(Foto: Carlos Mucha)

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CÉSAR VALERO

Diana Gómez (Lima, 1984) afina los últimos detalles de una nueva función de José, ¡hazte cargo! cuando nos encontramos en el Centro Cultural CAFAE-SE. Todavía hay tiempo hasta la llegada del público, así que podemos hablar tranquilos desde la trinchera del teatro independiente de su más reciente obra.

José, ¡hazte cargo! cuenta la historia de cuatro despreocupados amigos que encuentran a un bebé, aparentemente abandonado, en su departamento. ¿Alguno de ellos es el padre? La puesta en escena va hasta el 28 de septiembre, los fines de semana.

ENLACE: Teatro: José, ¡hazte cargo!, una divertida comedia que pone a prueba la amistad

¿Qué es lo que más te gustó de escribir José, ¡hazte cargo!?
(El proyecto) comenzó como un proceso colectivo. La idea nació del colectivo teatral Cuando la Luna se caiga y algunos actores invitados a esta obra. Lo que hicimos fue juntarnos y hacer una obra desde el principio, desde el guión, la producción, todo. Yo me encargué del guión y lo que más me gustó fue poder hacer una comedia, que siempre me ha gustado pero siempre he temido caer en la risa fácil. Es difícil escribir y hacer un guión, es difícil hacer reír a la gente, es un reto constante. Me gustó poder escribirla y tener la libertad de escribirla en grupo y desde los primeros borradores ser leída por mis actores fue bastante positivo.

¿Todos colaboraron con el hecho de ir armando la historia?
Claro. Ir armando la historia, sobre todo ir viendo cómo quedaba. Una cosa es cuando tú la ves en tu mente y otra es que los chistes los digan los actores para ver cómo funcionan, si rebotan en tu cabeza o no te rebotan. Hay chistes que tú dices ‘nadie se va a reír de tu chiste’, pero cuando lo escribiste dijiste ‘me muero de risa’, pero no necesariamente funciona.

Me parece que en la obra sí funciona porque durante hora y media toda la gente no deja de reír…
Sí, a mí también me pareció increíble. Hay tres procesos. El proceso mental en el que tú escribes una obra y piensas que va a funcionar, en el que la confrontas con los actores y la reescribes de acuerdo a eso, y cuando la confrontas con el público que es en el estreno. Cuando la confrontas con el público es ya lo final, es como el reto final y esta funcionó me parece.

¿Cuál fue tu sensación tras la primera función?
Satisfacción total en la primera, la segunda y la tercera. Tú sabes que a la primera va la gente que te quiere y la gente que te quiere normalmente te quiere como eres y entonces no me dejé guiar mucho por eso, pero cuando en la segunda y en la tercera vi también las mismas reacciones ya me comenzó a satisfacer todo el trabajo que habíamos logrado.

¿Crees que es más difícil hacer reír que hacer llorar en el caso de la comparación entre la comedia y el drama?
Yo pienso que los dos son difíciles de por sí. Un buen drama es el que te hace reír y te hace llorar. He ido a dramas donde tú dices ‘en realidad me estoy riendo de esto que es dramático’, pero el autor logra eso y sientes el drama, te choca el conflicto y todo. Hay gente que lo logra maravillosamente. Como hay comedias que también te hacen reflexionar en algún momento, te hacen caer en una realidad de la que te estás burlando pero es la que vives, pero también tienes los momentos de risa. Es complicadísimo supongo. Yo no funciono mucho para el drama

¿No te sentirías cómoda haciendo drama en lugar de comedia?
Lo he intentado en la escuela (Aranwa) al menos. Creo que todavía como escritora me falta madurar bastante y me imagino que en ese proceso de maduración va a haber una parte mía que quiera escribir drama. Lo he intentado y lo que ha pasado es que me ha afectado mucho. Entonces he decidido ir con la comedia por el momento porque me gusta mucho más.

Hace un momento me comentaste qué fue lo que más te gustó, pero ¿qué fue lo más complicado de construir esta historia?
El final. Ha tenido muchos finales esta obra. Evidentemente tú escribes una obra y no es el primer borrador el que se pone en escena, en sí es como el décimo borrador. Entonces, entre el primero y el décimo hay cambios increíbles. Tú lees mi primer borrador y no es nada comparado con la obra que está ahorita y ha habido varios finales, Ha habido finales en los que el papá ha sido uno, en el que papa ha sido el otro. Es ir probando constantemente los finales para llegar a esta conclusión.

(Foto: Vodevil Producciones)

Si hubiera sido por ti, ¿cuál de los cuatro amigos habría sido el perfecto padre para la niña?
Perfecto ninguno porque queda clarísimo que ninguno está en la posición ahorita de darle a la niña nada, pero los cuatro llegan a un proceso en el que quieren hacerse cargo entonces es positivo. Pero en principio yo quería que sea el padre Fernando (Castañeda), el músico Miguel, que es al final el más afectado por todo el conflicto.

¿Y qué pasó?
Yo tengo algo bien claro que me dijo una maestra, Claudia Sacha, que fue mi maestra en varios talleres y en la escuela, que es cuando algo es comedia tiene que terminar como comedia. Dramatizar el problema de la comedia iba a ser más complicado. Darle el peso de la paternidad a alguien iba a ser demasiado denso para lo que queríamos lograr. Entonces le dimos un final mucho más light, un final que se prestaba para todo lo que había pasado y que era lo que queríamos.

¿El músico es tu personaje favorito?
No, mi personaje favorito es el que hace ‘Checho’ (Sergio García-Blásquez), Antonio, el que es más arrogante…

El patán…
Me encanta ese personaje…

El proyecto nació de un trabajo en un grupo, pero ¿de dónde salió la idea de dejar a una niña a cuatro chicos irresponsables que no tenían manera de ocuparse de alguien más?
Nos juntamos Fernando Castañeda, que es uno de los actores, ‘Checho’, García-Bláquez, yo y un compañero, que ya no está en el elenco porque tuvo otro proyecto. Nos juntamos y queríamos hacer una obra. Yo les dije ‘ya, bueno, no hay una idea concreta entonces comencemos a hablar de las cosas que nos comienzan a preocupar en la vida a nosotros’ porque creo que sí debería haber al menos, siendo comedia o no, un mensaje, y todos desde nuestras perspectivas completamente distintas llegamos a la idea conjunta de que ya estamos en una edad en la que ya debemos hacernos cargos de varias cosas, por más que no lo notemos, por más que no queramos. Hay que hacerse cargo de varias cosas y pensar en varios futuros, en nuestro futuro, de ahí parte la idea que propuse. Hacerse cargo es una de nuestras preocupaciones. ¿Cuál sería el extremo no? Que te obliguen a hacerte cargo asumiendo una paternidad y ahí quedó la idea.

Y los chicos a pesar de sus remilgos iniciales al final asimilaron la idea de quedarse con la niña…
Lo chévere, y que también lo tengo bien presente en la escuela, es que un personaje no puede terminar como empieza. Un personaje empieza de una manera y termina de otra manera totalmente distinta y tocada. Esa es la magia del teatro, ¿no? Ves a una personaje destruido o ves a un personaje victorioso, pero un personaje que ha pasado por tantas cosas en el proceso teatral ya es otra persona. La idea de hacerse cargo pasa por eso, pasa por la reflexión del personaje y la maduración del personaje.

Tú consideras que los hombres son bastante complicados, pero un hombre también te diría que las mujeres son complicadas…
Y ahí lo tienes en mi personaje mujer (Cheli Gonzales). Mi personaje mujer no es un personaje en el que yo crea que las mujeres se basan. Las mujeres somos demasiado diferentes entre todas pero sí creo que en ese personaje puedes encontrar muchos de los perjuicios que los hombres tienen hacia las mujeres. Todas la relaciones de género son complicadas, todas las personas somos complicadas y vivimos llenas de prejuicios. Junta eso y nadie entiende nada.

¿Cómo fue el proceso de elegir al patán, al bohemio, al poeta y al homosexual?
Yo di una idea inicial y los actores trabajaron sus personajes. Cuando comencé a escribir, ellos prepararos monólogos y yo les mandaba tarea. Yo le dije a ‘Checho’ ‘tu personaje es un patán’, entonces él creó una historia de su personaje desde el momento que nació hasta el momento de la obra. De esta forma, más o menos, tenía una idea. Por ejemplo, el actor que hace de Ignacio (Jorge Medina Moretti) en su monologo me mandó la idea de que hacía una maestría, entonces se agarró para la obra. Igual Fernando la idea de que era músico y que no tenía mamá. He agarrado esos elementos que ellos mismos me dieron a partir de su creación para meterlos en los personajes y en la historia.

(Foto: Vodevil Producciones)

¿Qué tan complicado fue trabajar la idea del homosexual? En la obra es llamado maricón…
El personaje homosexual estuvo presente desde el primer momento porque es una realidad con las que convivimos todos. Yo tengo amigos homosexuales y amigas homosexuales o bisexuales. Yo sí sentía la necesidad de que estuviera representada esa incomprensión hacia el homosexual también en mi obra y es más duro cuando es a un personaje tan lindo. A mí me encanta el personaje que hace Julio (Navarro) porque es bien tierno, enfrentando a sus amigos, que supuestamente son sus amigos de toda la vida. ¿Imaginas? Debe ser horrible ser homosexual y vivir en una casa en la que todo el tiempo tus amigos le estén diciendo marica a todo el mundo y feminizando a la gente, feminizando como si fuese algo feo ser femenino, como si fuera algo atroz o asqueroso ser homosexual. Yo necesitaba como dramaturga y socióloga ponerla en la obra.

¿Crees que si un homosexual viene a ver la obra se sentirá afectado por la manera en la que se aborda el tema?
Fue uno de mis mayores miedos, que haya gente que se sienta afectada por la crudeza con la que se dicen las cosas. Sin embargo, apelé a que hay una realidad que es una realidad que yo desde mi propia manera de ser trato de cambiar, pero existe y no hay vueltas que darle. También creo que le doy una vuelta, me parece que al principio le doy fuerte (al tema de la homosexualidad) y al final se termina volteando hacia las personas que son prejuiciosas. Les hace quedar un poco mal.

¿Cuál es tu concepción de la amistad?
¿La amistad? Difícil, ¿no? Cuando vas creciendo te das cuenta que los amigos que quedan son pocos, los que están ahí constantemente. Es demasiado valiosa por un lado y demasiado frágil por otro. Es una cuestión que hay que trabajar siempre.

¿Los cuatro protagonistas son amigos de verdad?
Yo creo que ellos creían ser amigos porque compartían el mismo espacio físico y alucinaban que por eso eran los grandes patas porque estaban en lo más chévere, pero yo creo que ellos apenas se separen, al día siguiente, fácil ni se vuelven a hablar muchos de ellos. No creo que después de esta obra, de ese día de celebración, alguien le vuelva a hablar a Antonio, el patán.

¿Cómo le va al teatro independiente?
Es difícil. Me he dado cuenta, al menos con esta obra, que la gente quiere reírse. Hemos hecho La de cuatro mil, que fue una comedia que también tuvo buena recepción, hemos hecho Historias para ser contadas, que es social con menos recepción, hemos hecho Zapatos de calle, que es un drama que también tuvo muchos problemas de público y hemos tenido esta con la que hemos tenido éxito y como diría Eduardo Adrianzén, ‘si funciona no lo cambies’. Entonces, yo creo que por ahí es lo que queremos seguir haciendo. Nos hemos divertido tanto con este proceso, ha sido tan divertido y tan satisfactorio que yo sí quiero otra comedia.

Al final se impone el sentimiento y el corazón…
Sí, la pasión. Si vas a empezar un proyecto sin pasión, no lo inicies, porque el trabajo independiente es solamente pasión. Pasión y querer al teatro, tener eso es necesario. Ni no lo tienes, no tiene sentido.

(Foto: Carlos Mucha)