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Pocos en Hollywood envejecen tan bien como Al Pacino, un mito del cine que este sábado 25 de abril cumple 75 años en plena racha creativa y sin intención de echar el freno a una carrera que no olvida el lugar donde todo empezó: el teatro.
“Mientras mantenga la pasión, quiero seguir. La interpretación se convierte en algo natural cuando llevas haciéndolo tanto tiempo como yo, y es casi inimaginable pensar en dejarlo”, dijo recientemente el actor al diario británico The Mirror.
“Soy consciente de que me hago viejo”, apuntó, “pero aún puedo hacer esto”.
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Y de qué manera. En el último año y medio ha estrenado tres películas (“The Humbling”, “Manglehorn” y “Danny Collins”) que, aún lejos de ser éxitos comerciales, le han deparado algunas de las mejores críticas en los últimos 15 años, Y ya prepara “Beyond Deceit”, junto a Anthony Hopkins, y “The Trap”, acompañado por James Franco y Benicio del Toro.
Pero posiblemente el proyecto con el que se frota las manos es la obra teatral “China Doll”, con la que regresará a Broadway a finales de año de la mano de David Mamet, con quien ya trabajó en las representaciones de “American Buffalo” (1983) y “Glengarry Glen Ross” (2012).
“Se puede decir que casi nací en el teatro”, afirmaba Pacino en noviembre durante un acto en Los Ángeles (California) al que asistió Efe.
“Fue mi infancia y mi educación en la vida. Estoy más cómodo allí que haciendo películas. Y es donde encuentro los mayores retos – reconoció entonces -. Amo salir cada noche a escena y no saber qué va a ocurrir”.
El ganador del Óscar por “Perfume de mujer” (1992), no obstante, tardó en encontrar su hueco en el Hollywood del nuevo siglo.
Encadenó una serie de películas que no estaban a su altura (“Gigli”, 2003; “88 Minutes”, 2007; “Righteous Kill”, 2008; “Jack and Jill”, 2011), pero la televisión lo rescató con personajes de oro en la miniserie “Angels in America” (2003) y los telefilmes “You Don’t Know Jack” (2010) y “Phil Spector” (2013).
Al Pacino se hizo con el Emmy y el Globo de Oro por los dos primeros.
Como diría su célebre Michael Corleone en “El Padrino: Parte III” (1990): “Justo cuando creía que estaba fuera, me vuelven a meter dentro”.
En realidad, aunque nunca hubiera vuelto a recobrar el pulso cinematográfico, su legado hablaría por sí solo.
Antes de hacerse con el Óscar, la Academia lo había nominado previamente por “El Padrino” (1972), “Serpico” (1973), “El Padrino II” (1974), “Tarde de perros” (1975), “Justicia para todos” (1979), “Dick Tracy” (1990) y “Glengarry Glen Ross” (1992).
Y en su expediente también figuran personajes icónicos como los de “Scarface” (1983), “Carlito’s Way” (1993), “Heat” (1995), “Donnie Brasco” (1997), “The Insider” (1999) o “Any Given Sunday” (1999).
Con esas credenciales, es lógico entender que no haya podido “entrar en un supermercado ni usar el metro en los últimos 50 años”, como aseguraba recientemente el actor, que en su juventud y tras dejar los estudios de arte dramático, se encontró a menudo desempleado, alcoholizado e, incluso, sin hogar.
Pero Francis Ford Coppola llamó a su puerta en el momento adecuado y dio un giro a su vida ofreciéndole el papel de Michael Corleone.
“Siempre me quiso para el papel. Solo me veía a mí como Michael”, comentó Al Pacino en marzo al diario USA Today.
Coppola había tratado personalmente al actor tras descubrirlo en una obra de teatro y pensó en él para una película que iba a rodar sobre un profesor universitario.
Aquel proyecto no salió adelante, pero un año después, Coppola llamó al intérprete y le ofreció uno de los personajes más famosos de la historia del cine.
De hecho, otras películas tan famosas como “Pretty Woman” o “Star Wars” pudieron llevar su impronta, pero Pacino rechazó los papeles que finalmente fueron a parar a Richard Gere y Mark Hammill, respectivamente.
“Richard Gere lo hizo muy bien. Yo no podría haber hecho eso. Y ‘Star Wars’ lo rechacé porque no lo entendía”, afirmó este genio y figura.
(Fuente: EFE)