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Por José Miguel Silva / @jomisilvamerino

Pablo De Santis estuvo en Lima para presentar su nueva novela Crímenes y jardines. Miles ya han leído esta fascinante historia de detectives, intrigas y muertes. Se trata de la continuación del éxito editorial El enigma de París, ganador del premio Planeta-Casamérica 2007.

Conversamos con el escritor argentino no solo sobre su obra, sino también sobre sus inicios en la literatura y su paso por el mundo de las historietas.

Podría decirse que empezaste a leer casi por aburrimiento.
Sí. Me crié en una casa donde había muchos libros y novelas policiales. Soy hijo de médicos, aunque mis padres tuvieron siempre algún vínculo con la literatura. Mi papá escribió algunos poemas en su juventud. Y bueno, quizás lo que me motivó a escribir fueron los cuentos de Ray Bradbury. No sé si en el Perú sea un autor muy leído, pero en Argentina sí. Era como un autor clásico de iniciación en la lectura. Se vendieron millones de sus libros durante años. El que había editado a Bradbury en mi país fue el mismo editor de García Márquez.

Y empezaste a imitarlo.
Claro. Leía sus cuentos y lo imitaba. Escribía historias de ciencia ficción, de fantasía.

¿Compartías esos textos con otras personas?
No, con nadie. Cuando tenía 15 años mandé, sin decirle a nadie, un cuento a un concurso de la Universidad de Belgrano y salió como seleccionado. Cuando llegó una comunicación de la universidad por correo a casa, mis padres se enteraron de que yo escribía.

Durante la juventud, uno a veces no sabe dónde encontrar referencias sobre libros. ¿Cómo sobrellevaste esto?
En mi casa compraban el diario La Nación. En ese entonces, ese periódico publicaba a Borges, a Mujica Laines. Mira, el suplemento cultural de La Nación era “el lugar” de la literatura en Argentina, era lo más. Me acuerdo de que incluso, con mi irresponsabilidad y soltura de la adolescencia, mandé un cuento como si me lo fueran a publicar. Y recuerdo que me respondieron, me llegó una carta muy gentil del jefe de redacción del diario.

¿Y qué te dijeron?
“Muchas gracias, nosotros no publicamos colaboraciones espontáneas, pero sí lo hemos leído”. La verdad, me pareció increíble que me hayan respondido. Que se hayan tomado el trabajo de hacer una carta, enviarla por correo y todo eso.

¿Crees que aún se mantiene la seriedad de las críticas de libros en los periódicos?
Creo que la crítica literaria es un problema en los diarios. En Argentina ocurre que a veces las mejores firmas no hacen críticas literarias. Eso hace que la crítica literaria se haya ido convirtiendo en un lugar como para empezar en el periodismo cultural, como si se hubiera ido cayendo un poco. De un suplemento cultural, lo que la gente menos lee es la crítica a un libro. Por lo general, cuando uno publica un libro, más que la crítica prefiere que salga una entrevista, porque es lo que la gente lee más.

Has ganado muchos premios y no necesariamente relacionados a la literatura. ¿Te condiciona eso al momento de sentarte a escribir un nuevo libro?
Sí, pero no por los premios. Al principio, cuando uno es joven, quiere publicar sí o sí, pero luego esa ansiedad se pasa y uno desea publicar algo que esté bien. Yo siempre separo lo que es la escritura de la publicación. Escribo mucho, tengo algunos libros, pero publico con otra cabeza, cuando digo “esto está bien”, cuando dejé pasar un tiempo al libro, lo veo bien, equilibrado, etc. Trato de no vincularlo a la pasión por escribir. Trato de mirar las cosas desde afuera.

¿El éxito que tuvo El enigma de París hizo que una segunda parte sea casi una obligación para ti?
No. Empecé a escribir este libro cuando salió El enigma de París. Me costó un poco encontrarle el tono y las posibilidades a Crímenes y Jardines. En el medio escribí y publiqué otra novela de literatura fantástica. No obstante, hace un par de años retomé la historia y pude terminarla. Me gustaba volver a ese mundo porque estaba muy concentrado. Había demasiadas cosas en El enigma de París y quería volver a eso para darle más espacio a algunos personajes.

Igual el libro tiene de literatura fantástica. En ese sentido, eres de la vieja escuela y creas cosas que no ocurrirían en absoluto en la actualidad. El grupo de detectives que va buscando pistas y eso.
Claro. Si bien no pasa nada sobrenatural, es como un mundo paralelo, en donde los detectives son muy importantes, es un mundo artificialmente creados.

Pablo, tienes novelas muy variadas. ¿Qué aspecto crees que las une entre sí?
Sí, tengo novelas muy distintas. Filosofía y letras (1999) es como una novela policial, con unos críticos literarios que persiguen la obra de un escritor misterioso, del que no se sabe nada. Luego tengo La traducción, que transcurre durante un congreso de traductores, pero donde también hay especialistas en las lenguas utópicas, en las discusiones sobre el origen de las lenguas y hay allí también unas muertes misteriosas, pero su resolución es fantástica. Luego tengo El calígrafo de Voltaire, que es una novela medio fantástica, con autómatas, ambientada en la Francia de la época de Voltaire. Además está La sexta lámpara, que es una novela que es como la biografía de un arquitecto imaginario. Un italiano que se va a vivir a Estados Unidos en la época de la construcción de los grandes rascacielos. Está algo metido ahí el tema de la Torre de Babel. Son obras muy variadas pero siempre ligadas al policial y a la literatura fantástica.

Tuviste un inicio muy ligado a las historietas. Algunos cuestionan si eso es o no literatura, ¿cuál es tu posición al respecto?
Son un género propio, con sus reglas y leyes, es una forma de arte. Pertenece a esos géneros híbridos como la ópera, que tienen un elemento narrativo y uno visual que van juntos. Las grandes historietas como el Corto Maltés de Hugo Pratt. Por otra parte, hay historietas que son completísimas y de una gran densidad intelectual, como Watchmen, que es muy buena.

¿Qué ingrediente básico debe tener una buena historieta?
Creo que necesita el valor imaginativo. Generalmente, las historietas tienen una facilidad para imponer ciertas cosas alejadas de la realidad, son como un sueño. Uno sueña una silla volando y no te la cuestionas. Algo de eso tiene la historieta, una gran facilidad para manejar la imaginación del lector. Si un hombre vuela en una novela, es mucho más complicado de hacérselo creer al lector. Por ello es que los súper héroes son un mito propio de la historieta, no existían antes de ella.

Volviendo a tu novela. Me intriga el personaje de la hija de Dux. Al comienzo parece una persona enferma, rara, cubierta con su padre. ¿Cómo se originó Irene?
Es un personaje central, pero a la vez aparece muy poco en ella. Está en el corazón de la historia porque (Irene) tiene el papel de una especie de sacerdotisa, que lleva el secreto de la historia.

Tratas de esconderla al inicio de la historia.
Sí, se tarda en llegar. De los personajes principales es el último en aparecer. Está como que protegida y finalmente, ya avanzada la novela, aparece y es la que trae el mensaje de la Atlántida. Vio esto a través de su locura, es la que la imagina, porque para el resto de personajes eso está inventando.

¿Y en el caso de Juan Troy? Este personaje que aparece casi misteriosamente y va tomando forma…
Para mí era como meter el tema del doble en la historia. A mí nunca me gustaron esos relatos, pero bueno, se me apareció este personaje que tiene que ver con el pasado. Además, era un personaje trágico, con este amor por la señora Craig. Me gustaba que aparecieran los celos del protagonista.

¿Te sientes más cómodo en el género policial?
Me gusta mucho, me gusta como forma. Para mí, el género policial, dentro de literatura del siglo XX, expresa una nostalgia por una forma, por encontrar un equilibrio. Sabemos cómo empieza: con un crimen, y cómo termina: con una historia secreta. Siempre el género policial tiene como que el choque entre la historia de la investigación y la historia invisible, que se va a saber al final. Y el detective es como una especie de investigador que va juntando relatos parciales, pedacitos y con esos pedacitos arma la historia verdadera.

¿Cambian las historias o cambian los lectores?
Creo que los lectores siempre son los mismos y buscan lo mismo. No creo que cambien mucho con el tiempo. Creo que uno siempre busca la convicción del escritor para contar la historia. Que esté seguro, que no sea algo forzado o artificial. Que el escritor cuenta algo imaginario pero como si fuera verdadero, como si en algún lado de su corazón eso hubiera ocurrido.

¿Recuerdas alguna anécdota con fanáticos de tus libros?
Yo escribía libros para jóvenes e iba todos los años a la escuela donde trabajaba la primera maestra que me había llamado cuando yo publiqué mi primer libro juvenil. Iba allí, a esa escuela, que era muy humilde, y estos chicos se pasaban los libros entre sus hermanos y amigos. Cuando yo iba a visitarlos, me pasaban el libro para que lo firme y estaba lleno de borrones con liquid paper. Entonces, yo me veía ahí firmando sobre una capa inmensa y blanca, como si fuera la primera vez que lo hiciera sobre ese libro.

En Lima se vendió mucho El enigma de París, pero lamentablemente también salió una versión pirata, ¿cómo asumes el tema de la piratería?
Estoy totalmente en contra de la piratería. Me parece que siempre las excusas socialistas para el delito no funcionan. Si los libros son caros, entonces busquemos otro sistema, pero la piratería no, pues. Aquí no está solo el escritor, sino también el corrector, el diseñador, el distribuidor, los libreros, etc. Es un montón de gente que trabaja, que se levanta temprano en la mañana, y que se ve vencida por alguien que solo copia y copia.