Desde hace más de 40 años, Alberto esculpe figuras de indígenas, héroes, animales y símbolos religiosos usando un clavo como cincel y una piedra como martillo. (Foto: AFP)

Desde hace más de 40 años, Alberto esculpe figuras de indígenas, héroes, animales y símbolos religiosos usando un clavo como cincel y una piedra como martillo. (Foto: AFP)

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En una recóndita montaña de Nicaragua, Alberto Gutiérrez, un campesino de 78 años que vive solo, esculpe desde hace más de 40 años sobre las rocas figuras de indígenas, héroes, animales y símbolos religiosos usando un clavo como cincel y una piedra como martillo.

Su pasión por la escultura surgió a partir de un sueño que tuvo cuando era pequeño y que comenzó a materializar a los 34 años sobre el peñasco del cerro Jacalate, en el norteño departamento de Estelí, donde conserva sus obras como un templo.

“Ha sido una felicidad que Dios me haya dado este talento”, comenta a la AFP el artista de cuerpo delgado, ojos claros, tupidas cejas y cabellera blanca, mientras camina por un empinado sendero que él mismo abrió para subir al peñasco desde su choza, que está unos metros abajo.

En el lugar, situado a más de mil metros de altura sobre el nivel del mar y rodeado de bosques tropicales, don Alberto construyó una especie de mirador con barandas de bambú para que los turistas apreciaran su obra.

“Si no hubiera soñado, no hubiera hecho nada de estas maravillas”, contó frente a la figura de un elefante esculpido en una piedra.

“Ese es un mono que va subiendo un volcán y ese, el cacique de Diriangén” que enfrentó a los colonizadores españoles, agregó indicando con la mano cada una de las imágenes que ha tallado a lo largo de los años.

La muestra incluye al célebre poeta Rubén Darío, a Jesucristo, al héroe nacional Augusto César Sandino y a la heroína Rafaela Herrera combatiendo a los filibusteros norteamericanos, faraones y animales, muchos de los cuales, dice, ya han desaparecido por la caza humana.

Las rocas han sido talladas también con escenas que asegura haber soñado o visto, entre las que destacan la de una paloma del espíritu santo cargando al niño Jesús, un soldado defendiendo la revolución y el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York.

“Con tres clavos y un martillo de piedra hago mi cultura y sigo haciendo más cosas hasta que fallezca”, asegura.

– Aislado del mundo –

Desde su santuario, don Alberto observó pasar en los años 70 a los guerrilleros que se movilizaban por la montaña para combatir la dictadura somocista, que le preguntaban curiosos qué hacía escondido en el monte.

“Les decía que estaba haciendo mis dibujos”, rememora.

Le llaman “el ermitaño” porque vive solo, cerca de sus esculturas, en una pequeña finca que comparte con sus hermanos, sin acceso a televisión, Internet, teléfono, ni energía eléctrica.

Su único medio de comunicación es un radio, aunque conversa con los turistas que llegan a ver sus obras y gente de las comarcas vecinas a las que acude a buscar comida o materiales.

“Me invitan que salga a conocer China, Cuba, Nueva York, pero yo no he querido ir porque no me hallo competente”, expresa el hombre, que nunca formó una familia y vive en la pobreza.

Aunque no estudió, aprendió a escribir su nombre y algunas palabras, conoce la historia de su país, recita versos inspirado por su imaginación y tiene una memoria privilegiada.

– Escultor nato –

Recientemente decidió incursionar en el dibujo con marcadores sobre troncos de madera, y colorea con pinturas de uso doméstico con el fin de vender las obras para ganar dinero.

Desde su sencilla vida en la montaña, Gutiérrez atrae a visitantes de todo el mundo a su escondite en la montaña para conocerlo y observar sus obras.

“Han venido de Siria, Alaska, Belice, Cuba”, narra Gutiérrez sin dejar de fumar su cigarrillo y de predicar “paz, amor y felicidad” a sus visitantes.

“¡Es extraordinario!, se ve que es un trabajo a base de mucho esfuerzo y varios años”, comenta a la AFP Luis Chavarría, un visitante nicaragüense.

Es “un escultor nato que ha dejado una huella de trabajo de amor y dedicación”, elogió en el libro de visitas Cesar Campos, otro turista.

Don Alberto espera que las nuevas generaciones cuiden la cultura y siembren “muchos árboles para proteger a Nicaragua”.

AFP