¿Cómo mide la ONU el hambre en el mundo?
¿Cuántas personas pasan hambre en el mundo? La respuesta no sale echando cuentas, sino a partir de unas estimaciones de la ONU que, pese a las críticas y las últimas revisiones, siguen sirviendo de referencia e instrumento para hacer política.
Según el informe de Naciones Unidas de este año sobre el estado de la inseguridad alimentaria, 795 millones de personas sufren hambre o están subalimentadas, 216 millones menos que en 1990.
Detrás de esa cifra genérica se esconde un complejo sistema metodológico que toma los datos de la población global y estudia su consumo habitual de alimentos mediante distintos parámetros como si fuera el de un solo individuo.
A partir de ahí se calcula la probabilidad de que ese consumidor que representa a la población esté subalimentado, explica a Efe el experto de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) Piero Conforti.
“El problema es que la gente piensa que estamos contando grupos de individuos, lo que es falso”, indica el estadístico, que detalla que en los últimos dos o tres años se han realizado proyecciones ante la falta de datos actualizados, una circunstancia que durante años hizo que la prevalencia de la subalimentación se publicase con retraso.
Para realizar las estimaciones, sostiene, los técnicos usan información de encuestas que permiten mostrar la distribución de los alimentos entre las personas y la capacidad que estas tienen para acceder a ellos.
Tradicionalmente la FAO ha tomado los perfiles del suministro alimentario disponibles en más de 180 países, pero, en aquellos en los que faltan encuestas nacionales de hogares fiables, trabaja con otras fuentes de información.
Ante la ausencia de datos de los últimos años, se recurrió principalmente a indicadores macroeconómicos y estimaciones de consumo de alimentos incluidas en las perspectivas del mercado a corto plazo preparadas por la división de Comercio de la agencia.
Algunos académicos han acusado a Naciones Unidas de cambiar la metodología del informe sobre el hambre en 2012, cuando apenas quedaban tres años para que concluyera la etapa para cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio, con el fin de presentar progresos en la lucha contra ese problema.
Según las últimas cifras, la meta de reducir a la mitad el porcentaje de personas subalimentadas en 25 años ha estado a punto de cumplirse, pues ha bajado a nivel mundial del 18,6 % en el periodo entre 1990 y 1992, al 10,9 % entre 2014 y 2016.
El economista de la FAO se defiende de esas críticas y asegura que lo único que hicieron fue revisar los datos tras introducir más parámetros, obteniendo un modelo “más flexible” en un intento de capturar mejor la realidad cambiante.
“Cambiamos la forma de hacer predicciones porque teníamos mejores datos”, enfatiza Conforti, que reconoce que han recibido un buen número de “peticiones inevitables y una demanda legítima de información” conforme se acercaba la fecha límite de 2015 para el cumplimiento de los objetivos.
Al antropólogo de la prestigiosa London School of Economics Jason Hickel no le convencen esas explicaciones.
Tras publicar un artículo en el periódico británico The Guardian criticando el “sorprendente” cambio a mejor de la tendencia en las cifras del hambre, insiste a Efe en que no es suficiente la definición de hambre que maneja la ONU, basada en el consumo de calorías que no cubre las necesidades mínimas para un estilo de vida sedentario durante más de un año.
“No solo influye el consumo de calorías, sino también el estilo de vida de la gente. Hay muchas personas pobres que tienen parásitos que limitan su consumo de alimentos”, que realizan trabajos de gran esfuerzo físico, que tienen deficiencias serias de nutrientes y vitaminas, o que pasan hambre en periodos de menos de un año, destaca Hickel.
Además, recuerda que, si la prevalencia del hambre ha disminuido, ha sido en gran parte por China como resultado de su reforma agraria.
Como reconoce la ONU, el país asiático representa casi dos tercios de la reducción total del número de personas subalimentadas en los países en desarrollo.
Conforti reconoce algunas limitaciones del modelo, como que solo cuenta las calorías, no capta bien los cambios a corto plazo y se centra únicamente en la probabilidad y no en lo que de verdad ocurre.
“Dadnos una metodología mejor y haremos un mejor trabajo”, sugiere.
Al fin y al cabo los técnicos dependen muchas veces de las encuestas estatales a las que les permiten acceder e intentan siempre que los datos sean fiables. Unos datos que después son empleados por esos mismos países para sustentar sus políticas.
(Fuente: EFE)