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Cary Grant (1904-1986), una de las grandes estrellas de la historia de Hollywood, intentó tratar sus conflictos internos con LSD en sesiones con psiquiatras. La desesperada búsqueda del actor se relata en el documental Becoming Cary Grant, estrenado en Cannes.

A finales de la década del 50, el intérprete asistió a más de 100 citas con un especialista de Beverly Hills. En todos los encuentros consumió el ácido lisérgico, sustancia que entonces era considerada terapéutica.

“Al final, me acerco a la felicidad”, se le escucha a un relajado Cary Grant en la cinta del director Mark Kidel. El galán también trató de calmar sus tormentos, originados en la pubertad por la ausencia de su madre, con yoga, psicoanálisis e hipnosis.

Cuando tenía 11 años, su mamá se fue de casa, en su natal Bristol, Inglaterra, diciéndole que se marchaba con otro hombre. Su partida a Nueva York, a los 16 años, con una compañía de acróbatas fue un escape para el joven.

LA VERDAD IRREVERSIBLE

“Si solo tienes un traje, que al menos sea bueno”, le escribió a Cary Grant su padre cuando este le contó que se quedaría en Estados Unidos.

La historia del artista, como en una película, reservaba un giro de 360 grados. En 1934, al morir su padre, se entera de que su madre estaba en realidad internada en un manicomio. Él ya tenía 30 años y una personalidad depresiva marcada por la falta de su progenitora en su paso del niño al acrobático adolescente que se transformó en ícono del cine.

Nunca dejó de ser Archie, el chaval de Bristol que no confiaba en las mujeres y por tanto no se metía en largas relaciones”, observa el realizador acerca de la legendaria y misteriosa figura.