Rodrigo Rodrich: “En Iquitos, lo bueno y lo malo lo disfrutas con mucha pasión”

El autor espera repetir este tipo de trabajo con otra ciudad del Perú. (Foto: La Prensa)

Poe José Miguel Silva / @jomisilvamerino

Pocas personas podrían dar un testimonio tan grato sobre Iquitos como lo hace Rodrigo Rodrich (Piura, 1988). El fotoperiodista lanzó su primer libro con la misma seguridad de un autor experimentado en el arte de contar (y vender) historias.

En este caso, Rodrich ofrece historias y fotografías. Quizás todo lo necesario para ir en búsqueda de un agencia y sacar boletos para un viaje al paraíso. Conversamos brevemente con él sobre Iquitos bizarro, una grata sorpresa de la Editorial Aguilar en el inicio de este 2014.

¿Cómo fue tu primer acercamiento con la fotografía?
Mi familia está llena de periodistas. Estaba dicho que yo iba a escribir o a hacer fotos. Recuerdo que en la mesa de mi casa había un libro de Martín Chambi. Me la pasaba viéndolo siempre. Luego, cuando ya estaba en quinto de secundaria, viajé por una beca y mi hermano me dio su cámara digital. En ese entonces era una de las primeras cámaras digitales. Tenía dos mega píxeles. Ahí me descubrí haciendo fotos. Ya en la mitad de mi carrera universitaria todo el mundo complotó para que me dedique a la fotografía porque era lo que hacía todo el día. Aunque no sabía si sería rentable. Tenía la idea de provincia en torno a fotos de carnés, de DNI, de plazas. Entonces, me recomendaron practicar en fotografía. Luego conseguiría prácticas en Lima y cuando conocí a un grupo de fotógrafos, de los que aprendí un montón, me di cuenta que había un montón de caminos por los que podía ir.

¿Has hecho amigos en el periodismo?
Sí, un montón, pero más que amigos conocí a muchos maestros. Yo no tenía ni idea de lo que hacía pero al lugar donde iba encontraba gente que me enseñaba, que me ayudaba siempre.

¿Puedes mencionarme dos nombres?
Mis dos mentores en fotografía son Raúl García (Perú21), que cuando yo no sabía absolutamente nada de fotoperiodismo, me enseñó muchas cosas. Él me dedicó mucho de su tiempo. Y el otro fue Carlos García, mi exeditor en El Mundo de España. Creo que con él hubo un antes y un después. Cuando terminé las prácticas allí, me sentí capaz de hacer muchas cosas más.

¿Hay mucha diferencia entre los fotoperiodistas de España y del Perú?
La verdad es que creo que es igual. Lo único que sí cambia es el soporte. La manera en la que se trabaja la fotografía en un medio aquí y en España es distinta. A nivel profesional, ético, etc. Pero finalmente es igual. Los conceptos están y cada uno responde según la situación que se le presenta.

Cuando uno quiere dibujar le dicen “tienes que ser creativo”. ¿Qué más necesita alguien si quiere ser un buen fotógrafo?
No sé. En el caso de Iquitos (ciudad que muestra el libro) es una cuestión más de libertad, porque es un lugar recontra estimulante. De hecho, es como que “tienes que ir a Iquitos y verás que el chip cambia”. Yo siempre viví en provincias. Nací en Piura, luego pasé un tiempo en Iquitos y ahora vivo en Lima porque simplemente tengo que estar acá. No obstante, debo volver a la selva porque simplemente es inspiradora. Es algo mágico. Para tomar estas fotos (del libro) gané mucha libertad.

Eres piurano. No sé si Piura sea todo lo opuesto a Iquitos, pero está cerca de serlo. ¿Cómo reaccionaste cuando te propusieron mudarte a la selva?
Me pareció bravazo. Pensé en ir de todas maneras. Me lo propusieron en octubre, se concretó en enero y viajé en abril. Tuve mucho tiempo para digerirlo. Nunca había ido a la selva, no tenía idea de qué esperar. Me propusieron ir un año y me dije “¿qué voy a perder?”. Era una vitrina, un gran periódico para publicar (El Comercio). Cuando le conté a muchas personas que me iba a Iquitos ellos me miraban con pena. Pensaban que iba a involucionar.

Tú nunca lo viste así. Jamás. Hay algo que hasta ahora trato de explicarle a todos: “¿no se dan cuenta que las grandes revistas, los grandes medios se gastan un dineral en ir hasta Iquitos para traer sus mejores reportajes?” Muchos se mueren de ganas por mirar esta parte del mundo y nosotros la tenemos al lado y no nos atrevemos a ir.

¿Recuerdas la noche previa al viaje?
Justo me fui para la primera vuelta electoral. Era abril, temporada de lluvias. No tenía idea de dónde quedarme. Solo dije “me voy”. Pensaba quedarme en un hotel un par de noches hasta que encontrara un lugar donde quedarme. Días antes de viajar, un tío me recomendó con unas personas que conocía. Allí me quedé un mes. Ellos me ayudaron mucho. Recuerdo el momento en que bajé del avión. Me mareaba, sentía calor, el bochorno. Además, en ese momento llovía. Pasaron muchas cosas que no podía esperar.

El libro inicia con el maravilloso viaje en lancha.
Un viaje de tres días. Creo que mucha gente pagaría por vivir algunas de las experiencias que hay en Iquitos bizarro.

Además, te convertiste en una especie de ‘Gastón Acurio amazónico’, probando platillos en varios lugares de la ciudad.
No tanto. No es que haya una lista especial o extraordinaria en el libro. De hecho, la idea de la serie Bizarro es buscar lugares extraordinarios en espacios que ya están bastante recorridos. Buenos Aires bizarro, Santiago bizarro, Cusco bizarro. Entonces, cuando la editorial me dio el encargo de hacer Iquitos bizarro, empecé a pensar en lugares extraordinarios y luego me di cuenta que esos sitios eran los más corrientes. Entonces, estos lugares que recomiendo para comer eran (los mismos lugares) en los que yo comía. O sea, allí comía mis juanes, mi tacacho, mi ceviche, etc.

¿Hubo algún momento difícil durante tu estadía allá?
Para serte sincero, no recuerdo ninguno. Una vez se me cayó la cámara, pero nada más. De hecho es una ciudad bien pasional. Todo lo bueno y lo malo lo disfrutas con mucha pasión.

¿Al ser piurano podría decirse que viajaste a Iquitos con muchos prejuicios propios de la costa del Perú?
De hecho que sí. Vengo de Piura e ir a Iquitos es, como te dije hace un rato, cambiar de chip. Creo que para cualquiera lo será, incluso para el más libre de Lima. Te encuentras de pronto en una ciudad donde no hay élites. En Piura sí las hay y bien definidas. En Iquitos es todos contra todos, no hay barrios ‘fichos’. El que tiene dinero vive al lado del que no y ambos son felices. Todos se respetan por igual. De hecho, hay un lugar que me encanta se llama El Complejo, que ya no está en el libro porque justo cerró. Era un lugar con una banda en vivo, con ‘sexys’ bailarinas danzando música amazónica o tecnocumbia. Te encuentras con cinco mil o seis mil personas bailando toda la noche. Ahí ves al narco, al policía, al fiscal, al juez, al profesor y a los alumnos bailando juntos.

Y al reportero que viene de Lima…
(Risas) Sí, están todos. Eso es algo que rompió absolutamente mis parámetros.

¿Hacer fotos y escribir tus propios textos te hace casi un periodista completo?
Mi formación universitaria, tanto en la Universidad de Piura como en la Universidad de Navarra coincide en eso: el periodista orquesta. No obstante, no creo que esto me dé una ventaja porque hay colegas que solo toman fotos y lo hacen tan bien que no necesita escribir nada. Por otro lado, conozco gente que escribe tan bien que no necesita colocarle fotos a su texto. No creo que ser fotoperiodista me dé una ventaja sobre otros. Lo que sí creo que te da ventaja es el ser coherente con los temas que elijes. Que te hagas un nombre y un apellido vinculándote con temas a los que tú quieres vincularte. Que nadie te los proponga sino que más bien tú los propongas. Que tú escribas a las editoriales, a las revistas y les digas “mira, he investigado este tema, he escrito y lo he fotografiado. Aquí lo tienes”. Así, cuando ellos necesiten un tema determinado, te llamarán porque saben que eres un referente en tal materia debido a que tú estás especializado. La especialización es lo que marca la diferencia.

¿Cuál es tu método?
Primero fotografío y luego escribo. Nunca voy con la libreta, siempre con la cámara. Hago contactos, y si me gano el derecho de fotografiar, entonces hago las fotos, llego a casa, reviso las imágenes, edito mi historia con las fotos, veo cuáles me faltan para volver y una vez que ya tengo la edición casi lista, me siento capaz de empezar a escribir. Así es que (más adelante) vuelvo, entrevisto y luego escribo. Con Iquitos bizarro funcionó así la mitad. Yo había vivido allí y había hecho fotos a lo largo de mi estancia. Solo quedaba volver para escribir las historias. Pero la otra mitad solo fui con la libreta primero. Traté de hacer la rutina al revés. Primero poder escribir y luego fotografiar.

¿Viajas siempre con una cámara?
Suelo llevar una cámara de rollo. Mis trabajos personales siempre son en blanco y negro y en rollo. Esta cámara me da menos fotos, más espacio para pensar y, principalmente, creo que me siento mucho más cómodo así.

¿Te gustaría repetir este trabajo con alguna otra ciudad del Perú?
Claro que sí. Veremos si la editorial se anima por hacer otra ciudad ‘bizarra’.

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