Mauricio Vargas Linares: “La gloria fue una maldición para los libertadores de América”
Por José Miguel Silva @jomisilvamerino
Sin duda, una de las mejores novelas presentadas en la última Feria Internacional del Libro fue Ahí le dejo la gloria, del periodista y escritor colombiano Mauricio Vargas Linares.
El texto, publicado por la editorial Planeta, revela no solo los detalles de la llamada Entrevista de Guayaquil, entre Simón Bolívar y José de San Martín, sino que además describe y explica con gran habilidad las personalidades de ambos seres humanos.
Leímos la novela y conversamos con su autor, un hombre que dedicó casi 30 años al periodismo y que hoy se consolida en la literatura de habla hispana con textos que destacan por su calidad y principalmente por su relevancia.
¿Cuál es la diferencia entre la novela histórica y la historia novelada?
La historia novelada es atrapar un texto histórico y adornarlo. Quien se compromete a hacer una novela histórica hace un juramento a la lealtad sobre todo a la novela. ¿Qué quiere decir eso? Primero, que cuando –y como me dijo García Márquez hace un tiempo– cuando uno reconstruye la curva de los hechos demostrados en una historia, pues siempre hay baches. Mira, cuando escribí sobre el mariscal Sucre, tuve siete meses del personaje en la isla Trinidad, de los que nadie sabía nada. Una biógrafa suya me dijo “no busques más, porque no se va a saber”. García Márquez dice que es en ese bache en el cual entra el novelista. Creo que el novelista debe llenar ese bache de manera leal a la historia.
Si no va a ocurrir que en cada entrevista te van a preguntar cuánto de verdad y cuánto de mentira hay en tus novelas…
Claro. Y finalmente, lo importante es tener claro el límite entre ficción y fantasía. La fantasía es lo que se te ocurre. La ficción es otra manera de contar la realidad. Son otros ingredientes que, razonable y coherentemente, le puede aportar a la realidad. En el caso de La Entrevista de Guayaquil, mi afán era reconstruir el diálogo entre Bolívar y San Martín. Pensé que eso sería imposible, pero resulta que Bolívar dejó cuatro o cinco documentos donde describe el diálogo. Y San Martín, años después, empieza a contestar inquietudes de amigos, de historiadores, que le preguntaban por lo ocurrido en dicho encuentro. No hubo testigos de dicha cita. Recogí todo eso y luego de casi 10 meses de trabajo me dije: “Tengo la entrevista”.
Y ahí empezaste a escribir Ahí le dejo la gloria…
Reconstruí el encuentro, pero me di cuenta que esa no era la novela. La novela nuca fue lo que hablaron, sino por qué dijeron lo que dijeron. ¿Quiénes eran esos hombres que llegaron a Guayaquil entonces? No quién era Bolívar o San Martín, porque eso requeriría volúmenes enteros, sino quiénes eran dichos personajes para que, hace 192 años, digan lo que finalmente dijeron en su encuentro. La novela, claro, en el capítulo 11 y 12, muestra cómo recuerda cada uno el encuentro efectuado, pero el resto del libro es sobre cómo se construyen esos dos seres humanos que hoy son, de lejos, los dos sudamericanos más importantes de la historia.
Tu libro anterior fue sobre el mariscal Sucre. Ahora te dedicas a San Martín y Bolívar. ¿Tienes una fijación con los libertadores?
Todo empezó con una rebelión contra el periodismo, una rebeldía mía. Yo soy periodista y ejercí el periodismo a tiempo completo durante casi 28 años. En un momento me agoté. En nuestras tierras, ejercer el periodismo es un poco ‘matar el alma’, porque donde tengas alma, no eres capaz de estar en esto. Recuerdo una vez, cuando yo era director de la revista Cambio, publicamos una denuncia contra un alto funcionario. Vi la portada y me puse a pensar en el sufrimiento que eso causaría en los hijos del sujeto. Mira, ahí dije “ya no sirvo para esto”. En realidad, no tenía tanto que ver con eso, sino más bien con una rebeldía mía ante tantos años de estar diciendo “sentimientos no”. ¿Por qué novela histórica? Bueno, siempre ha gustado la historia, la Independencia en particular. Concluí que en este ejercicio del periodismo estamos siempre contando la misma historia. En esa época (previa a la Independencia), las cosas estaban pasando por primera vez. Yo recuerdo mucho una frase de García Márquez en Cien años de soledad utilizada para describir cómo era de antiguo Macondo: “Cuando muchas cosas carecían de nombre”.
Empezar a escribir la historia…
Mira, la Independencia es el génesis y como tal tendríamos que ponernos todos como tarea urgente el entenderla. Como no le pusimos ganas en el colegio, como la aprendimos de paporreta, pues no somos capaces de enfrentar el presente.
Ocurre que si no estamos bien enterados de quiénes son nuestros libertadores, estamos propensos a que vengan algunos a usarlos de mala manera…
Yo digo que hay uso, abuso y exabrupto de los libertadores. Ahora, ¿cómo es posible que Bolívar sea el ídolo e inspirador del conservadurismo colombiano y también de Correa, de Chávez y varios más? Ojo, yo digo, ¿de qué Bolívar hablamos, del de Guayaquil o del de la Constitución de Bolivia? Mira, Bolívar fue el que ganó en el encuentro con San Martín. Si fuera historiador, yo me hubiera dedicado a él, pero soy novelista, y por eso prefiero al perdedor, y le tomé cariño a San Martín. Luego me di cuenta que el perdedor no lo era tanto.
¿Por qué?
San Martín le trata de comunicar a Bolívar unas claves existenciales. Le dice “ahí le dejo la gloria, pero no se la crea”. Si hubiera usado una expresión caribeña, le hubiera dicho “la gloria es una mierda”. Bolívar no quiso oír porque estaba en pleno ascenso a la gloria. Luego de sufrir mucho, empezó a lograr una serie de victorias.
Y San Martín ya estaba en el camino de regreso…
Él, que ya lo había ganado todo, ya lo habían traicionado sus oficiales, se había sometido a las conspiraciones de Lima, está mirando la gloria por encima del hombro. Por eso le dijo “ahí se la dejo, se la regalo (la gloria)”. Más adelante, ambos terminan concluyendo lo que San Martín le dijo a Bolívar: “Estas tierras están muy jóvenes para lo que pretendemos de ellas”. Miramos a las repúblicas, pero para esa época, había en el mundo una república que era Estados Unidos, el resto eran reinos. No es que América Latina haya cogido tarde una herencia. En eso, América Latina era una vanguardia. Pretender convertir todos estos territorios en repúblicas era realmente vanguardista. Con todos los riesgos del caso.
Se trata de dos hombres con personalidades muy definidas.
Mira, Bolívar era un caraqueño impetuoso, machista; y San Martín, español. Es cierto, nació en Argentina pero hizo gran parte de su vida en España. Hizo 20 años de carrera militar allá. Volvió a Buenos Aires, despreció esa ciudad, y no pasó más de dos años y medio allí. Era todo menos un porteño. Jhon Lynch se pregunta si San Martín no terminó viniendo a América a continuar la guerra civil de los monárquicos liberales contra los absolutistas. ¿Fue la Independencia un ejercicio de continuación de la guerra civil perdida en España por los liberales monárquicos? Mira, hay que ver lo que el absolutismo duró en España. Si uno mira bien quizás hasta Franco. Hay que entender esto, Bolívar muy republicano y San Martín un romántico liberal. Había que entender bien quiénes eran estos personajes que llegaron a Guayaquil.
Tu libro reafirma la tesis de que muchos peruanos no querían la Independencia.
San Martín y Bolívar estaban convencidos de que mientras el oro de la sierra peruana y la plata del Alto Perú estén en manos españolas, la Independencia era de mentiras. No lo dice con esas palabras en sus cartas, pero subyace ahí. Tenían que resolver el tema del Perú o la Independencia era prestada. La ‘caja’ de la Corona española estaba en la sierra peruana y en el Alto Perú.
Bueno, se han tejido muchas historias sobre la coincidencia del interés por independizar este país.
Hay cierta cosa medio poética, de que el punto de encuentro del hombre que marchaba hacia el norte y el que viajaba hacia el sur sea como el final de un arcoíris. Aquí no hay nada mágico, el territorio peruano era la clave de todo. Realmente, ambos hacen un enorme esfuerzo, más allá de sus diferencias, por ponerse de acuerdo en garantizar la Independencia del Perú.
Luego de terminar el libro, ¿no te quedó la impresión de que dejaste a San Martín como un perdedor?
Tu apreciación es correcta, pero San Martín tiene una ventaja en la novela: es el que tiene razón. San Martín está derrotado, depresivo, y todo lo demás, pero le advierte a Bolívar que la gloria es un veneno y este no lo oye. Ocho años después Bolívar se muere. San Martín se muere de viejo en Europa, amargado triste o nostálgico, pero vive hasta los 70 años. Él fue el único libertador que murió de viejo, porque se fue de acá. ¿Cómo será el sello de ingratitud de estas tierras que a los libertadores o los mataban o se morían enfermos (hoy diríamos de stress)?
Es como la maldición de los libertadores…
Es que la gloria es una maldición. En la entrevista, Bolívar gana en todo. En lo político, en lo militar, en el juego de máscaras. San Martín era un europeo prudente. Bolívar ganó salvo en algo. De los dos, el único que sabe que la gloria es maldita es San Martín.
En Perú, estamos a ocho años del bicentenario de la Independencia y acá muchos analizan el desarrollo de nuestra república viendo solo las cifras económicas. ¿Cómo debería analizarse los 200 años de la independencia en la región?
Como una gran contradicción. La proclamación de la independencia peruana es tardía, porque ocurrió en 1821. Ahora, una cosa es “la Independencia” y otra muy diferente la que nos enseñaron en el colegio. Hay gritos de independencia muy anteriores. Hay cosas que nos han ocultado en los libros de la escuela. Cuando Caracas se levanta contra la Corona en 1810, hay que preguntarse contra cuál corona. No era contra Fernando (que estaba defenestrado), sino contra José Bonaparte. La revolución americana comienza con un levantamiento contra Napoléon en defensa de los derechos del rey Fernando. Eso no es ni bueno ni malo, simplemente es una contradicción. Luego las cosas cambiarían cuando Fernando desconoce la Constitución de Cádiz. Estamos hablando de una década no solo violenta, sino también gran agitación intelectual y política. Al final, unos loquitos que hablaban de independencia terminan teniendo la razón. Ojo, esa contradicción somos nosotros. Entendamos que partimos de esa contradicción.
Hay que entender que la historia no es lineal…
Así es. Los líderes criollos, en su gran mayoría, terminan cediendo a la independencia por la actitud de la Corona, porque Fernando se equivoca. Si él hubiera aceptado la Constitución de Cádiz, si le hubiera dado un mayor reconocimiento a América, o si hubiera decidido venir a reinar acá, pues de pronto la historia no habría sido distinta pero sí habría tenido otra curva. Para mí, más que especular, lo interesante es que debemos tener bien claro que somos una historia de contradicciones y que en la contradicción está la fuerza de la historia.
Lamentablemente muchas cosas de estas no están en los libros del colegio…
Por eso es tan importante leer mi novela.