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En Japón es posible alquilar amigos para posar en fotos destinadas a Instagram, contratar a una pareja para acudir a una cita fingida o a falsos familiares para asistir a eventos sociales, servicios que cuentan con una demanda creciente.
Esta particular idea de negocio le surgió hace una década a Yuichi Ishii cuando decidió acompañar a una amiga, madre soltera, y hacerse pasar por su marido durante una entrevista de acceso para una guardería privada de Tokio, donde no aceptaban a niños de familias monoparentales.
“Me di cuenta de que existían injusticias en la sociedad japonesa, y vi que era posible ofrecer servicios para cubrir esos huecos”, relata en una entrevista a Efe Ishii, fundador de Family Romance, empresa pionera en su ámbito en Japón.
A ese primer favor entre amigos le siguieron otros como reunir a personas para hacer de “invitados de relleno” en varias bodas, y a partir de entonces Ishii decidió profesionalizar sus servicios, ampliarlos y promocionarlos a través de las redes sociales.
Su empresa cuenta hoy con 1.200 empleados o “actores”, como él los llama, y dispone de un amplio menú que incluye el alquiler por horas de amigos, padres, madres, maridos, esposas, novios, hijos o compañeros de trabajo.
Decenas de compañías similares han proliferado en los últimos años, entre ellas algunas dedicadas exclusivamente a personas solteras o de edad avanzada, lo que responde al desplome del número de matrimonios y al acelerado envejecimiento demográfico en Japón.
En el caso de Family Romance, sus “actores” cuentan con experiencia y formación para desempeñar cada papel, mientras que el cliente puede elegir entre ellos en función de sus preferencias sobre aspecto físico y personalidad, explica su fundador, ingeniero informático de formación y de 36 años.
También se ofertan servicios tan específicos como contratar a un acompañante para visitar el parque de atracciones Disneyland o contemplar el “sakura” (cerezos en flor) – planes habituales para encuentros románticos -, asistir a un funeral, salir a correr o ir al karaoke; e incluso para que el actor regañe al cliente o escuche sus quejas sobre el trabajo.
Pero el producto estrella actualmente es alquilar amigos para hacerse “selfis” junto al cliente y colgarlos en Instagram u otras redes sociales, según Ishii, quien explica que el precio de un actor para estos casos es de 8.000 yenes (unos 60 euros) y que su empresa recibe unos 50 encargos mensuales de este tipo.
“La gente quiere construir hoy día su propia imagen de marca a través de las redes sociales. Nosotros les ayudamos ofreciéndoles a acompañantes atractivos, con estilo y que saben posar”, señala Ishii.
Otros clientes buscan cubrir necesidades muy distintas, como quienes contratan a un novio o a una novia para verlos una vez a la semana por unos 15.000 yenes (112 euros), o los que alquilan padres y madres para sus hijos en varias ocasiones al mes, a razón de 20.000 yenes la sesión (150 euros).
El propio fundador de la empresa lleva varios años haciéndose pasar por el padre de una niña de madre soltera, y afirma que “le duele mucho cada vez que se tiene que separar de ella”, pues ha visto crecer a la pequeña y esta le considera su verdadero progenitor.
“En esos casos no sé si estoy actuando o son mis verdaderos sentimientos”, confiesa Ishii, quien dice estar “tan lleno de experiencias” – cada uno de los actores de su empresa puede compaginar papeles en hasta cinco familias distintas – que le cuesta imaginarse formando su propia familia real.
El éxito de este tipo de empresas puede explicarse en parte por las particularidades de la sociedad nipona, donde es fundamental guardar las apariencias y que cada persona cumpla los deberes y obligaciones correspondientes a su posición.
“Antes había familias más numerosas y las mujeres no trabajaban. Hoy los padres y madres están siempre ocupados, y hay cada vez más casos de divorcios, madres solteras…”, cuenta Ishii tras reflexionar varios instantes al ser preguntado sobre las motivaciones de sus clientes para alquilar a un marido o una mujer.
El empresario también menciona la cultura de “omotenashi” (un concepto traducible como “hospitalidad”) que obliga a los japoneses a ofrecer siempre su mejor cara ante otras personas, lo que deriva en “dejar de cuidarse a sí mismos, en evitar pedir favores o en rehuir el contacto con otros por no molestar”.
En este contexto, “para mucha gente es más fácil y agradable contratar a un amigo o a una pareja que satisfaga sus necesidades emocionales, y con quien pueden ser ellos mismos”, señala Ishii, cuya empresa tiene como lema ofrecer “relaciones mejores que las reales”.
(Fuente: EFE / Antonio Hermosín)