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Tara Myers y su hijo de siete años estaban de vacaciones en el Golfo de México el pasado 21 de octubre, y quisieron disfrutar del mar a bordo de un cisne inflable.
Parecía un día perfecto. No había viento ni alertas de tormenta, así que alistaron el juguete acuático e iniciaron la aventura sobre las cálidas aguas.
Nada hacía pensar que las cosas saldrían terriblemente mal. De pronto, la corriente empezó a precipitarse y el inflable fue alcanzado por una gigantesca oola. En muy poco tiempo, ambos estaban a millas de la orilla.
“Te sientes muy pequeño y no puedes ser escuchado o visto. Totalmente invisible. No estaba segura de si seguiríamos a la deriva porque la tierra seguía alejándose cada vez más”, ha contado la madre a los medios locales.
Myers comenzó a patear, colgando sus piernas en el agua y tratando de llevarlas a la orilla. “Estaba agotada, y no íbamos a ninguna parte”. Después trató de mantener a salvo a su pequeño, pues sabía que su situación era grave.
No había ninguna garantía de que pudieran regresar a tierra firme. Ni siquiera estaba segura de que alguien se hubiera comunicado con las autoridades o de que los rescatistas pudieran encontrarlas.
Afortunadamente, Myers estaba equivocada. Los bañistas habían visto cómo la marea los atrapaba y rápidamente iniciaron un plan de salvataje.
“Literalmente, me acosté en ese flotador de cisnes y lloré”. Tan difícil porque esto podría haber terminado mucho peor, y no quería que [mi hijo] supiera que estaba tan asustada”.
Ella dice que aprendió una lección de toda la prueba. La única vez que planea abordar un inflable será en una piscina.