(Foto: http://userserve-ak.last.fm)

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Por Jorge Esponda / @hombrequeduerme

A Amy Winehouse le bastaron dos discos para dejar su firma dentro de lo mejor de la música de esta última década. Primero como la revelación de lo que se denominaría el ‘neo soul’ y luego como la diva que alternaba celebradas presentaciones con escándalos que fueron remontando hasta convertirla en parte de ese club de artistas malditos en el que también se encuentran Janis Joplin o Kurt Cobain.

Aún resulta osado para muchos hacer esas comparaciones, y más ahora que la exposición de la vida de los ricos y famosos es moneda corriente como nunca antes. Pero no cabe duda que el estilo impuesto por la cantante y compositora inglesa sigue vigente en las varias seguidoras que han conseguido notoriedad mientras ella, literalmente, se hundía.

‘Frank’, su disco debut editado en 2003, es una rotunda presentación aunque permanecía ubicado dentro de los estándares del R&B contemporáneo, etiqueta de la que lograba salir vencedora varias veces gracias a su contundente registro vocal y a su personal forma de reinterpretar las fuentes de esa escena, a la vez de su candidez y su bravura.

Serían tres años después que aparecería el logro máximo de esa exploración con ‘Back to Black’, una obra extraordinaria de la que se puede decir que es de las pocas que poseen esa cualidad atemporal, de llevarte al momento del estallido en el mainstream de Etta James y sucedáneas, pero a la vez tener el gusto de lo actual.

Es así como sus admiradores preferimos recordarla fuera de los desastres en el escenario que anticiparon su encierro y trágica muerte, algo que incluso no deja de darle coherencia a ese mundo donde sencillamente el amor es un juego de pérdida.

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