamiento. Como los adictos a las drogas, sufren de modificaciones en su carácter y en su ánimo, insomnio y una gran presión interna, producida por el estímulo del juego. Una terapia con internación y abstinencia total al juego puede durar cerca de dos meses. Si es ambulatoria, hasta un año.

En la mayoría de los casos, los adictos al juego pasan por más de una experiencia terapéutica hasta lograr controlar nuevamente sus vidas. El que llega a permanecer “limpio” tiene que pagar sus deudas. Por eso, los centros de terapia ambulatoria también ofrecen un asesoramiento financiero. Ilona Füchtenschnieder cree que se los ayudaría más prohibiendo las máquinas tragamonedas en los bares.

“Ese es casi siempre el primer paso hacia la adicción”. La experta opina que otros modelos de prevención, como el de Canadá o el de algunos países escandinavos, son mejores que el alemán. En las páginas de juegos online de esos países, por ejemplo, el jugador debe registrarse a través de una tarjeta con un código personal, con la cual puede determinar sus propios límites de juego y hacer que se lo bloquee si no los respeta.

(Fuente: Deutsche Welle )

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