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Curiosidades | El guatemalteco René Corado dejó una aldea en la que creció rodeado de “pájaros” tropicales para emigrar a Estados Unidos (USA), donde comenzó lavando platos pero ahora es gerente del museo californiano Western Foundation of Vertebrate Zoology (WFVZ), que posee la mayor colección de huevos del mundo. La inspiradora historia es viral en Facebook.
Corado, de 58 años, relató a Efe que, en su niñez, la aldea El Chical de Morazán, provincia El Progreso, Guatemala, era una docena de modestas viviendas rodeadas de montañas, donde trinaban las aves.
Tenía 8 años cuando su padre, Viviano Corado, “el sabio de la aldea”, emigró con la familia a la capital en busca de oportunidades de educación y empleo.
Sin embargo, la vida era tan precaria, dice Corado, que a temprana edad comenzó a trabajar como lustrador de zapatos y así se costeó los cuadernos para estudiar hasta sexto grado.
A la edad de 21 años ya estaba casado y con una hija. Por un “futuro mejor para ella” decidió emigrar sin documentos a USA, donde le nacieron otros tres hijos.
Durante unos arreglos en el jardín de un aviario, el Donald Bleitz Wildlife Foundation, en Hollywood (California), el dueño del lugar lo vio feliz con los pájaros que permanecían en jaulas.
“Eran como los de mi aldea”, recuerda Corado.
Aparentemente, por ese interés que mostraba, el guatemalteco fue recomendado para trabajar en el WFVZ.
“En 1982 llego de jardinero al museo, que tiene la colección de huevos más grande del mundo, y me encantó el trabajo que hacen los biólogos”, explica Corado, quien desde 1994 es gerente de colecciones de huevos, pieles con plumas y nidos de aves del WFVZ.
“Aprendí a la hora del almuerzo. Comía rápido, porque yo comía de los basureros en Guatemala cuando estaba niño y tenía que pelear con los perros por un pedazo de comida, así que estaba acostumbrado. Comía rápido para ir a ver qué hacían los biólogos”, rememoró.
WFVZ fue fundado en 1956 por el coleccionista Ed Harrison y hoy alberga 1 millón de huevos de aves, 57.000 montajes de estos “como vivos” y pieles de pájaros, además de 20.000 nidos.
En el museo hay huevos gigantes como los del “ave elefante” de Madagascar (Aepyornithidae), extinta en el siglo XVII, y diminutos como los del colibrí (Trochilidae).
Las colecciones allí son consultadas a menudo por científicos, artistas y estudiantes.
“La tarea de los biólogos me encantó por el hecho de que ellos trabajan para salvar la tierra, por salvar las aves, por salvar los bosques”, declaró Corado.
“Harrison, el dueño del museo, me dijo:‘Muchacho, veo el interés que pones a todo esto. ¿Quieres ser biólogo?’. Y le dije que sí, que esa era la idea”, narró.
El guatemalteco asegura que llegó a querer como su “papá gringo” a Harrison, quien le aconsejó: ‘Aprende inglés, completa el bachillerato y estudia licenciatura en Biología’.
“Y así fue como lo hice y, pues, acá estoy ahora, de lustrador (limpiabotas) a biólogo”, expuso Corado.
Este persistente amante de las aves se graduó de la Licenciatura en Biología en la universidad Oxnard College en 2008, especializado en Ornitología y Oología, la rama de la zoología que versa sobre el estudio de los huevos, especialmente los huevos de aves.
Convertido en un profesional, Corado obtuvo la residencia permanente en EEUU con la amnistía para indocumentados aprobada por el difunto expresidente Ronald Reagan, en 1986.
A partir de esa fecha comenzó a viajar a la amazonía ecuatoriana y a las cascadas de Costa Rica, para estudiar pájaros vencejos y traer muestras de huevos y nidos.
En 2001 regresó a su Guatemala natal “con una maleta de conocimientos”.
En aquel viaje estudió aves muertas por contaminación del río Motagua, el más grande de su país, y los efectos nocivos en huevos de 11 especies que anidan en la ribera.
Un aporte de Corado a la colección del museo es una sección educativa con coloridos pájaros centroamericanos muertos, que incluye el Quetzal guatemalteco (Pharomachrus mocinno), a causa de la contaminación de ríos con aguas albañales, desechos de fábricas y pesticidas.
Luego de desempeñarse en EEUU como lavaplatos, instalador de techos, trabajador de la construcción y jardinero, Corado logró el “sueño” de ser biólogo profesional para volver a conectar con la naturaleza y trabajar con aves.
“El hecho de haber nacido pobre no quiere decir que no luchemos por nuestros sueños”, sentencia este hombre que, además de su importante trabajo de superación personal, escribió el libro autobiográfico “El Lustrador”, publicado por la editorial guatemalteca Palo de Hormigo en 2014.
Iván Mejía / EFE
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