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El partido de cuartos de final del Mundial entre Brasil y Colombia tal vez no satisfizo a aquellos amantes del fútbol táctico, ese que se juega con once hombres como una partida de ajedrez, pero para todos los demás, esos que se enamoraron de este deporte por las emociones que transmite, fue en cambio una fiesta.
A 180 kilómetros por hora
No hubo casi ningún minuto en el que el corazón no palpitara a alta velocidad, la misma que los jugadores le imprimieron al partido en el estadio de Fortaleza. Los anfitriones del Mundial hicieron valer su ventaja y tras anotar en el minuto 7 fueron los que mayor peligro produjeron.
El gol del defensor central y capitán de Brasil, Thiago Silva, resultó en parte de la presión que su equipo ejerció desde el inicio del partido, y en parte por el grave error de Colombia que en el tiro de esquina sólo cubrió el primer palo, con seis jugadores, mientras en el segundo palo solo se ubicó Carlos Sánchez, que por estar siguiendo el curso del balón perdió de vista al autor de la anotación del 1-0.
A partir de ese momento, con los brasileños más cerca del segundo gol, el enfrentamiento fue un constante ir y venir. Con temperaturas cercanas a los 30 grados sorprendió la inversión física que hicieron ambos equipos, que no reservaron energías ni especularon con intentar manejar los tiempos reduciendo en algún momento el ritmo.
El pasaje para la semifinal de Brasil 2014 parecía que se resolvería con el poder de aceleración de un auto de Fórmula Uno que en el segundo tiempo cambió de conductor. Al timón se puso una Colombia desbocada en busca del empate.
Pero el gol, el segundo, lo encontró primero Brasil cuando los rivales solo pudieron detenerse a punta de faltas. Ninguno de los protagonistas del partido encontraba un freno que no generara el cobro de un tiro libre. Uno de ellos, cobrado por David Luiz a poco más de 20 minutos de terminar el partido, terminó embocado en el arco de los colombianos y significó el 2-0.
Cierre de infarto
Cuando todo parecía resuelto apareció del lado de colombiano su gran figura en el Mundial: James Rodríguez. La revelación juvenil del torneo entregó un gran pase a su compañero Carlos Bacca, a quien el arquero Julio Cesar tuvo que cometerle una falta tras salir demasiado tarde al corte. Rodríguez convirtió el penal y consiguió así su sexto gol, lo que le permite soñar con obtener el premio al máximo artillero de la Copa del Mundo.
El 2-1 le entregó todavía más emociones a un partido lleno de pasión. Todo lo que tiene el fútbol para ofrecer se encontró en el Brasil – Colombia: juego rudo, juego brillante, despliegue físico, un ataque en éxtasis, un constante vértigo, aplausos y gritos desde la tribuna.
Brasil, que terminó pidiendo tiempo ante una Colombia que cerró el partido atacando con uñas y dientes, ganó al final con dos goles de sus defensores centrales, actores principales del mejor partido que los locales han jugado en este Mundial. Su superestrella internacional, Neymar, que durante todo el partido se tuvo que contentar con un rol secundario, terminó convirtiéndose en la víctima del juego violento y fue retirado en camilla tras una falta de Juan Zúñiga.
Lo que viene para los anfitriones del Mundial es un partido en la semifinal contra Alemania, o puesto en otras palabras, luego de ver como Brasil jugó contra Colombia, será el corazón contra la razón, piel contra cerebro. Un clásico.
(Fuente: Deutsche Welle )
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